sábado, 21 de junio de 2014

DESDE EL MÁS ACÁ

EL UNIVERSAL, Caracas, 6 de junio de 2014
El más allá según Küng
Ricardo Gil Otaiza

Los grandes autores tienen la particularidad de no cansar a sus lectores; es más, sus libros se convierten en fuente inagotable de placer, de goce del sentido de lo estético; de disfrute intelectual y emocional. Una obra de un autor particular, si es grata, necesariamente lleva a otra y otra hasta convertirse en toda una cadena de complicidad entre el lector y quien escribe. En este sentido, termino de leer otro tomo de Hans Küng (de quien reseñé hace pocos días en estas mismas páginas su libro titulado Lo que yo creo), se trata esta vez de su ya clásico y discutido texto ¿Vida eterna? (Editorial Trotta, 2001).
Debo decir que los libros de Küng son difíciles de hallar en Venezuela, y cuando tenemos la suerte de encontrarlos, nos enfrentamos con sus altísimos costos, que hacen cuesta arriba la tarea. Superados estos escollos (fundamentales en nuestro caso ante la crisis económica que nos sacude) nos adentramos en las páginas de este filósofo y teólogo suizo, quien no se cansa de azuzar el espíritu de la duda inherente a quien pone en tela de juicio sus propios referentes y "certezas" intelectuales y personales. Se adentra Küng en este tema de primer orden sin prejuicios interreligiosos y sin atavismos doctrinarios, buscando en todo caso hacer inteligible a quienes se acercan a estas páginas, los intríngulis de una cuestión que ha sido durante siglos (toda la historia de la humanidad: ¿qué dudas caben?) centro de discusión e interés por parte del ser humano.
No busca el autor la tranquilidad de quien se siente reconfortado por la creencia de una vida más allá de la muerte física, sino que paradójicamente estimula la reflexión que profundice sin prejuicios ni limitaciones en los denominados puntos neurálgicos (encuentros y desencuentros, luces y sombras), que han hecho de esta interminable cuestión una especie de noria que pasa de generación en generación hasta caer siempre en lo mismo: la no-certeza frente a lo inconmensurable e inasible. Si bien como bien lo apunta Küng la ciencia ha hecho sus ingentes aportes en este campo (que podríamos definir como "escatológico"), sus "hallazgos" no logran aún poner un punto final a tanta interrogante nacida del cotejo entre la experiencia personal (hecho empírico) y los inmensos hiatos y brechas imposibles de cerrar desde nuestra visión plana (y chata de la realidad fenoménica).
Comenta Küng trabajos fundamentales sobre el tema, que abren espacios para interesantes discusiones, como son: Vida después de la vida de Raymond Moody, así como las investigaciones de la autora norteamericana Elisabeth Kübler-Ross, cuyos hallazgos son (después de tantos años de publicados) fuentes de agudas controversias entre médicos, filósofos y religiosos, así como de ávido interés por parte de los lectores. Llega Hans Küng a la inexorable conclusión de que no puede hablarse de experiencias del más allá por parte de pacientes que han sido declarados muertos, si ninguno de ellos ha sufrido la denominada "muerte total", que implica el cese absoluto y sin amago de dudas de todas las funciones vitales.
No niega el teólogo la importancia de tales experiencias, que podrían servir de base a estudios ulteriores en tan espinoso tema, sino que, según su opinión, "no prueban nada a favor de una posible vida tras la muerte, pues en ellas se trata de los últimos cinco minutos antes de morir, no de una vida eterna después de la muerte". Tal vez a futuro, como lo afirma el propio autor, equipos interdisciplinarios (médicos, filósofos, juristas, teólogos) podrían darnos las respuestas que hoy aguardamos, mientras en el ínterin continúa la incertidumbre atávica, el temor a la finitud; la eterna duda sembrada en medio de nuestra existencia.

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