EL NACIONAL - Martes 02 de Octubre de 2012 Escenas/2
La mirada necesaria
ESTO ES LO QUE HAY
ARTES VISUALES
LORENA GONZÁLEZ
Uno de los aspectos más perniciosos de la cultura venezolana de los últimos tiempos y de otros territorios de la vida del país ha sido la imposibilidad de observar su propia tradición y confrontar las aristas de un presente evolutivo con los cauces de una historia que determina su actualidad. Esta negación anclada en el desvanecimiento del pasado suele presentarse como el repentino levantamiento de una vanguardia única que ha venido a suplir aquello que se asume en apariencia inexistente y que ha dejado a su paso la sórdida evanescencia de un camino inútil sin puerto ni desenlace.
En el terreno de las artes visuales este ejercicio, practicado con particular dedicación en el complejo transcurso de la última década, no sólo configuró una nociva parálisis de los procesos de investigación y promoción de la labor de nuestros creadores, sino que además generó un insólito giro de los acontecimientos, la terrible jugada que surge como consecuencia inevitable de esa gestión invidente: la cultura del mall, centro comercial virado en institución museística del entretenimiento fortuito donde lo que sobresale y lo que se apuesta es la garantía de lo clásico o la primicia de lo novedoso.
En el mercado del arte este desconocimiento también ha delineado sus precedentes y desde hace un buen tiempo lo que se colecciona con mayor ímpetu es la obra de los maestros venezolanos del paisaje y la abstracción geométrica junto con la producción artística de los creadores más jóvenes. Este periplo condiciona un sistema expositivo que parte desde las grandes colectivas de corte histórico y se desplaza en picada directa hacia los pequeños gestos individuales del destacado emergente. Con algunas excepciones, concretadas con mucho esfuerzo por espacios independientes, hay toda una historia suspensa no sólo de un pasado relevante, sino también de lo que esos artistas de otras décadas están haciendo en la actualidad.
Hablar del proceso creador es un punto necesario al analizar estos temas. La obra de un artista, su curso, su desempeño, su potencia sensible y, más aún, el reconocimiento que el contexto pueda dar a ese trabajo, validando la posibilidad de su entropía y la fuerza expansiva que multiplicará la materia significante de la obra en la mirada de cada espectador, no es un acontecimiento frugal que sucede de pronto, es una cadena de confrontaciones y lecturas, de perspectivas y sucesos, de ejercicios necesarios que van armando su propia historiografía.
Ya es tiempo de preguntarse, más allá de los seguros asentamientos que detonan en las creaciones de nuestro pasado o en los despuntes de lo novedoso, ¿qué ha sucedido con la obra de aquellos que habitan entre esos puntos equidistantes? ¿Qué caminos han trazado esas generaciones que consolidaron en las décadas de los setenta, los ochenta y los noventa un valioso entramado para la existencia actual de nuestras artes visuales? ¿Dónde están sus reflexiones, sus hallazgos, sus resonancias con estos años de complejidad y silencios? Sabemos, y con qué contundencia, cómo el no evaluar y recuperar con la necesaria amplitud metodológica los desvíos y logros de una gestión puede producir un caos absoluto en las estructuras que nos sustentan. La tarea urgente, la mirada obligatoria es nunca más olvidarnos de que tenemos estos atisbos pendientes, aprender que antes del avance necesitamos siempre volver a mirar.
Fotografía: Cristiana Matos Albers, detalle sobre una obra de Patricia Van Dalen.
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