domingo, 15 de junio de 2014

ESTATOSFÉRICOS

EL NACIONAL, Caracas, 26 de enero de 1997
Pizarrón
Del Estado y la cultura
Arturo Uslar Pietri

El crecimiento monstruoso del Estado venezolano en los últimos años y el aumento desbocado del gasto público, financiado por la riqueza petrolera, han ocasionado en Venezuela grandes deformaciones, desviaciones y contradicciones que algún día tendrán que ser corregidas a fondo, si se quiere que el país tome un rumbo cierto hacia el desarrollo verdadero. Esta poderosa fuerza deformadora ha afectado todos los aspectos de la vida nacional y ha provocado que el Estado monstruosamente rico y monstruosamente interventor influya de manera decisiva, y no siempre acertada, en todos los aspectos de la vida nacional.
Se ha gastado sin plan, sin concierto, sin ninguna consideración del gasto y del objetivo logrado, en las más diversas formas de la vida colectiva, hasta desembocar en el inmenso aparato estatal que lo abarca todo, que lo interviene todo, que lo subsidia todo y que lo desnaturaliza todo.
Valdría la pena citar, por ejemplo, el caso de la llamada cultura . Desde hace ya muchos años los políticos venezolanos descubrieron el mundo de la cultura y las inmensas posibilidades de influencia política que podría ofrecer. Se procedió a aumentar continuamente el gasto público en pretendidas actividades culturales, sin que nunca hubiera una definición suficientemente clara ni de lo que era la cultura, ni de lo que podía hacer el Estado en ella, ni los muchos aspectos negativos que este sistema podría engendrar.
Por muchas y diversas razones, la cultura como tema se ha convertido en una preocupación creciente de los gobiernos populistas y demagógicos. Falta una definición de la cultura, que no es fácil. Se ocurrió, por la vía más simple y directa, a subsidiar y distribuir dinero entre las personas que, pretendidamente, se dedican a actividades culturales, lo que comprende desde los artistas y escritores genuinos hasta los que pretenden serlo, con muy dudosos títulos y, desde luego, a una sistemática exaltación de todas las formas imaginables del folklore.
Si el término cultura , tomado en todas las lenguas modernas de la palabra latina que designa el cultivo de la tierra, se fuera a aplicar en su acepción más amplia, tendríamos que convenir que todo lo que no es naturaleza es cultura y que el campo de ésta abarca, prácticamente, la mayoría de las actividades humanas.
Desde luego que no es en este concepto tan amplio como se ha tomado el papel del Estado en las actividades culturales, sino que se ha limitado a la creación artística y literaria, a sus cultivadores y al inmenso e indefinido campo de lo tradicional popular, que hoy llamamos folklore.
Si nos restringiéramos al campo de la literatura y de las Bellas Artes habría que distinguir dos aspectos complementarios pero distintos: el de la creación artística y literaria en la que el Estado puede cometer errores, de muy negativas consecuencias, y el de la difusión de la literatura, de la música y las Bellas Artes a todo el conjunto de la nación, como parte esencial de la educación.
En el campo de la difusión, el papel del Estado puede ser de importancia decisiva llevando el libro, la música, el teatro, la danza y las artes plásticas al conocimiento adecuado y estimulante del mayor número posible de personas.
Donde aparece la mayor dificultad es en el campo del subsidio y el estímulo a la creación literaria y artística. La tentación, irresistible por parte del Estado, de establecer una vinculación de dependencia de los escritores y los artistas obedece a mecanismos ineluctables y constantes del poder político.
La mayor parte de la gran creación literaria y artística de Occidente, particulamente desde el siglo XVIII, se hizo fuera del Estado y hasta contra el Estado.
La experiencia de los regímenes totalitarios en la promoción de la creación artística y literaria en nuestro siglo fue negativa y empobrecedora. Ciertamente, hay un grado de libertad y hasta de rebeldía en toda creación cultural.
Toda creación literaria y artística se hace, en alguna forma, a favor de algo pero también, de manera evidente, contra algo. Desde los grandes movimientos culturales, que representaron la Ilustración y el Romanticismo, pasando por todas las grandes revoluciones artísticas y literarias de nuestro tiempo, el gran artista ha sido un rebelde, un innovador o un inconforme con lo existente.
No es fácil hallar ese punto de equilibrio en el que la presencia del Estado ayuda y estimula, sin esterilizar y desviar la creación artística y literaria, pero de ello depende, sin duda alguna, que la presencia del Estado en la vida cultural termine por ser positiva o negativa.

Fotografía: http://porlaconciencia.com/wp-content/uploads/2012/06/Uslar-51.jpg

Breve nota LB: Viene a colación el texto, porque ya ni el tema aparece en pantalla. Son muchas las coincidencias y las discrepancias con el uslariato (http://lbarragan.blogspot.com/2011/04/busqueda-de-la-uslaridad.html), pero el cada vez más lejano planteamiento, da ocasión para interrogarnos sobre lo que hoy ocurre en Venezuela.

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