José Martínez de Toda (SJ)
"Hay últimos que serán primeros, y primeros que serán últimos", es el mensaje central del Evangelio que se proclama en el vigésimo primer domingo del tiempo ordinario, de este año C, que corresponde al domingo 25 de agosto de 2013. El P. José Martínez de Toda S.J. Venezuela) nos comparte su reflexión dialogada a la lectura del Evangelio de San Lucas, 13, 22-30 .
Hoy le preguntan a Jesús: ¿Serán pocos los que se salven? ¿Qué respondió Jesús?
Entre los judíos había una gran preocupación sobre quiénes se salvaban e iban al cielo y quiénes se condenaban. Ellos imaginaban que una gran muchedumbre de todo pueblo y raza se apiñaba a la puerta del cielo para entrar.
Y alguien le hizo a Jesús la pregunta equivocada: ¿Serán pocos los que se salven?
Jesús no contesta directamente a esta pregunta de simple curiosidad. Él va al grano. Como buen pedagogo, Él aprovecha estos momentos para responder a las verdaderas preguntas que le debían hacer:
¿Cómo salvarse? ¿Quiénes serán recibidos y quiénes rechazados? ¿Qué necesito para ser salvado? ¿Cómo puedo servir a Dios mejor en mi presente situación en la vida? ¿Cómo usar mejor las oportunidades que Dios me da aquí y ahora para mi salvación eterna? Éstas son las preguntas verdaderas.
¿Y qué responde Jesús?
Jesús podía decir en general que todos los hombres del mundo son llamados por Dios a entrar en su Reino, y a todos se les concede de hecho la posibilidad de entrar en él. Pero Jesús especifica además:
Jesús habla de entrar por la puerta estrecha. ¿Qué significa que la puerta sea estrecha?
La puerta estrecha de Jesús significa esfuerzo y sacrificio.
Es ayudarnos mutuamente a nacer de nuevo y acercarnos a todos con amor.
Es una vida entera puesta al servicio de la liberación humana y espiritual de todos.
La puerta tiene exigencias concretas:
Vivir alerta y estar siempre preparados.
Hacer un serio esfuerzo: sólo los que se hacen violencia entran en el Reino de los cielos. Hay que apreciar el Reino por encima de todo: hay que amarlo más que a nada, 'venderlo todo' por él, sacrificar todo lo terreno (Mateo 6, 21; 13, 44).
Ser comprometidos con los hombres: "el que no ama al hermano a quien ve, ¿cómo va a amar a Dios a quien no ve?" (I Juan 4, 20; Mateo 25).
El amor de Dios es un amor exigente.
Es una invitación a la lucha, al compromiso, a la resistencia.
Requiere una opción fundamental y, sobre todo, un esfuerzo continuado.
Pero Jesús no nos pide nada que Él no haya hecho primero. Contamos con su gracia ayudadora; Dios no nos pide nunca algo que no nos haya dado primero.
Él fue el primero en entrar por la puerta estrecha.
Pero hay una amenaza de 'puerta cerrrada'.
¿Hay algún boleto de entrada?
El criterio de selección será solamente la fe con obras.
Mateo pone como criterio o boleta de entrada, la fe (Mt 8, 11-12); Lucas, en cambio, pone como pasaporte las 'obras de justicia' (vv. 23-27).
Juntando las dos respuestas, podemos decir: el único signo seguro será 'ambos unidos': la fe que se manifiesta en las obras, el tener verdadera fe en Cristo, que lleve a practicar la justicia (cf. Mt 25), porque para Dios no hay acepción de personas.
El criterio de salvación es vivir una fe viva, 'operante por la caridad' (cfr. Gal 5, 6)
Es ser y considerarse gratuitamente 'hijos verdaderos', junto con las obras de cada uno.
Es cumplir el "Ámense los unos a los otros" y el "Sírvanse unos a otros".
Es ser pobre en el sentido bíblico, es decir: tener humildad radical y vaciarse de sí mismo ante el Todo-Otro, que es Dios. Quien no recibiere como un niño el Reino de Dios, no podrá entrar en él (Mateo 18, 1-4; 19, 14). La actitud propia del niño es la de fe, confianza, docilidad, sencillez...
En una palabra: es cumplir la voluntad del Padre, especialmente el gran mandamiento del amor.
¿Es exigente la búsqueda del Reino de Dios?
El amor a Dios y el amor a los hermanos es el único pasaporte válido para entrar en el Reino de Dios.
A todos los que presentan otro pasaporte, les dirá: "No sé quiénes son ustedes".
Y el festín del Reino se llenará con los que aquí sirvieron y amaron.
Despedida
Les invitamos a la Misa, a la Eucaristía, sacramento del amor. El Reino de Dios ya está presente entre nosotros. Pero mientras llega en plenitud hay que ir construyéndolo día a día, en nosotros y en los demás. Nada será tan eficaz para ello como celebrar la Eucaristía, donde se come y se bebe 'el Pan y el Vino del Reino', que nos dará energía para cumplir sus exigencias y para extender nuestra misión a toda la creación, mientras llega el Señor. La Eucaristía es la garantía, las arras dadas por Cristo de que un día nos sentaremos con él en su Reino.
Fuente:
http://radioevangelizacion.org/noticia/reflexion-al-evangelio-dominical-puerta-estrecha
Cfr.
Isabel Vidal de Tenreiro: http://www.elimpulso.com/opinion/buena-nueva-esforzarse-cielo
Ilustración: Folke Hammarsten.
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