De un remoto esfuerzo de normalización
Luis Barragán
Hemos vivido etapas históricas de una dramática y hoy impensable conjunción de violencias, conspiraciones, traiciones, agresiones, deslealtades o voracidades oportunistas, como la acaecida en los inicios de la democracia representativa en Venezuela. Apuntando a una guerra civil que la sola voluntad de la coalición gubernamental alejó, nuestro destino pareció por momentos subastarse entre los extremismos de derecha y de izquierda.
No somos partidarios de una versión idílica de épocas ya remotas, pero tampoco nos contenta el discurso maniqueo en boga que adivina maldades, malvados y malévolos en una acera, mientras que en la otra, reclamando una herencia política y moral, cuentan bondades, inocentes y benevolentes. Complotados los comicios generales de 1963, por ejemplo, la difícil situación reclamó todo el talento, la habilidad y convicción política que fuese posible, en el intento de conquistar una normalidad institucional y un desarrollo pacífico de las relaciones políticas que, a pesar de las adversidades, a la vuelta del quinquenio y propio del proyecto puntofijista, logró ampliar e integrar a las más disímiles corrientes en una experiencia irrepetida de nuestro historial republicano.
Medio siglo atrás, por el mes de julio, Acción Democrática - Gobierno seleccionó a través de una convención, a Raúl Leoni como candidato presidencial, lo cual no negaba las más altas conversaciones con enconados adversarios como Acción Democrática – Oposición, la que terminó postulando a Raúl Ramos Giménez; aguzó el ingenio de los socialcristianos, abanderando a Rafael Caldera en el marco de la llamada Autonomía de Acción; aglutinó a importantes sectores políticos y sociales, impulsando la opción de Arturo Uslar Pietri; o suscitó el debate que no solventó las diferencias entre Jóvito Villalba y Wolfgang Larrázabal, tímidos canalizadores de la atención de aquellos todavía no convencidos del militante llamado de abstención de la subversión sostenida. Una campaña electoral que no naufragó por el coraje de la dirigencia o – mejor – de partidos políticos que, comprometidos, fueron tales.
Dijimos ampliación e integración, porque el modelo político en construcción así se explicaba. Empero, ha sido tan devastadora la satanización del puntofijismo que no permite ver la viga en el propio ojo, condenando la paja en los ajenos.
Hay más de ignorancia sobre el pasado que distracción, aún tratándose de la dirigencia política que, inadvertidamente, ha de sentir – por lo menos – curiosidad histórica. Resulta indispensable masificar la formación histórica y política, doctrinaria e ideológica, en los cuadros de una oposición alternativa o que se desea como tal, pues, no es posible tan galopante y vanidoso desconocimiento, poblada la red de redes de textos y piezas audiovisuales que aseguran la interpretación gubernamental que, por si fuese poco, financia.
Valga la coletilla, por aquellos días de julio de 1963, el Consejo de Facultades eligió a Jesús María Bianco como rector de la UCV. Fue un firme, decidido y corajudo defensor de la autonomía universitaria que hoy traiciona el gobierno nacional, acaso sin equivalente como probado defensor, aunque la supo también presta para las lides insurreccionales.
De los ascensos
La corporación armada atraviesa la época de graduación y promoción de sus oficiales, aunque la materia no despierta la libre inquietud e interés de propios y extraños, como ocurría antes. Imperfecto, el ascenso de la alta oficialidad dependía del parlamento, según nuestra larga tradición constitucional, incluida la doctrina bolivariana, pero ha resultado peor el remedio que la enfermedad.
Es el Comandante-en-Jefe el que decide exclusivamente esos ascensos y el resto de los venezolanos ni siquiera nos convertimos en espectadores, porque no existe la posibilidad de indagar verazmente sobre los motivos y razones que los produjeron, legitimando toda conjetura. Sesionando pocas veces al año, se nos ha dicho, la Comisión Permanente de Defensa de la Asamblea Nacional, no tiene competencia alguna en la materia, aunque pareciera que en ninguna otra, pues, la política militar tampoco sabe de la opinión, interrogación y evaluación de sus miembros.
Luego, la infranqueable alianza cívico-militar que constituye la clave del proceso inaugurado casi quince años atrás, es la de los altos estamentos, dejando para la población los más vistosos desfiles y el llamado a defenderla a cualquier costo. Y hasta la fecha patria misma, la de la Independencia, la confisca como una gesta que sólo la dirección político-militar revolucionaria interpreta y celebra, pretendiendo criminalizar a quienes osen preguntar por qué.
Segunda fotografía: Almirante Carmen Meléndez, http://coquivacoatelevision.com.ve/
Fuente: http://opinionynoticias.com/opinionpolitica/15861-de-un-remoto-esfuerzo-de-normalizacion
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