De un tubo de pasta dental
Luis Barragán
Gracias a uno de los incontables ciclos de la Cinemateca Nacional del siglo
anterior, por cierto, de la cual podíamos salir tranquilamente a las once de la
noche para tomar el transporte público y llegar sin mayor novedad a casa,
recordamos la primera vez que vimos “Memorias del subdesarrollo” de Tomás
Gutiérrez Alea (1968). Muy después vino el libro que inspiró el filme, el de
Edmundo Desnoes, hallado por casualidad en el otrora remate del puente de las
Fuerzas Armadas.
Curiosamente, quedamos marcados por una de las escenas del también
estereotipado protagonista: evocaba momentáneamente la pasta dental “colguéit”.
De no equivocarnos, nos impresionaba que todavía, literal y castellanamente, la
llamásemos “Colgate”, fuese un producto tan viejo y de origen extranjero, según
el adolescente que se asomaba a un cine diferente al acostumbrado, todavía
distante de consolidar su afición por la vieja prensa que le ha permitido
apreciar cualesquiera avisos de promoción del producto.
Faltando una historia social del dentífrico en Venezuela, quizá una
comercial y registral, lo cierto es que
nada más accesible y común para la población que alcanzó otros niveles
de vida con la renta petrolera. Acotemos
rápidamente que, por estos años, asistimos o asistiremos al predominio de los
dientes postizos, como no lo hubo en las décadas más próximas; la oferta de un
producto para la higiene dental y, a la vez, toda bucal, fue muy variada y
abaratada, llegando a obsequiarse tras cada innovación de su presentación y
componentes; las transnacionales que producían los más afamados y convincentes,
se han largado del país, después de soportar y sobrevivir una de ellas, muchos años atrás, al ataque
interesado o chantaje de un medio de comunicación que aspiraba a la generosa
publicación de sus avisos.
Entonces, nada trivial la materia, resistiéndose a las condiciones que
generaron la crisis humanitaria que aún cursa, ahora tenemos que no hay pasta dental y, como los
desodorantes o papeles de baño, debemos probar con una mezcla casera o
aventurarnos con la que se cuela de las
atrevidas empresas extranjeras que, en otros tiempos, no lograrían competir en
calidad, componentes y sabor. Por estos días, imitando el motivo gráfico de
“Colgate”, con una muy pequeña reserva en casa, no tuvimos la audacia de
adquirir un tubo de origen chino y, seguramente, como la lengua es castigo del
cuerpo, tarde temprano confirmaremos la otra sentencia: nunca digas que de esta
agua no beberé o con esta pasta no me cepillaré, si es que encontramos el cepillo.
Aclarando que ninguna relación personal o comercial tenemos con la marca, un tubo familiar de “Colgate” está en 30 mil bolívares, si lo conseguimos. De agregarle los “0” que tramposamente le restó el régimen, previendo el desastre que deliberadamente provocó, significa que cuesta – hasta nuevo aviso – 30 millones constantes y sonantes de bolívares, así como el pasaje del transporte público intra-urbano vale 150 mil bolívares, un kilo de espaguetis 6 millones, un kilo de azúcar 7 millones, un kilo de pollo 9 millones y paremos de contar.
Aclarando que ninguna relación personal o comercial tenemos con la marca, un tubo familiar de “Colgate” está en 30 mil bolívares, si lo conseguimos. De agregarle los “0” que tramposamente le restó el régimen, previendo el desastre que deliberadamente provocó, significa que cuesta – hasta nuevo aviso – 30 millones constantes y sonantes de bolívares, así como el pasaje del transporte público intra-urbano vale 150 mil bolívares, un kilo de espaguetis 6 millones, un kilo de azúcar 7 millones, un kilo de pollo 9 millones y paremos de contar.
26/06/2017:
http://www.opinionynoticias.com/opinionpolitica/30220-de-un-tubo-de-pasta-dentalEsculturas: Claes Oldenburg.
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