lunes, 1 de octubre de 2012

CONSTATACIÓN

EL NACIONAL - Lunes 01 de Octubre de 2012     Escenas/2
La desolación
PALABRAS SOBRE PALABRAS
LETRAS
FRANCISCO JAVIER PÉREZ

Nos encontramos en España, en cualquier parte.
Como siempre, llaman nuestra atención las librerías, muchas, diversas, pletóricas. El espectáculo es agradable y entretiene. Las salas son grandes y su hospitalidad nos seduce. Encanta la abundancia de especímenes entretenidos y de piezas de estudio. La variedad es tal que, con las diferencias de cada local, en cada uno se nos anuncian las novedades en mesones abarrotados y que ofrecen una zona de colorido visual y mental incomparable. Al adentrarnos en el recinto, están con nosotros (o nosotros estamos con) las secciones dedicadas a las distintas materias motivo de cada librería (pues las hay generales y especializadas en temas concretos, comunes o eruditos) y en cada una de ellas se prepara un festín de conceptos y cronologías del libro regidas por nuestro señor el alfabeto. Al acercarnos más y más nos damos cuenta de que somos dignísimos comensales del babélico condumio de ideas y palabras.
Todo esto está bien y es lo que tiene que hacer una industria que, si bien se conduce por los patrones de la economía y el mercado, ofrece espacios más que generosos a la producción estética y científica del libro.
Todo (o casi todo) de lo nuevo, así como mucho de lo no tan nuevo, se encuentra disponible para la multiforme tropa de visitantes, compradores, lectores, coleccionistas, estudiantes y estudiosos.
Este cosmos de opciones y alternativas, sin embargo, no está exento de carencias y no está ajeno a señalamientos en relación con lo que no existe en sus anaqueles o en sus registros de virtualidad bibliográfica. La referencia no es otra que una llamada de atención ante lo que no encontramos en ese universo de variadísimas alternativas del libro y lo que no está en la posibilidad de adquisición en ninguna de sus formas. Lo que no está, no existe; podría decirse con una rudeza no siempre cierta. En todo caso, lo que no está no es accesible y por ello engrosa el interminable repertorio de lo que no se conoce (al menos de momento).
Cuando nos acercamos, en cualquiera de estas librerías, a la sección de literatura hispanoamericana, vamos siguiendo el viaje histórico de nuestros autores continentales más reconocidos y nos fascinamos por la profusión de ediciones españolas, las más de ellas, sobre alguno de ellos. Ya en este punto comienzan nuestros primeros sentimientos de vacío y nuestras primeras muecas de malestar. Notamos ausencias imperdonables y las carencias hacen gala de una solidez más que evidente.
Echamos de menos autores capitales y obras necesarias para comprender lo que hemos significado en la gestión literaria. Pensamos, al pronto, que un lector curioso que se acerque a esta sección no podría tener acceso a la plenitud de nuestro quehacer en la escritura, sino sólo a un muy escogido y parcial repertorio de realizadores y realizaciones. El malestar permanente hace su presencia.
Pero, qué decir cuando no sólo faltan algunos autores y sus obras, sino cuando faltan todos como en el caso de la literatura venezolana. En muchos de estos expendios del libro no existe huella alguna de lo que nuestro país ha significado en el trabajo con la palabra literaria. Ni Bello o Gallegos, otrora los únicos con moderada presencia, quedan ya. Ha triunfado la desolación.

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