lunes, 22 de julio de 2013

VICISITUDES PARLAMENTARIAS (4)

EL NACIONAL - VIERNES 3 DE SEPTIEMBRE DE 1999
La evidencia de lo obvio
Luis Barragán J
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Son diversas las perspectivas que llevan a la verdad. La tolerancia es el camino esencial de los cambios que se reclaman sinceros cuando la realidad es asediada por la imaginación, salvaguardándola de los desmanes retóricos que, en el fondo, los niegan.

La institución parlamentaria también es parte del país de los errores y de los aciertos en los que hemos incurrido, incluidos aquellos que se dicen portadores de la verdad absoluta desde el Gobierno y que no admiten la más mínima disidencia, aun de los inocentes seguidores tan atrapados, como los demás, en la recesión, el desempleo y la amenaza inflacionaria. Institución que jamás temió a la protesta de la gente ante sus puertas, ha sabido del ejercicio crítico y autocrítico de todo un sistema cuya transformación no encuentra en el oficialismo las ideas necesarias, la esperanza fiable y la audacia que sólo un proyecto histórico sobrio, coherente y de gran aliento puede dispensar.

El desempeño de la razón, el pluralismo y la controversia, resulta necesario para no traicionar, además, las intenciones de cambio. Un mínimo de protección siempre es urgente para que se manifieste una perspectiva de la verdad, la política, con la libertad deseada y bien puede aproximarse un estudiante que apenas incursiona en el derecho penal, a la naturaleza, sentido y alcances de la inmunidad parlamentaria.

La fragilidad de lo obvio reside en la incomprensión misma de la inmunidad. Muchos lo suponen un privilegio, una carta de nobleza, una patente de corso, cuando se dice de un beneficio procesal temporal y paremos de contar todo lo que la doctrina ha volcado sobre la institución. No obstante, sobran quienes, diciéndose consumados revolucionarios, creen necesario destruirla, pulverizarla, liquidarla, lo que equivaldría a un intento de criminal uniformidad de los espacios públicos, sin inventar la más mínima y debatible fórmula sustitutiva. El empeño de descalificación del Congreso pasa por las súbitas ocurrencias de quienes rinden un exagerado culto a las consignas, sin averiguar cuáles son los antecedentes y propósitos de aquello que nos permite tener un destino común.

La palidez de lo obvio radica en la imposibilidad de evaluar, escrutar, escudriñar lo que dice el Gobierno, aunque contemos formalmente con las herramientas parlamentarias. En otros tiempos, en los deleznables 40 años precedentes, podíamos saber de denuncias e investigaciones parlamentarias que dieran con el fondo de lo ocurrido, fuesen casos como los de Alberto Lovera, las fragatas, la Ibáñez, la partida secreta, los bonos globales. El secuestro de los pasajeros de Avior o el espionaje en el Ejército, admiten una única versión: la oficial. Estas indagaciones no las puede hacer la Asamblea Constituyente, a menos que abandone la construcción de una nueva superlegalidad, aceptado silenciosamente el proyecto presidencial, amén de la innegable y ciega adscripción de la casi totalidad de su membresía. ¿Para qué hablar de la cada vez más urgente Ley sobre el efecto 2000 o de los índices delictivos que antes de la vigencia del Código Orgánico Procesal Penal muestran sus fauces?

La evidencia de lo obvio está en el radical desconocimiento de la misión parlamentaria y la efectiva represión, rechazo y persecución de quienes tocan a las puertas del Capitolio, nada más y nada menos que para ingresar a su lugar de trabajo. Las turbas tarifadas que desde el 23 de enero rodean sistemáticamente el Congreso, constituyen la más excelsa expresión de la transición revolucionaria, mientras que la acción cívica de los parlamentarios y trabajadores que acudieron a su sede natural el viernes 27 de agosto, lo peor: un discurso que ya muestra sus debilidades y flaquezas, acentuando superlativamente la crisis.

Lo obvio está allá y está aquí. Tan sólo tenía que hacerse frágil y palidecer hasta evidenciarse.

* Secretario de la fracción parlamentaria del partido socialcristiano Copei

Fotografía: Capitolio Federal, Caracas, 1957. Fuente: Caracas en Retrospectiva / Facebook.

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