Breve nota para un miedo ajeno
Luis Barragán
Martes, 5 de diciembre de 2006
Todavía afectado por los novísimos resultados electorales, no cabe otro señalamiento: el miedo de y en un gobierno ventajista. Fueron no sólo las 82 horas a favor de Hugo Chávez frente a las dos de Rosales en uno de los canales de televisión del Estado, las largas tiras alusivas que caen desde lo alto de las torres de oficinas de Parque Central en Caracas o el inmenso dispositivo dinerario de una candidatura que –desesperada- no encontraba calle, pero también el abultamiento excesivo de la diferencia entre uno y otro, contrariando el promedio de todas las encuestas que versaban sobre un empate técnico, ligeramente desfavorable para la oposición. Que sepamos, el candidato perdedor no se transó en Fuerte Tiuna ni en plaza alguna del oficialismo, sino que humildemente dejó el testimonio de un inmenso esfuerzo en tan corto plazo que puede ser motivo de debate sobre una u otra táctica o respuesta, pero jamás objeto de un cuestionamiento ético como ahora, pronosticado por Alberto Quirós Corradi el propio 3D, se pretende en esa suerte de trance de las flagelaciones mutuas. Inmediatamente marchar a lo López Obrador, en la ciudad capital, hubiese sido una temeridad cuando se trata de reconstruir a la oposición organizada, administrar sus diferencias, aclarar el paisaje ideológico que la anima, promover sus liderazgos naturales, frenar los ímpetus totalitarios del régimen, sincerarla como un proyecto convincente de futuro, no sin establecer las responsabilidades que –repetimos- no se logran mediante la rabiosa flagelación.
Evidentemente, algo pasó cuando la oposición pleno todas las calles y avenidas del país a través de una movilización espontánea y entusiasta, en contraste con los afanes autobuseros de un gobierno que escondía las realidades. O el clientelismo gigantesco que se vio amenazado, moviendo todas sus energías para saldar electrónicamente unas cuentas que no cuadran. La discusión promete ser difícil, pero –al mismo tiempo- demanda consistencia, trascendencia y sentido de responsabilidad, porque –dicho mil veces- nuestra autoridad moral no deriva de la mera circunstancia de ser mayoría, como en 1998 no pendió de unos resultados por entonces incontestables. Incluirá seguramente esa necesaria polémica, el papel de todos y cada uno de los actores que participaron o no del desempeño electoral. Empero, debemos prevenirnos de una generalización tan dañina, fácil, portátil, contra la política, lo político y los políticos que tanto ayudan a proyectos criminalmente indefinidos como el socialismo llamado del siglo XXI.
El miedo, ésta vez, paradójicamente parte de las esferas del propio gobierno. Fue mucho el escepticismo de sus partidarios para disponerse a celebrar, intentándolo hacerlo a partir de las seis de la tarde del 3D, pues tienen la profunda convicción sobre una brecha que no es tan grande en las realidades. Prontamente se apaga el ánimo de celebración entre quienes se saben condenados a un partido único y no tendrán nada que decir en la pretensión de una reforma constitucional que únicamente cree concernirle al Presidente de la República. Conocen de los ilimitados caprichos de un mandatario que una lejana circunstancia, como la de 1992, puso en el escenario. De modo que, sonreídos gélidamente, conocen muy bien de las amenazas que se afincan sobre sus propias cabezas y en el fondo claman por la necesidad de una oposición que los ayude a compensar el marasmo de una trampa política que los muerde. Por ello, los alrededores del 30-40% que el régimen se atreve a reconocer para sus adversarios, no puede desaparecer, sino –al contrario- debe incrementarse, organizarse y –al sincerar sus liderazgos- proyectar decididamente a la otra Venezuela.
Dos notas finales para concluir: la una, referida a los ímpetus de William Lara. Telesur, sufragada por todos los venezolanos, anunció unos resultados en la víspera y el ministro de Información y Comunicación del régimen se negó al más simple comentario, pues, se dijo un ciudadano que visitaba el CNE para entrevistarse con sus autoridades. Además, que el día lunes 4, a las 08:00 a.m., volvería a su despacho. Vale decir, no había ministro que respondiera a la demanda ciudadana, sin que supiéramos jamás cuándo y cómo se separó del cargo. Y, penas, es un ejemplo de la confusión entre Partido y Estado del cual será algún día víctima el propio Lara. La otra nota, inevitable, se refiere a la bajísima votación de COPEI, partido en el que milimitamos. Salimos de su dirección formal a principios del presente año, aunque no impidió que por nuestra cuenta y riesgo aceptásemos la invitación de la dirigencia regional y municipal del país para hacer, como hicimos campaña. Pero lo cierto es que la dirección interina del partido, montada sobre una maniobra por interpuesta persona, incurrió en los más garrafales errores. Nuestra prioridad fue la campaña de Manuel Rosales, pero –concluida esa campaña y vencido desde octubre de 2006 el mandato de las autoridades- es necesario hacer un proceso interno limpio y transparente, venciendo las artimañas de un interinato de espaldas a la historia. No estuvo equivocado César Pérez Vivas en la idea de insistir en una política de oposición abierta y frontal, con la palabra y con los hechos, y no con declaraciones nominales y cómodas de prensa, con la sola preocupación de que fuesen vistas en televisión las banderas verdes.
Fuente: http://www.analitica.com/va/politica/opinion/8854230.asp
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