jueves, 8 de enero de 2015

EL COLORIDO DE LA SOBRIEDAD

Mariano Picón Salas y Rómulo Betancourt en la encrucijada de la cultura venezolana
Luis Chesney Lawrence

RESUMEN
En esta investigación se intenta rescatar y analizar uno de los episodios más interesantes de la historia política y cultural nacional, como fue el período entre 1931-1935, durante el cual las ideas de transformación y revolución para el país de dos personalidades, como lo fueron Mariano Picón Salas y Rómulo Betancourt, lograron bosquejar los lineamientos fundamentales de un proyecto cultural y educativo para la Venezuela moderna, con sus imaginables diferencias. Sustentada en fuentes primarias provenientes del intercambio epistolar mantenidos entre ambos se logra reconstruir este diálogo que llevó a una verdadera encrucijada para el destino del país y cuya resolución pertenece al campo de la reflexión de cada individuo que analice esta discusión.
Palabras clave: EDUCACIÓN, CULTURA, POLÍTICA, HISTORIA, TRANSFORMACIÓN.
SUMMARY
This article intents to analyze one of the most interesting episodes in the national political and cultural history, as it was the period among 1931.1935, during which transformation and revolutionary ideas for the country were expressed by two personalities, Mariano Picón Salas Rómulo Betancourt: They proposed one o the most important attempts of a cultural and educational project for the modern Venezuela, with the imaginable differences between them. Based on primary sources coming from the epistolary exchange maintained between both it has been possible to restore this dialogue which can be signed as a real crossroad for the country destiny, and whose final resolution belongs to the field of each individual’s reflection that analyzes this debate.
Key words: EDUCATION, CULTURE, POLITICS, HISTORY, TRANSFORMATION.
INTRODUCCIÓN
El problema de la educación ha venido atrayendo la atención y preocupación en Venezuela desde el siglo XIX, y en las primeras décadas del siglo siguiente éste seguirá siendo crítico. Los grupos de estudiantes en exilio de 1919 y los de 1928, así como los que en forma clandestina la sentían desde dentro del país, constituyeron lo mejor de la oposición a Gómez. Así, se podrían mencionar las opiniones de Mariano Picón Salas quien explicaba que ya la crítica social de los escritores del siglo XVIII se había concentrado en los temas de la economía y en la educación, las cuales: «preceden a la dialéctica política que habrá de esgrimirse en los días de la Independencia» (Luque, 1994, p. 6). También los manifiestos de los grupos opositores a Gómez (como Partido Revolucionario Venezolano, PRV; Agrupación Revolucionaria de Izquierda, ARI; y en las primeras del Partido Comunista Venezolano, PCV) el tema educativo ocupó un lugar central de su agenda. Todos entendían que sin una política educativa y cultural clara y prioritaria no se podría transformar a Venezuela: «comprendieron la educación como acción de justicia social sin la cual no era posible modernizar el país. La educación formaría esos nuevos ciudadanos» (Ibíd., p. 7).
En este sendero de la educación republicana que se hereda de Simón Rodríguez, Simón Bolívar o de José María Vargas, en las primeras décadas del siglo XX, resaltarían también las figuras de Luis Beltrán Prieto Figueroa y, muy especialmente, Picón Salas.
En este sentido, adquiere excepcional importancia la correspondencia sostenida entre Mariano Picón Salas y Rómulo Betancourt entre 1931 y 1935, etapa de preámbulo al cambio político del país y que muestra el sentido y fin de una de las pocas alternativas con proyección surgidas en ese contexto crucial del país, lo cual es el objetivo de esta investigación. El tema se desarrolla haciendo una breve aproximación a las ideas de estas dos personalidades entorno al tema de la educación y cultura, extraídas principalmente de fuentes directas de su intercambio epistolar para la época ya mencionada.
LAS IDEAS DE MARIANO PICÓN SALAS EN TORNO A LA EDUCACIÓN
Picón Salas es considerado por Simón Alberto Consalvi (2001): «el gran humanista venezolano de su tiempo, y uno de los intelectuales hispanoamericanos de pensamiento más original», en 1923 se autoexilió en Chile en donde vivió doce años. Allí fue estudiante y profesor, regresando a Venezuela en 1936 para realizar un importante papel en el desarrollo de su cultura, aunque su nombre ha permanecido casi siempre en el ya comentado olvido. Su diagnóstico de la situación de estas décadas era muy claro: «la instrucción pública es, naturalmente, bajo los regímenes de Castro y Gómez, la rama más abandonada y peor dotada entre los servicios del Estado. En esta medida nos corresponde, bajo el gomecismo, el triste privilegio de ir como a la zaga de los países sudamericanos» (Picón Salas, 1955, p. 52).
En Chile se encontrará con lo que se ha llamado: «un laboratorio de todas las ideas que sacudían al mundo» y allí inicia Picón Salas su aprendizaje. Se integró a la vida intelectual, participando en la formación del grupo Índice junto a Eugenio González, Ricardo Latchman, Raúl Silva Castro, Juan Gómez Millas, sintiéndose atraído por los diferentes grupos socialistas que existían, especialmente por Acción Revolucionaria Socialista (ARS), cuyo Programa lo considera un documento esencial para la futura acción revolucionaria en Venezuela (Siso Martínez, 1978, p. 26).
En 1932, un joven Comodoro del aire chileno, Marmaduke Grove, amigo suyo, apoyado por un sector de la fuerzas armadas da un golpe de Estado y constituye una República Socialista, en cuyo nombre procedió: «a tomar el mando de la Nación para el pueblo de Chile, por el pueblo de Chile y con el pueblo de Chile», la primera de América, que duraría tan sólo doce días, al ser depuesta por los militares. Este fue un poderoso agente en la organización política chilena de la época, un antecedente decisivo para al unificación de los diferente grupos socialistas existentes (Acción Revolucionaria Socialista, ARS; Orden Socialista, OS; Partido Socialista Marxista, PSM; y Nueva Acción Pública, NAP; todos los cuales en 1933 se fusionan para crear el Partido Socialista de Chile, PS) y en el futuro, para el gobierno de presidente Salvador Allende, en 1970, líder del proceso más significativo de Latinoamérica para construir el socialismo utilizando las instituciones de la democracia (Chesney, 1983).
LAS IDEAS DE RÓMULO BETANCOURT
Por su parte, Betancourt, es considerado igualmente un político conductor de una de las etapas más importantes de los cambios democráticos ocurridos en el país, desde 1928 hasta 1959, lo cual habla de su calidad de estadista que fue fraguando progresivamente en la oposición, en la clandestinidad, en el gobierno, en el exilio, en la presidencia de la República y como conductor de un partido de masas grande. Su pensamiento de la época de Gómez siempre fue crítico, considerándola una tiranía: «incapacitada para reformar la estructura económica y para utilizar el petróleo, siquiera fuera la precaria participación entonces recibida, como palanca para impulsar el progreso colectivo, para distribuir entre la población bienestar y cultura» (Betancourt, 1969, p. 86).
Desde los años veinte se fueron gestando nuevos sectores de la vida nacional, como los estudiantes, profesionales, pequeños comerciantes, se constituye un ambiente urbano más definido, todo lo cual lleva a la organización de nuevos grupos sociales y políticos en los cuales uno de sus fundamentos era: «la construcción de un discurso nacionalista y democrático», en lo cual se incorporó a la cultura (Dávila, 1999). En este despertar de una nueva conciencia la cultura jugará un rol bien determinante en las discusiones. Todas las reacciones contra el régimen van creando conjuntamente una conciencia política y el llamado nacional hacen tanto énfasis en lo social como en lo cultural.
La insurgencia del 28 se convertirá, por tanto, en la coyuntura propicia para desplegar extensamente el pensamiento sobre esta materia que se agitaba desde 1910. No por causalidad el régimen los persiguió acusándolos, entre otras cosas, de ser: «un movimiento de inspiración comunista», lo cual en cierta manera obligó a estos actores políticos a definir sus reales fines, a redefinir su rol de intelectuales en la política y, por sobre todo, a mostrar su Programa. Como explicaron Betancourt y Otero Silva en 1929, se vieron confrontados a definir: «el más urgente problema nacional y cuáles los medios para solucionarlo». El problema era Gómez y su régimen de «barbarocracia», ante lo cual surgirá la primera orientación ideológica a seguir: «luchamos por una democracia decente», en la cual se hace implícito partícipe a toda la Venezuela joven. El siguiente paso fue iniciar una serie de movimientos conspirativos, todos fracasados, cuyo líder era Betancourt.
LA ENCRUCIJADA DE LA CULTURA
Es esta la época, 1931, precisamente en que se conectan uno con el otro. Picón Salas, conocedor del movimiento de Betancourt, se comunica con él para unirse a una acción de conjunto que contribuya en Venezuela a un proceso renovador, especialmente en el campo de la educación: «nuestro problema es hacer un país moderno (…). Creo que nuestro Socialismo en el primer tiempo –mientras surge una cultura política en ese país intelectualmente tan atrasado–, no debe asustar mucho. De aquí la importancia que le doy a la nueva clase –por formarse–que propagará el Socialismo» (carta en 1932). Precisamente, en 1931, Betancourt había organizado en Barranquilla un grupo que se denomina Agrupación Revolucionaria de Izquierda (ARDI), con el cual elabora un Plan que llevó el nombre de esa ciudad, que se lo hace llegar a Picón Salas, y éste a su respuesta se adhirió a él, denominándolo «la nueva revolución de Independencia de Venezuela».
Sin embargo, entre ambos pensamientos habían diferencias metodológicas. La gente de Ardi hablaba de Lenin y Marx como guías revolucionarios, en cambio Picón Salas se adhiere a los conceptos de Henri de Mann, encaminándose más hacia un marxismo humanista. En el Plan mencionado Picón Salas se ofrece para: «estudiar el programa educacional, ya que soy profesor titulado, y el problema lo hemos discutido largamente en Chile. Mi punto de vista en Educación, prepararía para un régimen socialista» (carta en 1931). Para él, la revolución debía comenzar por el hombre, y por este motivo siempre opinó que ése debía ser el centro del Plan: «hay que crear allá un nuevo tipo de hombre». También pesará en esto su formación en Chile, país al cual le reconoce que: «ha logrado reformarse y renovarse sin caer en la ciega violencia» (Siso Martínez et al., 1978, p. 69-75).
Por estas razones, el planteamiento cultural de Picón Salas, «el intelectual de trabajada cultura», como lo llamaba Betancourt, tendrá una cierta originalidad poco comprendida. Las posiciones doctrinales de Picón Salas fueron más culturales que políticas, menos ligadas al poder y más a la historia, y se concentraban en dos factores: atacar el caudillismo «impenitente» y al imperialismo. En torno a lo primero, pensaba que el caudillismo había impedido tener una visión del futuro y de la realidad, de estar entre otras naciones con «conciencia de cultura, firme conciencia de realidad (…). Somos pueblos de biografías más que de historia». En cuanto a lo segundo, ponía de manifiesto la paradoja del caudillo: «la bárbara energía que despliega en sus relaciones con los nacionales, se torna por contraste, en ciega sumisión cuando entra en contacto con la fuerza externa más poderosa». El punto para romper esta dicotomía era la creación de cultura, no como sinónimo de arte, sino elaborada a partir de la propia existencia histórica de «cada pueblo, de cada raza». Por tanto, el problema de la Nación se debatía entre lo que él llamó «el ser y el estar –estos son los dos primeros verbos históricos » (Dávila, 1999, p. 163).
Esta disonancia con Betancourt se hace más evidente en ocasión de analizar el programa del Apra peruano, modelo elogiado por Betancourt, al que Picón Salas le era crítico, como lo explica en una carta en 1932, «el APRA naturalmente no me parece un desideratum. Su programa aplicado en Chile, por ejemplo, resultaría retrasado (…). Voy a tratar con algunos amigos de la ARS los puntos polémicos relacionados con el APRA que trata su carta. Le transmitiré lo que digan». La discrepancia que va surgiendo entre ellos va construyendo dos opciones más o menos claras en torno al cambio en Venezuela. La de Picón Salas en torno a construir una nación desde una perspectiva cultural y, la de Betancourt, desde una perspectiva netamente política («solucionable sólo clasísticamente, revolucionariamente»), aunque en algunos aspectos el primero tiende algunos puentes de unión entre ambos al decirle que «el problema clasista que Ud. estudia no choca (…) con el problema cultural que yo insinúo». En otra misiva de este mismo año, Picón Salas le aconseja cautela en su plan político: «creo que nuestro Socialismo en el primer tiempo –mientras surge una cultura política en ese país intelectualmente tan atrasado– no debe asustar mucho » (Consalvi, 1996, p. 51).
En realidad, el problema tenía mayor hondura porque Picón Salas tenía una pensamiento político más complejo, en donde las ideas centrales eran las culturales (crear conciencia de cultura) y las históricas (crear conciencia histórica), las que elaboran un discurso político diferente, como se ilustra cuando le señala a Betancourt que: «en Sudamérica no podemos saltar las etapas del proceso histórico (…) La Historia no se hace con ideologías ni se realiza con la fatalidad dialéctica que apuntó Marx (…) Ante un caso histórico tan lamentable como el de Hispanoamérica y Venezuela en el momento presente, yo no vacilo en responder: La idea de la Nación está antes que la idea de clases» (Ibíd., p. 52, en otra versión esta frase termina «me parece previa a la idea revolucionaria marxista», carta de 1933). La alternativa que propone era la vía nacionalista, «medio de articulación y construcción de identidades políticas modernas».
La polémica parece alcanzar su clímax en 1933, cuando Picón Salas responde una carta de Betancourt en la cual le habla directamente sobre el problema del marxismo, y en donde va puntualizándole uno a uno una serie de factores críticos para él a tomar en cuenta, expresándole «quisiera mi querido amigo, que antes de comprometerse demasiado meditara bien algunas circunstancias que pueden contribuir a orientar su acción futura» (carta del 20, Noviembre de 1933). En esta carta Picón Salas le enumera los puntos a discutir que aquí se resumen en sus títulos solamente:
1º El marxismo va en este momento en retroceso en todo el mundo.
2º En Sudamérica, no podemos saltar las etapas del proceso histórico.
3º Ahora el problema de la realidad política. En política no se puede proceder por abstracciones ni ideologías (…) por otra parte, un pueblo deprimido, casi analfabeto, sin educación industrial, con carencia absoluta de técnicos (no tenemos ni siquiera contramaestres), ¿cómo podría llegar al poder?
4º Nuestro problema, querido Betancourt, si queremos ser hombres de acción, es no entregarnos al primer impulso romántico antes de verificarlo con la realidad (Siso Martínez et al., 1978, pp. 198-204).
Esta discusión no dejó de tener sus aristas de discrepancias con mayores profundidades, motivo por el cual Picón Salas al final de la misiva le llama la atención sobre esta diferencia entre compañeros: «cualquier divergencia entre nosotros no lo disminuye en mi afecto y en la gran esperanza de realización que tengo de Ud.». Betancourt, habrá que decirlo, consideró siempre que su función y la de su grupo era la «de ser los despertadores de la conciencia del país». Este pensamiento hizo que esta generación pensara, además, que había una ruptura entre ellos y las generaciones anteriores, por lo cual se llamaban así mismo en los escritos, «la Venezuela joven, decente», conceptos que les dieron fe y confianza al grupo y, en particular, al mismo Betancourt.
La realidad esperada llegó en 1936, y tuvo el efecto de un choque para Picón Salas. Betancourt que lo apreciaba, admiraba su cultura, disciplina, estudios y conocimientos de la cultura y la educación adquiridos en Chile, lo llamó a dirigir la sección educativa que exigía el Plan de Barranquilla. La opción se cerraba. Siempre quedará en los estudiosos de esta época la duda y la perplejidad que asoma de la pregunta clave que se puede extraer de este recuento: ¿Cuál habría sido el destino de la Venezuela moderna si la opción cultural hubiese sido el centro y dirección del cambio político?
Para completar este artículo, faltaría reparar en la proyección que la obra de Picón Salas ha tenido en Venezuela. En Febrero de 1936 regresa a Caracas, casi de inmediato colabora asesorando en la preparación de Programa de Febrero para el Presidente López Contreras, al mismo tiempo que colabora igualmente con Betancourt, quien también regresaba desde Costa Rica, para fundar el partido organización Venezolana (ORVE), del cual Picón será su Secretario General y redactor de su Manifiesto e ideas incorporadas en él. Betancourt ejerció el cargo de Secretario político. El Manifiesto pone de manifiesto con claridad uno de los problemas centrales del país: «un problema cultural con el analfabetismo de las masas y la inadaptación de nuestra Educación pública a la trágica realidad venezolana (…). Queremos derechos, pero también queremos deberes» (Consalvi, 1996, pp. 56-57). Esto es lo que se ha denominado la «modernización» del Estado. En esta línea se privilegia el tema educativo al poner su acento en la lucha contra el analfabetismo, la formación de un cuerpo profesoral para primaria, educación económica, reforma universitaria y cultura popular.
En su salida a la calle ORVE, el 10 de Marzo, Picón vuelve a insistir en su tesis político-cultural al invitar a todos los venezolanos a formar una «fuerza nacional y venezolana, por excelencia, no queremos copiar fórmulas ni sistemas ni sectas extranjeras; ni el fascismo imperialista ni el marxismo internacional» (Ibíd., p. 58). Por su parte, Betancourt en un corto discurso, aparte de advertir sobre el peligro real del gomecismo que conspiraba para volver, a lo cual Picón ya daba por muerto, y da su respaldo al Programa de Febrero. Aquí nuevamente se observa la discrepancia entre ambos, Betancourt pugna por politizar y hacer agresivo a ORVE, mientras que Picón busca la moderación, discrepancia que lo haría renunciar a su cargo de Secretario General. Betancourt se aleja del Consejo de Ministros, mientras Picón asume la Superintendencia Nacional de Educación en donde elabora sus proyectos más reconocidos y luego atacados.
En un par de semanas más renunciará por solidaridad con el Ministro Parra-Pérez. Lo sustituye Rómulo Gallegos quien en los siguientes dos días firmará los decretos de reforma estudiados o presentados por su antecesor, aunque Gallegos también no duraría noventa días.
Así fue como se aprobó la contratación de una misión pedagógica chilena y luego la creación del Instituto Pedagógico, antiguas ideas de Picón, que le costaría de aquí en adelante el total rechazo de sectores del clero y de la derecha política, estigmatizándolo el diario La Religión, dirigido por Mons. María Pellín, como un enemigo de la familia, de la Iglesia y del Estado. Para estos sectores, Picón era «uno de los más peligrosos comunistas venidos de afuera» (Ibíd., pp. 63-64).
Esto ocurrió durante los cinco meses que llevaba en Caracas. Luego de esto es nombrado Encargado de negocios en Praga. La campaña de la derecha, del clero y del gomecismo para quienes la educación se había convertido en la piedra de toque, no cesó hasta que en Febrero de 1937 fue destituido sin que se le notificara siquiera. En aquel contexto cualquiera que hablara de reforma social era catalogado inmediatamente de «comunista» y perseguido. Picón regresa a Chile en donde retoma sus cátedras en la universidad. Pero regresó en 1938 a hacerse cargo de la Dirección de Cultura y Bellas Artes del Ministerio de Educación, en donde funda la Revista Nacional de la Cultura, que dirigió hasta 1940. Pero su espíritu ya había cambiado. Aunque no es ajeno a la política, ahora ya es un intelectual consagrado, y expresa su compromiso en forma más individual, más alejado de la acción misma.
BIBLIOGRAFÍA
1. BETANCOURT, RÓMULO (1969), Venezuela política y petróleo, Bogotá, Ediciones Tercer Mundo.     
2. CHESNEY LAWRENCE, LUIS (1983), Socialismo 1933-1983 sin cuenta, Caracas, Informe Técnico, Manuscrito.     
3. CONSALVI, SIMÓN ALBERTO (2001), «Mariano Picón Salas: el gran humanista venezolano del siglo XX», Revista Akademos Nº 1, pp. 7-34.     
4. CONSALVI, SIMÓN ALBERTO (1996), Profecía de la palabra. Vida y obra de M. Picón Salas, Caracas, Tierra Gracia.     
5. DÁVILA, LUIS RICARDO (1999), «Los intelectuales venezolanos y el despertarde la conciencia nacional entre 1928 y 1935», Caracas, Revista Tharsis Nº 5/6, pp. 156-170.     
6. LUQUE, GUILLERMO (1994), La llama en el carbón. Caracas, Ed. de APUCV.        [ Links ]
7. PICÓN SALAS, MARIANO (1955), «Proceso del pensamiento venezolano», en: Pedro Dunno, Ensayistas venezolanos, Caracas, 4 Festival del libro venezolano, pp. 45-100.     
8. SISO MARTÍNEZ, J. M. Y OROPESA, JUAN (1978), Mariano Picón Salas. Correspondencia cruzada entre R. Betancourt y M. Picón Salas, 1931-1965, Caracas, Ed. Fundación Diego Cisneros.     

Fuente:
Extramuros v.10 n.23 Caracas  2005; http://www2.scielo.org.ve/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1316-74802005000200005&lng=es&nrm=i
Cfr. Gegory Zambrano: https://gregoryzambrano.wordpress.com/mariano-picon-salas-vida-y-obra/

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