lunes, 29 de octubre de 2012

SILENCIO, SILENCIAMIENTO, SILENCIADOR

El silencio de la democracia
Luis Barragán


Recuperado nuestro ejemplar en casa, aunque no las extensas notas que suscitó, definitivamente traspapeladas con otras,  “El silencio de la democracia” de Francisco Plaza (Los Libros de El Nacional, Caracas, 2011), nos lleva a un terreno que a muchos les incomoda: el de la naturaleza del régimen que cursa en Venezuela, cuya (s) definición (es)  no sólo  entorpece (n) el permanente juego táctico de los opositores y hasta oficialistas que la (s) temen, sino – algo más grave – puede desenmascararlos por la ligereza teórica de un equipaje que, a la postre, paradójicamente, pesa demasiado.

Asombrará que la larga experiencia que hemos vivido, encuentre escasos esfuerzos políticos de comprensión por lo que, desde un primer instante, se creyó absolutamente provisional.  La academia tocó incansablemente a las puertas, sin que partidos, gremios y medios de comunicación social se molestaran en asomarse, y, por ello, al insólito golpe de Estado de 2002 se sumó con facilidad la rebelión de la Plaza Altamira, ejemplificando cuán necios fuimos en nuestra mirada a un proyecto de poder que el know-how castrista ha perfeccionado, por cierto, a un elevadísimo precio.

En una sociedad de básica cultura y confianza democrática, construida a través de sorprendentes vicisitudes, precisamente la democracia se ha convertido en una burda herramienta de plebiscitación, con olvido de aquellos requisitos y condiciones que la fundamentan y legitiman frente a todos los problemas que pueda confrontar, como acaeció en las décadas pasadas. Una democracia de sondeos y de mera contabilidad de votos, independientemente de sus costos y fallas, formal y procedimental, convirtió el accidente ético en “el mito del poder ilimitado de la mitad más uno  (que) está tan generalizado en Venezuela como si nunca antes hubiera habido una experiencia distinta”, denuncia certeramente Plaza (21 s.)

Capitalizada por pocos, aún sin precisar las razones que condujeron a tan insólita experiencia cuando la descentralización y el multipartidismo irrumpieron – innovadores – a finales de 1998, es la que autoriza  que otro proceso constituyente pueda desconocer el derecho a la vida misma, también por la irracionalidad que ha cobrado el debate público (17), o su simulación. Una mayoría relativa, la que siempre lo será cuando hay principios y valores irrenunciables, que se hará nihilismo, ya que sus soberanísimos delegatarios imponen las normas caricaturizando al propio Kelsen (20).

El más notable síntoma conduce a la enfermedad totalitaria, a la que presta el autor enjundiosas páginas reconociendo la prudencia política de no llamarla enteramente por su nombre (31). Esfuerzo frustrado, a mediados de la década intentamos en la dirección política socialcristiana conciliar la acción con una reflexión sobre las novedades que el régimen reportaba, frente al escepticismo o la indiferencia de los devotos de la provisionalidad, pues una distinta iniciativa reclamaba un diferente enfoque de actualización del repertorio político-cultural.

En todo caso, sentimos que la orfandad nada gratuita de la oposición, igualmente inducida por un régimen de tan particular orientación marxista atado gramscianamente a Lenin y Guevara, realizador al extremo del rentismo económico y sociológico, se pone vivamente de manifiesto cuando el belicismo de alta y baja intensidad es parte de nuestra cotidianidad colectiva, e, incluso,  una doble realidad (57) nos acosa y confunde.  Belicismo administrado con suma habilidad, que le permite a Francisco indagar y aclarar exitosamente el rol protagónico que, incontrovertible, adquiere el terror en sus variadas fases y facetas.

Observamos que el ensayo ha debido extenderse, problematizando decididamente  cada una de las materias exploradas, en lugar de los seis muy bien sintetizados capítulos que dan cuentan de una estupenda exactitud bibliográfica. Vale decir, por una parte, a modo de ilustración,  inscribiendo el resentimiento (45) en la lucha de clases que, valga la presunción,  da pista de un marxismo insuficientemente ponderado en la actualidad latinoamericana, frente al humanismo cristiano que, con Plaza, reaviva su interés por el presente como no lo había hecho convincentemente desde hace un buen  tiempo en la imprenta.

Agreguemos, por otra, la paciente demolición de una cultura democrática que, no resulta atrevido señalarlo, nos permite inadvertidamente compartir con el régimen sus hábitos y  predisposiciones, modos y modalidades de hacer y pensar. Al respecto, en el marco de una democracia participativa formal, no debe sorprender la displicencia y resignación ante los novísimos e inconsultos consejos educativos, pues los respalda un déficit de compromiso con las sociedades de padres y representantes, la deliberada voluntad de depositar a sus representados en los colegios públicos y escuelas privadas, entre otros de los rasgos de una sociedad peculiar.

Valga la coletilla, exponemos casos que no generan la suficiente preocupación por esta anomia negativa que nos embarga. Luce de una dramática normalidad que una medida como la llamada “pico y placa”, no se impusiera desde abajo para aliviar el tránsito automotor cuando fue declarada inconstitucional; una injusta y exagerada multa se imponga a los trabajadores que fueron de PDVSA, aunque todos apostamos al celebérrimo paro;  o una alta magistrada identificada con el régimen, hija de una destacada funcionario público, presuntamente se hiciere una tercera o cuarta y fatal cirugía estética.

Finalmente, quizá evocando a Ignace Leep y sus viejos señalamientos sobre la autenticidad, está el asunto de una disidencia social y política efectivamente (con) fiable. El autor coloca el debido acento, pues debemos dejar el testimonio de una “disposición existencial a vivir la verdad” (92): no hay otra opción que la de sincerarnos radicalmente, pues – por decirlo de alguna manera – la oposición también padece su hoguera de las vanidades.

Desde los tiempos militantes de la juventud, hemos coincidido y discrepado con Francisco.  Nos satisfizo el ensayo del hoy académico, aunque esperamos por otros prestos a la discusión.

Fuente:
http://www.noticierodigital.com/2012/10/el-silencio-de-la-democracia/
http://www.noticierodigital.com/forum/viewtopic.php?t=914659

No hay comentarios:

Publicar un comentario