Debaten Clinton y Trump
Luis Barragán
Propio de las campañas electorales estadounidenses, Hillary Clinton y Donald Trump debaten personalmente ante las cámaras, teniendo por sedes significativas algunas universidades. Digamos de un recurso de las sociedades complejas y contradictorias que buscan el inevitable centro político, intentando identificar los básicos consensos.
El elector promedio, satisfecho - aunque inconsciente - de sus niveles de vida, devoto de la simplicidad a lo Homero Simpson, sobre todo en la zona céntrica del país, quizá marque nuevamente la pauta frente al empedernido abstencionista más y menos acomodado de las grandes y medianas metrópolis. No obstante, fácil de constatar por la sola existencia de una temible opinión pública, embargado el sistema político de esa complejidad, la democracia representativa paradójicamente se hace más participativa, constante y sonante, respecto a aquellas sociedades que se ufanan de la letra muda y entelerañada de la Constitución, porque hasta el planteamiento de un acto referendario constituye una proeza, institucionalmente tan empobrecida Venezuela, peor o igual que lo está en lo económico y social.
En el primer encuentro de los candidatos republicano y demócrata, quizá tan decisivo como lo fue aquél de Nixon y Kennedy que, faltando poco, realmente incidió por su primera media hora, en tiempos remotos, Trump no logró arrinconar a Clinton, como evidentemente pretendió. Cada quien, televidente ajeno y alejado, formulará sus concusiones, pero – la nuestra – estriba en una reivindicación del oficio político en el que no luce suficiente la experiencia del llamado hombre de negocios, fundamental alegato de quien – antes – ni siquiera se sospechaba como un competitivo candidato en los mismos predios republicanos.
Mal podríamos argüir que la política compete exclusivamente a sus templarios, algo imposible porque es o ha de ser una fundamental experiencia ciudadana, mas debe soportar el asedio de la antipolítica, por definición, temeraria e improvisada. Frecuentemente, alguna celebridad o notoriedad proveniente de campos diferentes, cree legítimo tomar por asalto el oficio político, elevando sus costos, con el empleo de las herramientas orientadas a dirimirla como un mero y pueril espectáculo.
Obligada referencia, el debate entre los principales candidatos presidenciales, se hizo un hábito en Venezuela, arrojando sorpresas como el protagonizado por Caldera y Lusinchi en 1983, pero el arribo al poder del llamado chavismo acabó con la práctica, descomponiendo – además – toda discusión pública hasta lo indecible, consagrada la “posverdad” de acuerdo a lo que se entiende por tal en otras latitudes. Por cierto, no olvidamos que Chávez Frías se acobardó cuando Vargas Llosa le tomó la palabra y, muy igualitariamente, como siempre proclamó, apeló a aquello del águila que no se rebaja a cazar moscas.
Fotografía: http://www.laprensagrafica.com/2016/09/27/los-mejores-memes-del-debate-clintontrump
03/10/2016:
http://www.diariocontraste.com/2016/10/debaten-clinton-y-trump-por-luis-barragan-luisbarraganj
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