domingo, 28 de julio de 2013

EL LIDERAZGO SOBREVENIDO

Caras nuevas
Ox Armand


Nada más inútil que pedir caras nuevas en la vida política. Completamente inéditas, pues. Porque siempre las ha habido y, dependiendo de la trayectoria que cada quien desarrolle, lo que va es ampliando el círculo de conocimiento o de reconocimiento de lo que diga y haga. Siempre fue así. En las juventudes políticas venezolanas partieron incontables dirigentes que el tiempo fue decantando. Sobrevivieron los más constantes y hábiles para evadir trampas y demás argucias de los viejos. Otros, en el camino fueron definiendo vocaciones. A unos les interesó la vida política en sentido amplio, otros se restringieron a los gremios y los hubo que optaron por hacer real. Pero se les fue conociendo poco a poco. A veces trascendieron el ámbito reducido de sus partidos muy tempranamente. Otras veces llegaron en forma tardía al estrado de la opinión pública, haciéndose figuras notables. Teodoro Petkoff fue un benjamín que pronto apareció en los periódicos mientras que otros tardaron, por ejemplo. Más atrás, Luis Herrera se fue abriendo paso y hubo más probabilidad que Rodolfo José Cárdenas fuese el sucesor de Caldera cuando anduvieron los años sesenta. De Jorge Olavarría se sabía en las esferas más pequeñas hasta que se asomó a una diputación que se hizo herramienta extraordinaria para difundir su nombre.  Algunos veces hay que tomar en cuenta la suerte.  Por alguna razón, unos son más simpáticos que otros, o simplemente caen en gracia. Al comenzar el siglo XXI pareció más consistente Wilfredo Febres que Alfonso Marquina en Acción Democrática, pero éste cobró la celebridad que aquél no pudo alcanzar. En la constelación parlamentaria del PSUV es más notoria Aurora Morales, ahora diputada regional de Miranda, que el 90% de los asambleístas nacionales del oficialismo. Hablamos de caras nuevas, pero relativamente nuevas: de una forma u otra, aparece alguien que los conoce, y tienen sus entradas en Internet (porque no todos cuentan para la red de redes).

Cuando las caras son absoluta o completamente nuevas, como dijimos, inéditas, y adquieren una celebridad que raya en el mesianismo repentino, la que hace la sociedad es literalmente apostar. Puede salir buena o mala, la figura así agraciada. Mayor densidad política y destreza militar, tuvieron algunos de los individuos que protagonizaron el fallido golpe de Estado de noviembre de 1992, pero fue Chávez Frías el afortunado y todos sabemos por qué. Nadie lo podía juzgar por su trayectoria, ideas y gestos, con la excepción de la excepcionalmente minoritaria y secreta logia de sus íntimos. ¿El país quiso caras nuevas, radicalmente nuevas, sin que tuviera indicio de nada? Pues, la tuvo y mire usted que pasó. Y sigue pasando. Esas caras nuevas ya son muy viejas pero – como Iris Varela  o Jorge Rodríguez – siguen achacándole los males al gobierno anterior y fustigando a Raimundo y todo el mundo con Pérez y Lusnchi. Lo más gracioso de todo es que los muchachos veinteañeros y treintañeros de  la oposición le jodian la paciencia por viejos a los cuarentones y cincuentones de comienzos de siglo. Y ahora aquellos son los cuarentones de esta hora pero no permiten, ni sus aliados de los medios, que el país sepa de esa nueva dirigencia estudiantil que insurge.

En las sociedades democáticas nadie teme a las caras nuevas, porque – simplemente – deben hacerse conocer compitiendo políticamente. En las que están en crisis, donde hay un sálvese quien pueda, surgen héroes y villanos que por el solo azar pueden imponerse. Ocurrió en 1998, mezclados los políticos de fuste con los antipolíticos del momento para sortearse la presidencia con el muchacho de Sabaneta. En las sociedades autoritarias o totalitarias aparentemente se imponen las figuras con los cojones necesarios.  Venezuela no conocía a Román Delgado Chalbaud en 1929. De haber tenido éxito, como lo tuvo un desconocido que se llamó Cipriano Castro, nuestro destino también se hubiese rifado. Además, los carricitos de 1928, como intuyeron, no habrían desarrollado su vocación y talento político. Y dije aparentemente, porque el gran Nelson Mandela, de quien todos sabían, desde la habilísima resistencia, logró lo que todos sabemos. Entonces, la pregunta es: ¿Hoy están todos los que son y son todos los que están?

Pedir caras nuevas es inútil, porque significa darle un sitial a la más reciente generación sin pelear por él. Más vale malo conocido que bueno por conocer. De un modo u otro lo dijo Maquiavelo.

http://opinionynoticias.com/opinionpolitica/16107-caras-nuevas

Nota LB: De escasa iconografía, por cierto, Román Delgado Chalbaud genera curiosidad tentados por la política-ficción, pues, por una parte, no fue un referente tan secundario quien era capaz de articular una conspiración en el exterior, financiando y realizando la invasión que le cegó la vida. Por otra, siendo un exitoso hombre de negocios (o habiéndolo sido, con previsiones de ahorro y facilidades de crédito allende la mar), pudo triunfar. ¿Qué gobierno hubiese conformado? ¿Con cuáles desertores del gomezato que también se estilan en los colapsos políticos? ¿Decidida, abierta y radicalmente liberal? Valga acotar, traspapelamos la data de la reproducción.

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