EL NACIONAL - Domingo 14 de Julio de 2013 Papel Literario/4
Maquiavelo hoy: república o ignominia
CAROLINA GUERRERO
Se dice que en la decadencia corporal última que padece quien es asaltado por la enfermedad de la vejez, Nicolás Maquiavelo relató un sueño que a su vez versionaba el sueño de Escipión. El de Escipión revelaba que, al morir, los grandes hombres políticos compartían la eternidad junto con los beatos en el cielo. Pero según el relato del florentino sobre su experiencia onírica, los grandes hombres que fundaron, gobernaron bien y reformaron repúblicas con sus obras y sus escritos van en cambio al infierno, porque para llevar a cabo las grandes obras que los inmortalizaron violaron las normas de la moral cristiana.
Fundar, gobernar bien y reformar repúblicas. El problema central de la política para Maquiavelo era cómo establecer y mantener un buen gobierno, un objetivo inexorablemente vinculado con la permanencia del Estado y no, como suele asumir el imaginario extendido entre legos y algunos doctos, con la sola preservación del poder por parte del gobernante. Recuérdese cómo comienza El príncipe : los estados sólo podían y pueden existir como repúblicas o como principados.
Hoy hemos de entender por "principado" no el reduccionismo que lo simboliza en la corona, sino toda forma de gobierno donde la voluntad de un solo hombre o de una facción determina la conducción de lo público, suprimiéndose, es evidente, la libertad política de los ciudadanos dispuestos a participar directa o indirectamente en dicho proceso, en la conformación continua, diversa, conflictiva, dinámica y plural del bien común, cuyo núcleo constante es el deseo de no ser oprimido ni por los gobernantes ni por otros gobernados.
La república es la única forma política consubstancial con la libertad, encarnándose ella en una suerte de Santísima Trinidad (la analogía no es maquiavélica) que integran la libertad individual, la libertad cívica y la libertad política. Sólo en una república es posible desplegar la autonomía de la persona en la plenitud de su condición como individuo y como ciudadano. Por tanto, la república es la única forma política consubstancial con el valor de la vida; fuera de la república, se vegeta en medio de la negación de lo humano, en una agregación de hombres subordinados a la voluntad de uno o unos pocos, aun bajo la ilusión de una participación política popular que no es tal si ella es ordenada desde el cénit del poder que, de paso, la controla.
La teorización de Maquiavelo en torno a la república no es utopía sino realismo político.
A partir de las pistas legadas por el autor, se sabe que se vive en república si ningún grupo tiraniza al otro. Vivir en república, insiste Maquiavelo, es ser gobernado por leyes justas y no por la voluntad política de un hombre o de una facción, pero hay más: Maquiavelo nos alerta que el criterio de ley justa no reside en el apoyo democrático a ella; las leyes serán justas sólo si son promotoras de la no dominación. Para el florentino y algunos autores (Berlin, Skinner, Pettit) lo han sintetizado en décadas más o menos recientes la libertad implica la ausencia de interferencia arbitraria, de dependencia, de estado servil y de inseguridad en dilatado sentido político. En términos ideales, la república existe si los ciudadanos son virtuosos.
En términos reales, explica Maquiavelo, la condición para la libertad pública y privada es la virtud del cuerpo político, pero dado que la mayoría no es virtuosa el guardián de la libertad (esto es, de la república) será el poder coercitivo de la ley.
Si la virtud cívica es cosa rara entre los hombres, Maquiavelo enfatiza la necesidad de virtud en el sistema, y esto supone condiciones: que las leyes favorezcan la libertad, que la pluralidad de opiniones y pasiones tenga espacio en la vida institucional de la república, que las instituciones no puedan ser manipuladas por la voluntad de los hombres, que las reformas se emprendan para corregir la inequidad y no para reproducirla en nuevos sujetos, que la democracia no degenere en el despotismo de la asamblea tumultuaria o del demagogo. Pistas vigentes para examinar si hay república o si se transita la ignominia.
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