sábado, 14 de junio de 2014

BREVE SELECCIÓN CASTRENSE (3)

EL NACIONAL, Caracas, 5 de junio de 2002 / Opinión
¿Podrá la revolución destruir la FAN?
Aníbal Romero

Desde la perspectiva civil, el error fundamental que no pocos han cometido con respecto a la revolución bolivariana ha sido el de pretender que se trata de un proceso y un régimen democráticos normales, aquejados tal vez por ciertas excentricidades pero en el fondo semejantes a otros populismos tradicionales latinoamericanos. Las constantemente frustradas esperanzas de rectificación, el tortuoso destino del “diálogo”, las reiteradas decepciones de los que, con ilimitada ingenuidad, apuestan día tras día a la conversión de este régimen en algo medianamente sensato y razonable son testimonio elocuente de la magnitud del desatino, en cuanto al juicio en torno a la verdadera naturaleza de la revolución chavista. Hay que repetirlo hasta el cansancio: en Venezuela estamos enfrentados a un cáncer político que no tiene curación en los términos ortodoxos de la medicina democrática.
Ahora bien, desde la perspectiva militar –y en forma paralela–, el error de cálculo ha consistido en presumir que la revolución puede coexistir con la estructura militar sustentada en el profesionalismo meritocrático y la excelencia operativa que Venezuela, a enorme costo, se dio a sí misma estos pasados cincuenta años. Pero esta es una ilusión. La verdad sencilla es que existe una incompatibilidad esencial entre el “proyecto” y la concepción de una Fuerza Armada basada en criterios modernos de apoliticismo, subordinación a un poder civil legítimamente constituido, y ocupada de sus tareas primordiales en resguardo de la seguridad y defensa nacional. Del mismo modo que Hugo Chávez jamás ha estado interesado en gobernar, sino en hacer una revolución, así también su propósito siempre ha sido desmantelar el estamento castrense profesional venezolano y transformarlo en un instrumento al servicio de un objetivo revolucionario.
La inequívoca realidad de estas aseveraciones se hace cada día más patente para todos en Venezuela, civiles y militares por igual. En un principio, una parte sustancial del estamento castrense nacional creyó posible la convivencia entre sus valores, intereses y fines institucionales y los del “proyecto”. A la manera de muchos civiles, que se negaban a admitir que Chávez y su proyecto no son pura retórica y sus propósitos desestabilizadores mucho más que una cruda pesadilla, los militares consideraron factible el desarrollo de su tradición profesional en el marco del régimen “bolivariano”. Sólo la dura experiencia, inequívocamente patentizada ante los ojos de todo el país, ha logrado disipar estas fantasías. Sólo los más ilusos, o los más oportunistas entre los oficiales de la FAN, piensan hoy que su institución logrará sobrevivir la consolidación del experimento revolucionario. El dilema para el estamento castrense nacional es claro e inescapable: con la “revolución” serán destruidos irremisiblemente. Su destino será el de una milicia politizada con rasgos parciales de guardia pretoriana.
Uno se cansa de decir estas cosas, de repetirlas, de advertir y alertar, para hallar tantos oídos renuentes que hacen recordar aquello de que “no hay peor sordo que el que no quiere oír”. Los hechos, los simples, descarnados, aplastantes y fatídicos hechos vienen una y otra vez a comprobar la verdad de lo que hemos venido sosteniendo estos pasados tres años: El objetivo de la revolución es destruir la FAN, y bastante ha avanzado en esa dirección. Hoy, nuestra institución militar está gravemente herida en su estructura de liderazgo, en sus esquemas de valores, en su unidad y en su capacidad operativa. ¿Cuántos F–16, cabe preguntarse, pueden ahora volar y operar con alguna eficacia? ¿Cuántas fragatas misilísticas? Cuántos tanques AMX–30 y Scorpion? ¿Cuál es la situación de la artillería del Ejército, de sus sistemas de comunicación, de sus reservas de municiones, del apresto y entrenamiento de las tropas? Sería demasiado pedir a la pobre Asamblea Nacional que tenemos que se ocupe del deterioro de nuestra FAN. De hecho, a los chavistas les tiene sin cuidado el derrumbe del equilibrio militar entre nuestro país y Colombia. Somos afortunados de no hallarnos ante el riesgo inminente de una confrontación con el aguerrido, bien equipado y numeroso Ejército del vecino país, ocupado como está en la lucha contra la guerrilla. Da temor preguntarse qué podría pasar si de pronto las circunstancias fuesen otras, como lo fueron en 1987 ante el reto de la corbeta Caldas. Pero insisto: al régimen revolucionario esto le tiene sin cuidado. Su meta es acabar con la FAN, y para ello cuentan con la abyecta colaboración de un grupo de oficiales que han empeñado su destino y el de su institución en la tienda de baratijas del “proyecto”.
Las consecuencias son terribles, para la FAN y para Venezuela.

EL NACIONAL, Caracas, 24 de abril de 2002 / Opinión
El triste papel de la FAN
Aníbal Romero

Cabe preguntarse si los militares venezolanos, en especial los que ocupan posiciones de mando, se han percatado de la sensación de repudio que cunde entre significativos sectores de la sociedad civil, con respecto a las actuaciones del estamento castrense durante los días fatídicos del 11 al 14 de abril, cuando nuestra sociedad se asomó al abismo donde está siendo empujada por la “revolución bolivariana”. Ese repudio alcanza también, desde luego, al grupo de civiles que protagonizó los disparatados episodios de la provisionalidad, malgastando en pocas horas el extraordinario esfuerzo de resistencia cívica que venía desarrollándose desde el 10 de diciembre.
Con relación a esos eventos, y a los que vendrán, no pueden los militares excusarse tras un presunto velo de ignorancia, argumentando desconocer las tendencias fundamentales de la “revolución”. Desde un primer momento, Hugo Chávez expresó el propósito de politizar al estamento castrense y convertirlo en instrumento de su ambición de poder. Muchas y reiteradas han sido las advertencias que se han hecho acerca del desatinado y peligroso rumbo, contrario al interés de la democracia y de nuestra posición geopolítica, de un proyecto cuya esencia es la violencia y la mentira, sustentadas en el uso artero de una precaria institucionalidad.
El 11 de abril se concretó lo que algunos persistentemente habíamos sostenido que ocurriría, es decir, el uso abierto de la violencia como herramienta de intimidación y lucha política “revolucionaria”.
Con la horrenda masacre de esa fecha, no sólo quedó en evidencia el sentido auténtico del proceso revolucionario, sino que se abrió una enorme grieta en la confianza que la ciudadanía ha depositado tradicionalmente en la FAN como garante de las vidas de los civiles desarmados, que tenemos el derecho a protestar pacíficamente contra una situación que a muchos nos parece intolerable. La FAN fracasó en una misión clave, la de preservar la paz interna y la integridad de la gente. Pudimos, además, observar en televisión a miembros de la Guardia Nacional y la Guardia de Honor presidencial colocándose del lado de los círculos bolivarianos, de grupos armados fuera de la ley, que constituyen un inocultable segundo ejército a las órdenes de hombres de violencia, un ejército estructurado y financiado por el Gobierno “revolucionario”. ¿Y qué decir de la pasividad militar ante los saqueos en Caracas? Los acontecimientos posteriores a la masacre mostraron unos altos mandos militares confundidos, atemorizados, incapaces de hilvanar una clara respuesta moral y política frente a la ilegitimidad de un mandatario que había no solamente roto el pacto social básico de un orden civilizado, sino que también claudicó sus responsabilidades y solicitó salir del país. Los planteamientos leídos por los distintos oficiales que aparecieron en los medios de comunicación los días 11, 12 y 13, jamás tocaron el fondo del asunto: la evidente carencia de legitimidad del Presidente y su Gobierno arbitrario, un Gobierno que ha llevado a la desesperación a millones de venezolanos, y que ha conducido a la decadencia operacional de la FAN, al quiebre de su disciplina, a su fractura institucional y ahora a su humillación moral.
¿Y todo esto para qué? El hecho de que un puñado de civiles, con sus insólitas y miopes acciones, haya acabado por destruir el inmenso esfuerzo de tantos, no disminuye en nada la cuota de responsabilidad de los militares en la tragedia que ha venido perfilándose estos pasados tres años, y que todavía se cierne sobre el futuro de Venezuela. Se dice que ahora el estamento castrense ejerce una tutela sobre el funesto personaje que prosigue a la cabeza del Estado. De ser así: ¿qué van a hacer?, ¿cuál es el rumbo que tomará Venezuela? ¿Es que acaso los dramáticos eventos ya presenciados por todos no son suficientes para abrirnos los ojos? ¿Va a permitir la FAN la existencia de un segundo ejército, el de los círculos bolivarianos, elogiados por el señor Chávez y que conforman una amenaza mortal a cualquier estructura militar legal? Debo concluir afirmando que no me suscitan credibilidad las profesiones de fe “constitucionalista”, tras las cuales diversos oficiales de la FAN procuran disfrazar su respaldo a un régimen oprobioso, que abdicó de manera flagrante su legitimidad derramando sangre inocente, que jamás ha respetado su Constitución, y que ahora intenta encubrir sus desmanes bajo un manto de mentiras y tergiversaciones. Lo que ocurre en nuestra sociedad es simple: predominan aún la cobardía moral, el oportunismo político, y la ceguera intelectual. El abismo está ante nuestras narices, para civiles y militares por igual.

EL NACIONAL - Domingo 19 de Agosto de 2007     Siete Días/1
El fundamento militarista
Antonio Pasquali

El episodio del 1º de agosto fue un epítome de la escualidez chavista. Tras olfatear las deposiciones de una espontánea mitómana regando su ponzoña antes de volver a la nada, y de un coprófago al que le falta ingerir un último litro de heces para completar su verdadero ser, la monocrática Asamblea decidió cubanamente aplicar terrorismo de Estado a 33 periodistas, criminalizándolos por haber viajado, invitados, a Estados Unidos. Se sumarán a los 63 ya enjuiciados desde 2002 por un régimen falsamente libertario. Ese Legislativo encarna como nunca la histórica genuflexión del país inmaduro ante las botas.
Para vencer la anomalía chavista habrá que dejarse ya de hermenéuticas bizantinas y volver a la vieja, monolítica y campante categoría de "militarismo", que es "el gobierno militar-policiaco producto de la toma, por parte del ejército, de una influencia decisiva en la política del Estado" (Osmanczyk); una verdad a recordar sobre todo a chavistas civiles y militares institucionales, indignamente manipulados por un soldado sediento de poder.
Tras su socialismo de pacotilla, Chávez no es un uniformado que llegando al poder comienza a actuar civilmente, sino un monotemático que sólo piensa y actúa en militar, rebautiza y regimenta una entera sociedad con nomenclatura militar, metamorfosea a la disidencia en "enemigos", sueña y compra armas en desmesura, exige obediencia cuartelera y, en suma, reduce la convivencia a lo único que maneja coherentemente, su enseñanza en los cursos de "Filosofía de la Guerra" de la Academia Militar. Ama repetir, como el rey Sol, que su ultima ratio regum (el último argumento de los reyes) es el uso del cañón. La "unión cívico-militar" es la vaselina que usa; en los hechos, ya casi no quedan poderes en Venezuela que no estén en manos de militares sumisos. La valiente video-denuncia de Ciudadanía Activa: Venezuela ¿se uniforma? es el mayor acierto comunicacional de estos meses (
http://www.youtube. com/watch?v=Vzpw-icJG9M ). La diatriba pública MüllerBaduel acerca del tipo de guerra que nos esperaría, indica el nivel de intoxicación militarista de la sociedad civil. La oposición debe apresurarse a confeccionar un organigrama del Estado que muestre los cargos ocupados por militares activos o retirados, pues urge ensayar una lectura militar de hechos que resultan incomprensibles en su lectura civil. Ejemplo: el cable submarino La Guaira-La Orchila-Siboney de 160 Gb/ seg, grotescamente sobredimensionado para fines civiles, pero con sentido si se le piensa en militar (las telecom cubanas son un popurrí demencial de comatoso subdesarrollo civil y de hiperdesarrollo militar traído a la isla por la URSS principalmente en el centro de espionaje electrónico de Lourdes, que llegó a ser de los más poderosos de la tierra).
Una agorera carrera armamentista que el sentido común no entiende, la creación de un ejército pretoriano paralelo para una gran "Armada Roja" final, las liaisons dangé reuses con Bielorrusia, Siria e Irán para una geopolítica megalómana, la formación a granel de militares y paramilitares en La Habana y Cojímar, la creación de una "URSS latinoamericana" para la defensa mutua, y una armada submarina con lanzacohetes de alcance intermedio y cabezas no especificadas que pudiera reproducir en pequeño la crisis de los misiles de octubre 1962... ¿cómo dudar de que hay un delirio militarista actuando de fundamental pivote político? El 10-11-2005 Chávez declaró a A. Zhukov, vice-premier ruso, que Caracas sería "el centro del torbellino" donde todo ardería y que "América Latina será lo que Rusia no pudo ser". Su empeño en realizar la fantasía del Che: "Uno, diez, mil Vietnam" (con él en el rol de Giap) es en efecto vistoso. Pero los delirios bloquean la mente: a Chávez le hacen olvidar que Vietnam volvió a la economía de mercado y que, PC aparte, él fue abucheado en Hanoi tras pronunciar su consabida filípica anticapitalista.

EL NACIONAL - Domingo 03 de Abril de 2011     Opinión/9
La mosca en la oreja
La humillación del guerrero   
Pedro LLorens

Se equivocan tanto quienes lo creen zamarro como los que lo creen pendejo.
El tipo es más bien cascorvo, capaz de enredarlo todo e incapaz de enderezarlo luego, sinónimo de torcido, avieso y turbio; también de choreto, maneto o chueco (Diccionario de la Real Academia Española / Rosenblat); imposibilitado de llevar algo por buen camino, como ha quedado plenamente demostrado.
También se equivocan los que se esfuerzan en ubicarlo en la extrema izquierda (comunista) o en la centroizquierda (liberal), y los que exhiben razones para relegarlo a la centroderecha (conservadora) o a la extrema derecha (fascista)... porque el cascorvo, sin necesidad de leer a Norberto Bobbio, intuyó que, si bien el comunismo histórico terminó en fracaso, el desafío que lanzó este movimiento permanece como tarea pendiente, y especular sobre el mismo puede resultar buen negocio y también el camino más corto para llegar al totalitarismo, especialmente para un militar latinoamericano evangélico y demagogo, comunista (de boquilla) o fascista (de corazón) o las dos cosas juntas, lo mismo da (el Bolívar socialista y antiimperialista del chavismo es el mismo dictador que veneran los conservadores colombianos).
Y, finalmente, se equivoca el cascorvo al creer que con su dinero (Fonden, Pdvsa, BCV...) y todos los fondos que en teoría, sólo en teoría, pertenecen al pueblo puede mantenerse indefinidamente en el poder, cada día con mayor descaro: "Da y quita decoros y quebranta cualquier fuero... rompe recatos y ablanda al juez más severo... al natural destierra y hace propio al forastero...
y con su fuerza humilla al cobarde y al guerrero" (Francisco de Quevedo).
En cuanto a la humillación del guerrero, puede salirle el tiro por la culata con la reforma de la Ley Orgánica de la FAN, para volver a intentar encasquetarnos su milicia (depende directamente de él) ahora como quinto componente de la institución armada, y con el Plan Integral de Educación Militar, que la hace obligatoria en todos los programas de estudios del país, a cualquier nivel, desde el primer grado de primaria.
Para que un hombre tan desconfiado, con más anillos (de seguridad) que Saturno, quiera convertir su milicia de juguete en guardia pretoriana a su servicio, con prerrogativas sobre los otros cuatro componentes de la Fuerza Armada Nacional, algo debe estar pasando en el mundo de los militares. O todos son perrito de taxi como los oficiales que jalan en Aló, Presidente, o hay quienes se sienten humillados e intentan resistir. El ex ministro de la Defensa, Raúl Salazar, confía en que la FAN hará respetar el Estado de Derecho.

EL NACIONAL - Jueves 28 de Mayo de 2009     Opinión/13
El dictador
Ningún dictador surge de la nada. Nace de sociedades en crisis
Ovidio Pérez Morales

El título de esta líneas reproduce el del libro de Ramón Guillermo Aveledo, recientemente publicado, bien escrito, seriamente documentado, de ágil lectura. Pero, desgraciadamente, de patente actualidad.
A decir verdad, sin embargo, de tiranías, dictaduras, autocracias, despotismos, totalitarismos y de realidades sinónimas, está llena la historia. Ésta la inauguró un tal Adán, quien pretendió ya, en los albores de la humanidad, un poder absoluto, que acabó llevándolo a percibir la propia desnudez y a desencadenar un mundo duro y una secuencia ininterrumpida de hostilidades. El Génesis narra estos inicios con un ropaje altamente simbólico y un colorido antropomórfico.
El Dictador, anatomía de la tiranía, trata del poder absoluto y de siete hombres que intentaron ejercerlo: Mussolini, Stalin, Trujillo, Hitler, Franco, Mao y Fidel. Con múltiples matices en las causas u ocasiones que los llevaron al dominio, en el ejercicio de éste y en los capítulos finales de sus vidas, que fantasiosamente proyectaban in infinitum.
Teodoro Petkoff ha prologado el libro. De las cosas que desarrolla hay dos que quisiera subrayar aquí. La primera se refiere al "hilo conductor" que teje la tragedia de esas dictaduras: "El terror y su derivación, el miedo". Teodoro explica: "De la dictadura, que en su estricta acepción político-jurídica corresponde al establecimiento del Estado de excepción y al otorgamiento institucional y constitucional de poderes especiales al mandatario, para hacer frente a una emergencia política (piénsese en las dictaduras de Bolívar), sólo se pasa a la tiranía y al despotismo, al poder absoluto, por el sangriento túnel del terror. No se llega al reinado absoluto de la voluntad de un solo hombre, que no atiende a leyes ni instituciones, sin la policía política, sin la fuerza armada transformada en guardia pretoriana, sin las salas de tortura, sin las cárceles, los prisioneros políticos y los exiliados, y, prima el ultima ratio, sin el asesinato ­policial o parapolicial­ masivo o selectivo. Sin el terror, en suma. Sin el miedo".
Lo segundo se refiere a la creación de un monstruo. Ningún dictador surge de la nada. Nace de sociedades en crisis, pero al cabo de un tiempo "el hombre de la crisis" se independiza de ésta y el afianzamiento del poder personal lo lleva, con un cortejo de sociedad, a fabricar un monstruo (como el que se le fue de las manos al doctor Frankenstein). Aquí se juntan: una mesianización o sacralización del poder, el "culto a la personalidad", una cultura de la adulancia y la sumisión de cierto cariz "religioso". Toda disidencia se vuelve inaceptable.
Ramón Guillermo no simplifica la compleja realidad de la "dictadura". Se ha dicho que el ser humano es un macrocosmos, en cuanto en él se integran, confluyen, muy diversos factores que componen el universo y la humanidad. Esto se refleja en el surgimiento de las dictaduras, en su desarrollo, en su interpretación, dependiendo de las filias y de las fobias, de las ubicaciones y alineaciones. En ellas, por tanto, deben interesarse, entre otros, sociólogos, moralistas y psicólogos.
Lo cierto es que un tal régimen tiránico contradice el sentido y la vocación definitivos de la persona y de la comunidad humanas. Creadas para vivir en libertad y no en esclavitud, en justicia y no en inclemencia, en paz y no en autodestrucción.
Y no olvidemos: las dictaduras no son fatalidades: las generamos-justificamos-sufrimosresistimos-combatimos. Y las cambiamos. Ciertamente Ramón Guillermo no es profeta de lamentaciones, sino de activa esperanza.

EL NACIONAL - Miércoles 16 de Abril de 2008     Nación/11
Tiempos de confusión (IV)
Heinz R. Sonntag

En artículos anteriores me he referido a la confusión reinante en el régimen, en la oposición y en la sociedad civil. Un hilo conductor en la argumentación fue mostrar la fragilidad de las instituciones democráticas y ciudadanas, inducida por las políticas arbitrarias y errantes del teniente coronel, y por ende el peligro de graves malfuncionamientos de la sociedad y el Estado en Venezuela a corto plazo. No me referí a una institución que, tradicionalmente, está rodeada de secretos, más para los que participamos en el debate de la opinión publicada que para los que constituyen la opinión pública tout court: las fuerzas armadas nacionales.
Esta institución parece a priori como cerrada, con normas y conductas propias, casi indescifrable para los políticos civiles que, en circunstancias "normales" de una democracia, están a cargo de guiarla. Ella misma contribuye a menudo al secreteo que la rodea, particularmente en cuanto a la(s) influencia(s) que ejerce sobre el gobierno e incluso sobre el Estado. En nuestros países, estas características son, por razones históricas y de debilidad de las instituciones civiles, aun más marcadas.
Durante más de 25 años desde 1958, lo que llaman despectivamente Puntofijismo en al actualidad, la FAN participaba de las reglas del pacto de la democracia representativa –el poder militar estaba subordinado al poder civil.
Secreta y subversivamente, un pequeño grupo de jóvenes oficiales formó, en la década de los 70, una conspiración que explotó el 4 de febrero y el 27 de noviembre de 1992 en dos intentos de golpe, ambos directa o indirectamente dirigidos por Hugo Chávez. Estos eventos mostraron que había contradicciones en la FAN, las cuales se agudizaron a partir de la toma de este último como Presidente en 1999. El 11 de abril de 2002, un grupo de altos oficiales intentó derrocar al teniente coronel, mientras otro grupo lo reinstaló en el poder el 13 abril.
Desde ese momento, contra las resistencias de sectores importantes de los militares, el Presidente maniobró para que los militares fueran parte del círculo de los que mandan (lo que Norberto Ceresole en vida llamaba "alianza pueblo-fuerzas armadas"). El poder militar no estaba más subordinado al civil.
Esta tendencia ha continuado y se ha reforzado hasta nuestros días, en los que el saludo oficial es "¡Patria, Socialismo o Muerte!", por orden de quien fue designado, en una reforma de la Ley de la Fuerza Armada, comandante militar en jefe de la FAN, un rango diferenciado de su condición constitucional como Presidente de la Republica cual Jefe de la misma.
Sin embargo, las contradicciones no faltan. Se expresan, por ejemplo en el hecho de que en la Guardia Nacional hay 158 militares activos de diversos rangos sin cargo asignado, entre ellos 12 generales, mientras que en el Ejército son más de 300 oficiales activos (17 generales de brigada y división), por sus desavenencias con la revolución, esto es: con Chávez (Tal cual, 9 y 11 de abril de 2008). La ONG Control Ciudadano calcula que en toda la FAN hay cerca de mil oficiales en la misma situación (Talcual, 9 de abril de 2008).
También se manifiestan en el hecho de que el teniente coronel ha creado una "guardia pretoriana" de "reservistas" bajo su exclusivo mando. Existía desde hace algunos años, su jefe incluso fue designado ministro de la Defensa, pero adquirió carácter legal con un decreto con fuerza de ley el 12 de abril de 2008.
Estos hechos son anticonstitucionales. Y una de las primeras medidas que habrá que tomarse en un regreso democrático a un Estado social de derecho es revertirlos. Además, es la única vía de devolverle a la FAN el carácter civilista de institución bajo el poder ciudadano.

EL NACIONAL - Domingo 16 de Mayo de 2010     Opinión/11
Vietnam y Venezuela   
Ricardo Bello,

El único parecido es que comienzan con V, pero pueden servir de comparación, al menos en lo que a la mentalidad de los militares se refiere.
No voy a escribir un artículo contra ellos, si están pensando eso, pasen de largo, tendrán oportunidades de sobra.
Quise hablar sobre Vietnam porque hace poco conocí a Karl Marlantes, teniente de la Marina de Estados Unidos (batallón de reserva, por si acaso). Marlantes recibió hace cuarenta años la Cruz de la Marina, una de las condecoraciones más importantes que otorga Estados Unidos a soldados que han demostrado heroísmo extraordinario en combate. La recibió por haber liderado un ataque contra una posición fortificada vietnamita muy cerca de Laos; arriesgó su vida para vencer en el ataque a tropas enemigas y salvó numerosas vidas americanas en el proceso. Le concedieron también dos corazones púrpura y tres medallas más. Y, para colmo, es graduado cum laude en la Universidad de Yale y fue Rodhes Scholar en Oxford.
¿De dónde saco yo amigos así? Leyéndolos.
Marlantes pasó 35 años intentando escribir un relato convincente y significativo de su experiencia, que fue rechazado una y otra vez por los editores hasta que, finalmente, logró que fuera publicado.
Su novela, escrita y reescrita innumerables veces, titulada Matterhorn, toma su nombre de una batalla llevada a cabo en marzo de 1969 y que sin duda será considerada como uno de los grandes relatos sobre como el dios de la guerra arrastra, confunde e ilumina a los hombres. La novela está construida desde la perspectiva de un joven teniente, que debe aprender el papel que la política juega en el combate, desde las ambiciones de los oficiales que aspiran a ascender en la jerarquía militar, hasta la tensión racial de los años sesenta, poco después del asesinato de Martin Luther King y Robert Kennedy. Es un relato cruel, muy duro, pero capaz de meterse en nuestra mente y hacernos vivir el horror del enfrentamiento a muerte.
La escritura es uno de los métodos preferidos y más efectivos para comunicarnos entre nosotros. Si Tolstoi estuviese vivo, igual tendríamos que leernos La guerra y la paz para conocerlo. Quizás sólo así lo haríamos, de forma auténtica, traspasando las barreras del teatro natural que creamos en nuestro entorno. Por eso digo que creo haber empezado a conocer a Marlantes y hasta, por qué no, haberme hecho amigo de él.
La V de Venezuela, por otro lado, viene a cuento por otro libro, que igual nos sirve para conocer a su autor, José Antonio Rivas Leone, como para intentar abrirnos a la realidad de este país, sobre todo desde que a los militares se le metió en la cabeza que son los más autorizados para dirigir la economía y el manejo de conflictos típicos de una democracia del siglo XXI. En los bordes de la democracia: la militarización de la política venezolana, se llama su libro.
Rivas Leone explica y documenta con detalles la erosión de las organizaciones políticas y cómo el partido militar logró sustituirlos como agente distribuidor de beneficios materiales y simbólicos, claves para entender el desastre que nos ocupa. No hay heroísmo de por medio, tan sólo la administración de cuantiosos recursos e instituciones de manera populista, autoritaria y pretoriana.
Muchos otros rasgos podrían mencionarse, aunque uno prevalezca y sobresalga: inefectiva. Salvaje por haber dividido a los venezolanos y criminal por anteponer la compra desaforada de armamentos antes de solucionar los verdaderos problemas de una nación subdesarrollada.
Los libros están ahí, y sus autores también, para desmentir la falsa realidad, la propaganda ilimitada con que los uniformes imponen su apetito desmesurado.

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