Lumpen-represión
Luis Barragán
Modalidad que viene de los tiempos precolombinos y de la conquista, impensable para Miranda, recrudecida por
Boves, frecuente en la lucha independentista, naturalizada por toda guerra y
escaramuza civil hasta la victoria de Gómez en Ciudad Bolívar, por 1903,
reaparece versionada en el siglo XXI. Actúa el Estado orgulloso de sus desmanes
frente a toda disidencia, concediéndole
una patente de corso a la variedad insospechada de sus represores.
La suspensión indolente, repentina e indefinida del servicio eléctrico,
agua o aseo a las urbanizaciones que pueden extender y extienden la protesta
ciudadana a las barriadas populares, bajo el control del hampa organizada que
necesita del auxilio de la GNB más que de la PNB para contenerlas, se une al
acto delictivo, individual o colectivo, contra todo aquél que ofrezca el más
ligero pretexto para el inmediato despojo de sus pertenencias personales.
Partícipe o no de los actos de protesta, la indefensa persona es perseguida,
rodeada y atacada por los muy armados efectivos que convierten el pretendido
escarmiento en una celebración del pillaje, proveyéndolos de móviles celulares,
prendas, dinero en efectivo, tarjetas bancarias, el momento lascivo y, ojalá
que no ocurra nunca, hasta la posibilidad
del abuso sexual.
Frecuente y subrepticiamente documentado por la videociudadanía que,
temerosa, duda en divulgar sus arriesgadas tomas, intuyendo una posible
planimetría del acto vandálico, la práctica se ha generalizado en los cuerpos
represivos que pugnan por una macabra y caprichosa compensación de sus
esfuerzos. Así, el raterismo sin
precedentes en la Venezuela contemporánea que convierte las faenas de opresión
en toda una experiencia y realización lumpen-proletaria, retribuye a sus
agentes con un botín de guerra explícita o implícitamente autorizado, desde el
instante en el que llega un contingente a la autopista para quitarles los
zapatos a las personas, acaso rifándose las mejores piezas, se apropian de los
costosos equipos de periodistas harto acreditados, o literal y preferiblemente
cazan a una mujer de vistosos zarcillos: por cierto, no constituye mejoría
alguna que, distinto a los consabidos grupo de paramilitares, el efectivo de la
GNB tome una cámara de grabación para estrellarla contra el pavimento,
lanzándola desde un puente.
Además, se sospecha del deliberado atravesamiento e incendio de grandes autobuses oficiales, tratando de inculpar a la oposición. Ésta costosa manera de invertir los recursos públicos, quizá lleva al funcionario más avisado a intentar un desvalijamiento preventivo de la unidad, pues, lo sabe, la fogata suele tragarse piezas de muy buena cotización en el mercado.
Además, se sospecha del deliberado atravesamiento e incendio de grandes autobuses oficiales, tratando de inculpar a la oposición. Ésta costosa manera de invertir los recursos públicos, quizá lleva al funcionario más avisado a intentar un desvalijamiento preventivo de la unidad, pues, lo sabe, la fogata suele tragarse piezas de muy buena cotización en el mercado.
El exceso represivo, alcanzando tan deplorables características, cuenta con
la ventajosa mudez de los más altos funcionarios y hasta una posterior
reinvención de los hechos de agravarse la difusión de alguna toma fotográfica o
videográfica. Un ejemplo nada marcial del retroceso experimentado, la tal
constituyente dirá darle una prestancia que por ninguna parte tiene a la
modalidad revolucionaria.
Fotografía: LB, El Cafetal (08/06/17).
Fotografía: LB, El Cafetal (08/06/17).
11/06/2017:
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