Pronósticos, métodos e incentivos
Douglas C. Ramírez Vera
Es fácil predecir un comportamiento racional, lo difícil es predecir, el comportamiento de un idiota.
Toda disciplina que pretende ser científica se sustenta en ciertas premisas. En primer lugar tiene un objeto de estudio. En segundo lugar, posee un método para falsear una teoría y en tercer lugar se sustenta en su capacidad de predicción. En las ciencias humanas, y en particular en la economía, este último elemento se ha puesto en discusión, por las limitaciones que se tiene de poder hacer experimentos controlados y replicables. Un enfoque para desarrollar teorías, en el campo de la economía, tiene que ver con el desarrollo de ciertos “experimentos mentales —como lo llamaba Albert Einstein—.
En la profesión hay un consenso en que la validez de las teorías no se encuentra en el realismo de las hipótesis, sino en la capacidad predictiva del modelo que se construye y, por tanto, si el modelo es capaz de predecir de una manera adecuada lo que acontece (con el menor número de elementos involucrados), ese modelo resulta mejor por cuanto logra explicar lo más con lo menos.
En la elaboración de modelos de pronósticos se habla de dos principios base para el diseños de los mismo, uno es GIGO y el otro es MES. El primero es: “Garbage In Garbage Out”, este se refiere a que cuando se utiliza un conjunto de información inadecuado—lo que incluye datos y teorías—, con una metodología errada, no se puede esperar buenos resultados. El segundo principio se refiere al principio de parsimonia, que señala: “Manténgalo Estúpidamente Simple” o “Estúpido Manténgalo Simple”. Esto último implica que construir modelos más complejo no significa que va a tener mayor precisión. De ahí se deriva un principio heurístico de la predicción el cual señala que: “el mejor pronóstico es un promedio de pronósticos”.
A los economistas les parece obvio que todo modelo debe estar sustentado en una cierta racionalidad, aun cuando el individuo sobre el que se hace el modelo no sea un ser racional. Expliquemos mejor esto último a través de un ejemplo. Si quiero realizar un programa computacional de un juego de billar, en este se programa al jugador virtual de los mejores conocimientos de geometría y de física que sean necesarios, para que tenga un juego óptimo y replique al mejor jugador de billar del mundo. Pero lo más probable, es que ese mejor jugador de billar del mundo no sepa de geometría, ni de física. Su comportamiento es instintivo y automático producto de su experiencia. Pero el programa podrá replicar su juego, aun cuando el modelo real no sepa lo que sabe el programa.
Si no existe un comportamiento razonable que siga ciertas reglas o donde el caos no sigue reglas, es difícil modelar o generar un modelo de pronóstico que permita anticipar el juego óptimo del otro jugador y pueda en consecuencia generarse una respuesta óptima a ese juego.
¿Cómo se consigue captar la racionalidad en un comportamiento aparentemente irracional? La respuesta viene dada por los estudios de la economía conductual. En un manicomio de mujeres, se realizaron experimentos donde se les daba un dulce o algo del agrado a las internas, si contribuían con el orden y la limpieza. El resultado es que mejoró el orden ambiental. Luego se generalizó el premio independientemente de si colaboraban o no. El resultado es que se volvió ¡más manicomio!. Luego se reintrodujo el incentivo, si colaboraban, y volvió a mejorar el orden. La conclusión del estudio fue: “¡Locas pero no tontas!”. Desde este punto de vista, en el estudio del comportamiento económico, resulta clave conocer cuál es el incentivo que lo mueve en el actuar. Es decir, los seres humanos nos movemos por incentivos.
Encontrar cierta racionalidad en las prácticas económicas públicas del país, ha implicado un esfuerzo. En economía la racionalidad de una política económica se centra en cumplir ciertas funciones. La primera es crear y asegurar la capacidad de funcionamiento de la economía nacional, lo que se procura es incrementar la capacidad de consumo per cápita de la población que se traduce en un crecimiento económico sostenido y sostenible en el tiempo. La segunda función es el mantener una cierta estabilidad en las variables económicas que permita la coordinación racional de las actividades económicas, lo que se entiende como una adecuada asignación de los recursos que permitan una baja inflación y un alto nivel de empleo. En tercer lugar se apunta a alcanzar la irenarquía, es decir gobernar en paz, esto se entiende como la función socio política del sistema económico, lo que permite por un lado proteger a los socialmente débiles para que el poder no abuse, ni lo aplaste, pero a su vez no impida por el otro lado, el adecuado funcionamiento del mercado. Un gobierno que no cumpla estas funciones se aleja de un orden económico que responda racionalmente a una economía moderna, tal y como se aspira en el orden constitucional ideal. Por eso algunos no ven racionalidad en las prácticas económicas del gobierno. Sin embargo, si ponemos la racionalidad en el mantenimiento, conservación y permanencia en el poder público. Se nota que las prácticas que son irracionales desde la teoría pura, resultan comprensibles desde la economía política. No importando si estas prácticas conducen a la destrucción del aparato productivo nacional, no importando si se destruye la capacidad y salud financiera de la nación.
Sé está en el último trimestre de un año, en el cual se han tenido muchas dificultades, las empresas y las organizaciones públicas y privadas, están elaborando sus planes y sus presupuestos, en función de las metas esperadas. Un elemento clave es tratar de anticipar el futuro para minimizar los costos y optimizar los resultados. Uno de los elementos claves de esa programación, para Venezuela, se encuentra en el escenario mundial, este tiene que ver con el comportamiento del mercado energético y como se puede responder ante ese escenario. Las perspectivas apuntan a un mercado con un ligero crecimiento de la demanda mundial del crudo en 1,3 millones de barriles diarios para el 2017, acompañando a esta noticia, se señala que hay una reducción en los inventarios de los Estados Unidos que se sitúan a la fecha (8/10/2016) en 499,7 millones de barriles por debajo de los 500 millones (promedio de los últimos 16 años) pero por encima del promedio histórico de 328 millones de barriles. Estos elementos (acompañados de otros datos) hacen prever una mejoría del precio del mercado mundial del crudo con en un incremento posible de 10 dólares por barril que lo situaría por encima de los 50 dólares por barril. Esto es una buena noticia para los productores petroleros que pueden incrementar su oferta y mejorar sus ingresos. La mala noticia es que PDVSA, no se beneficiará.
|*|: M Sc Eco. Profesor de la Universidad de los Andes, Facultad de Ciencias Económicas y Sociales del Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales. Jefe de la Cátedra de Macroeconomía de la ULA.
Fuente:
http://opinionynoticias.com/opinioneconomia/27779-pronosticos-metodos-e-incentivos
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