lunes, 1 de julio de 2013

EL OTRO CHIVO

CIUDAD CARACAS, 30 de junio de 2013
LETRA FRÍA/ Caza de brujas
Humberto Márquez

Nunca he ocultado y menos ahora, mi admiración por Vladimir Acosta, un revolucionario que comencé a seguir desde mis tiempos de estudiante de letras y antropología, por su postura ideológica, y por ser amigo del poeta Valera Mora. El “menos ahora” tiene que ver con que hace unas semanas hubo un pequeño roce que rápidamente sofocó el ministro Villegas, otros de mis admirados, y la propia radio nacional, mi admirada también… ¡que admiradera Dios, parece que tuviera cuidando puesto!… y lejos de esconder tanta admiración y pasar agachado, dejo constancia del valor revolucionario del Chivo, como se le nombra en la UCV.
Oírlo hablar y recitar de memoria los versos del Chino, y sus análisis críticos del proceso son suficientes esperanzadores para mí, y aleccionadores también, tanto que he blandido uno de sus viejos comentarios, en cuanto a que este ha sido el gobierno mas blandengue de la historia, cita que me ha traído mas de un impasse con algunos talibanes de mi entorno, sobre todo en estos días que soltaron a la juez Afiuni. Es además, un jodedor, recuerdo con gracia un día con Maduro en un acto en que le tocaba intervenir y cuando dijo que tenía una fuerte crítica al presidente, la sala toda quedó estupefacta por segundos y muerta de la risa cuando le reclamó que como era posible que fuera caraquista.
Pero de lo que yo vine a hablar hoy, es que me sorprende Carlos Parra de la editorial Galak con una noveleta de 100 páginas escrita por el admirado profesor. “La hija de la bruja o el agua roja del río” es un relato corto, en el que el autor hace gala de su prodigiosa imaginación, harto descriptiva para mi gusto, pero escrito magistralmente con el don del escritor de oficio de atrapar al lector para que se la lea de una sola sentada, o en mi caso de una sola acostada. La caza de brujas es el hilo conductor del relato que culmina con la ejecución de una yerbatera indefensa y su hija que al ser perdonada, al final de la novela ejecuta a los propios inquisidores que le condenan.
En el cuerpo de la novela, que no por lo corta deja de serlo y por eso hablé de noveleta para ser más preciso, destaca el carácter siniestro de los instrumentos de tortura, a lo Mlchel Foucault , una gran rueda y silla con púas, el potro, cuerdas con poleas y manivela para el descoyuntamiento, borceguíes y empulguera, dan fe de la espantosa inquisición católica. Y finalmente destaca el monólogo con la madre muerta a la orilla del río contándole de cómo termino en mendiga, ladrona y puta, y de cómo asesinó al Inquisidor y al Magistrado, hasta que llega la turba y se mata antes de un linchamiento anunciado. ¡Te la comiste Chivo!

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