Luis Barragán
Numerosas páginas dan cuenta de la intensa y prolongada discusión que
suscitaron los ingresos petroleros en Venezuela, favorecido el sector público
frente al privado como referente de irradiación de sus beneficios. Discusión
apagada por estos años, consumada la
apropiación indebida de los ingresos ya no por el Estado, sino por quienes
ejercen exclusiva y arbitrariamente su dirección, violentada la Constitución y las leyes para
la formulación y aplicación del
presupuesto, a los privilegiados de este régimen les importa un bledo el
destino mediato, radicalizando su utilidad inmediata.
Aligerados los controles - quis custodiet ipsos
custodes - en un presente que
sólo aparentemente luce ilimitado, sabremos en un futuro cercano de la
exactitud de los montos de un saqueo inédito del erario público que,
irremediable, tendrá que afrontar la transición democrática. El empleo de los
recursos que pertenecen a todos los venezolanos ya no apunta a las
transnacionales del aceite, según el antiguo discurso, sino a las mafias hábil
o torpemente organizadas en la nueva centuria.
Las divisas que tanta falta hacen para los alimentos y suplementos
nutricionales, medicamentos y equipos médicos, incluyendo a quienes los urgen
por un trasplante de riñón, por citar un ejemplo, o el repuesto de vehículos u otros medios de servicio básico, tienen por
rápido destino la adquisición de armas, municiones y equipos antimotines que,
abierta o soterradamente, abultan un principal y asombroso renglón de las
importaciones. Y, entre éstas, destaca la compra de productos única y
ventajosamente comercializados por los CLAP, procedentes de países que, en
buena lid, no podrían competir con otros de superior calidad, aunque –
colegimos – sus empresas son las pocas del mercado que se aventuran en nuestro
país, generando las comisiones de rigor, al ofrecerlos con pagos diferidos,
sobreprecios u otras modalidades que les permiten a contratantes y
contratistas, afilar las macabras oportunidades que les abre la crisis
humanitaria.
No hay empréstito que dejen de gestionar, comprometiendo la renta petrolera
de los años por venir, o – en todo caso – la que permitan los leoninos
convenios con China, por cierto, escasamente conocidos. El sostenimiento por algunas horas, algunos
días, algunos meses del régimen, se traduce en todo el remate posible de
nuestros activos, dibujando una situación de astronómica irresponsabilidad,
pocas veces vista en todo nuestro historial colonial y republicano.
Cada vez que el opresor dispara un proyectil lacrimógeno u otro
decididamente letal, está zanjando injustamente el destino de los recursos que
nos quedan. A la muerte de más de sesenta personas en tan pocos días, se anota
la de un niño que se despide por desnutrición y la de un adulto, cuya
enfermedad crónica lo va arriando con la morbidez avisada de una lentitud
angustiosa.
04/06/2017:
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