NOTITARDE, Valencia, 30 de Septiembre de 2012
Jesús advierte sobre el pecado (Mc. 9, 38-48)
Joel Núñez Flautes
El texto del evangelio de hoy tiene dos partes. La primera presenta a Juan diciéndole a Jesús que todos los apóstoles le prohibieron a un hombre que predicara en nombre de Cristo. Jesús aprovecha de nuevo la ocasión para instruir a sus discípulos más cercanos y les dice que no deben prohibir a ninguno que no sea del grupo de los apóstoles predicar en su nombre, porque “el que no está contra nosotros, está a nuestro favor”. Jesús enseña a sus apóstoles a entender que si bien Dios en persona los ha elegido para una gran misión, los escogió para ser sus apóstoles e ir predicando la Buena Noticia por todo el mundo; el Reino de Dios no es para atrincherarse en el poder, para hacer de las cosas sagradas un monopolio, ni mucho menos es para restar, todo lo contrario, mientras más personas se sumen a la causa de Cristo, así va creciendo el Reino de Dios y el Espíritu Santo tiene sus caminos, sopla donde quiere y va suscitando y moviendo personas para que se acerquen y conozcan la verdad revelada en la persona de Jesús de Nazareth. Mientras esas personas prediquen la verdad auténtica del evangelio y crean en Cristo no hay problema que anuncien la Buena Noticia del Señor. Jesús advierte a sus apóstoles de no caer en fanatismos, de no sofocar los carismas que el Espíritu Santo de Dios va suscitando en la Iglesia o a través de ella o fuera de ella; porque Dios tiene sus caminos para lograr que otros se acerquen al conocimiento de la verdad y encuentren el camino de la salvación que está en el Hijo de Dios encarnado en medio de los hombres, que murió y resucitó para dar vida eterna a la humanidad perdida en el pecado y la muerte. El discípulo de Cristo si bien necesita vivir en el servicio, también debe tener una actitud de apertura y tolerancia que venza todo sectarismo o fanatismo excluyente. La Iglesia de Cristo tiene que ser abierta para que muchos encuentren en Cristo el camino que conduce al amor, la justicia, la paz y libertad verdadera. Los discípulos de Jesús debemos recordar que hay cristianos anónimos, hombres y mujeres de buena voluntad que luchan por un mundo mejor.
La segunda parte del evangelio, Jesús advierte a sus discípulos del escándalo y el pecado y todo esto dándole la primacía absoluta al Reino de Dios, como norte y guía del creyente. Por Dios, por la vida eterna, vale la pena sacrificarlo todo y renunciar a todo lo que nos pueda apartar de la vida de amistad con Cristo, de la gracia, del bien, de lo noble, justo y santo. El cristiano necesita luchar contra el mal que siempre acecha, de distintas formas, que tienta, que busca apartarnos del camino de Dios. Para esto es necesario que el discípulo de Cristo esté vigilante sobre si mismo, que esté consciente de sus debilidades, de cuales son las tentaciones que lo pueden hacer caer y procurar siempre estar con el Señor a través de la oración, de la meditación constante de la Palabra de Dios, la asistencia y participación activa en la Santa Misa, el acercarse con frecuencia al sacramento de la confesión, tener un amor filial a la Santísima Virgen María, Madre de Dios y Madre nuestra, que es protectora en el camino cristiano, amor y devoción al ángel de la guarda que Dios nos ha colocado a nuestro lado para que sea nuestro protector y sobre todo la vivencia de la caridad, del servicio y amor al prójimo; especialmente al pobre y más necesitado; ya que el salir de nosotros mismos al encuentro del otro nos fortalece en la fe, nos ayuda a centrarnos y a nos estar tan pendiente de nosotros mismos, que olvidemos al hermano que necesita de nosotros y que al ayudarlo, nos ayudamos también a nosotros; porque el amor sana, serena, centra y hace mirar la vida de forma distinta y quien está centrado es capar de visualizar los peligros, las ocasiones de pecado y salir victorioso en la batalla.
La vida cristiana es una lucha contra las fuerzas del mal y al mismo tiempo es un seguimiento de la persona de Cristo, Dios y Hombre verdadero que ha vencido a la muerte y el pecado y quien le sigue alcanza la felicidad auténtica.
Ida y retorno
El próximo domingo 7 de octubre los cristianos católicos, conscientes de nuestro compromiso con Dios y con la sociedad, donde conviven sus hijos, tenemos el deber y el derecho de salir a votar para contribuir con el bien común, para aportar a la democracia y en conciencia, cada uno escogiendo el candidato que mejor le parezca que ayudará para que Venezuela progrese, fortalezca sus instituciones democráticas, beneficie a todos los venezolanos por igual, logre la unidad del país y la paz social, vote en confianza, sabiendo que el voto es secreto y sólo Dios sabrá por quien se votó. El 7 de octubre no es un día para la indiferencia con el país, con la patria que nos vio nacer; es un día muy importante y los venezolanos necesitamos expresarnos con el voto y decidir que gobernante queremos para los próximos seis años. Que Dios nos bendiga, que la Virgen de Coromoto interceda por nosotros y es ese día tengamos una jornada en paz y alegría.
Ilustración: Gerhard Richter
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