Infrapolítica y debate ideológico
Luis Barragán (*)
Sábado, 21 de mayo de 2005
Al otro lado del mundo, la antipolítica como expresión de un hacer no convencional de la política misma. De este lado, la infrapolítica como penosa e inadvertida construcción maniatada, banal y autoritaria de un consenso que, por ello, no deja de serlo.
Extraña revolución que no partió de un claro y coherente proyecto, apropiándose de un imaginario cuya esencial ventaja fue la de deslegitimar cualquier interpelación ideológica. La visión humbolditiana del país, inmensamente rico, nos instala en el pasado remoto como clave de salvación, teñida de una perspectiva conspiratorial de la historia para el desarrollo de la política por otros medios, desnaturalizada y hemipléjica: el presidente Chávez, partido orgánico en sí, ayudado por las emisoras televisivas y radiales del Estado, incluido un futuro satélite en órbita, frente a otro partido orgánico, rediseñado desde el poder como adversario estelar, conformado por el sector privado de la comunicación social.
El liderazgo civil y civilista anda por las calles de la anormalidad democrática, reacio a la reivindicación de la política como un fenómeno trascendente y que exige responsabilidad histórica. De la diaria indigestión de temas lanzados por una abierta manipulación de las libertades negadas a los sectores responsables de la oposición, ésta apenas sobrevive al latigazo de las consignas y los estereotipos que sintetiza varias de las épicas del nuevo autoritarismo: una fortísima anomia, la informalidad económica que puebla radicalmente todo ámbito concebido como espectáculo político, la desorganización de las fuerzas sociales hasta concluir en el impredecible y peligroso populacho, la militarización del lenguaje y los hechos públicos, el infructuoso intento de reedificar al Estado desde un partido acólito a sabiendas de las mejores, pero insuficientes, condiciones exhibidas por la Fuerza Armada Nacional como ceresoliano pilar de una apuesta.
Nuevamente, en el gabinete móvil de Cumaná realizado el 19 de los corrientes, el mandatario nacional insistió en el socialismo y lo improvisó como condición para materializar los diversos créditos a conceder. Evadió una oportunidad concreta para el debate, creyéndolo sólo posible por terceros y dada la generosa soltura de lo que es la polémica ambiental, efectista y desechable de la infrapolítica, mediante la cual es posible corromper fórmulas como la cogestión y autogestión.
En el fondo, se trata de mantener el poder sin importar el precio. Esta diferente experiencia autoritaria, sustentada en los mercados internacionales del petróleo, difiere la necesidad de otro modelo de desarrollo, al retomar y agudizar el capitalismo de Estado, salvo que los riesgos, peligros y amenazas, fuercen a sincerar el paradigma cubano con las inevitables áreas especiales, como acontece en China.
Urge insistir en la polémica ideológica, siendo necesario alcanzar una democracia plena y construir una sociedad de derechos humanos y calidad de vida en libertad, a sabiendas que no habrá prosperidad económica sin equidad social, y viceversa. Por ello, enarbolamos como preámbulo una economía social y ecológica de mercado, sin temor a la modernización, apertura y competitividad, en el contexto de la globalización que ha de consumar la interdependencia de los pueblos, ni a la aceptación de la propiedad en el marco del destino universal de los bienes.
Difícil planteamiento en los espacios públicos anegados de trivialidad, ante el socialismo petrolero o saudita. Empero, para ir más allá de lo existente, debemos afrontar el desafío recuperada la política como costumbre militante del hacer y del pensar.
(*) Subsecretario General Nacional de COPEI
Fuente: http://www.analitica.com/va/politica/opinion/5336898.asp
Ilustración: Rayma (El Universal, Caracas, 2012)
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