EL UNIVERSAL, Caracas, 26 de junio de 2017
La Constituyente y el futuro democrático
Jesús María Casal
Con toda razón se ha dicho que la pretendida Asamblea Nacional Constituyente “en vez de ayudar a solucionar los problemas, presenta el riesgo de complicarlos ulteriormente y hace peligrar el futuro democrático del país”. Son palabras del Observador Permanente de la Santa Sede ante la Organización de Estados Americanos. La confusa situación suscitada en esta organización, en la cual una minoría de países obstaculizó la aprobación de una resolución sobre Venezuela, no debe opacar esta posición de enorme trascendencia fijada por la diplomacia vaticana. Sabemos que el Vaticano apoyó el ensayo de diálogo iniciado en el país en octubre de 2016 y que sigue dispuesto a contribuir a buscar una solución pacífica al conflicto político venezolano. Solo el Vaticano se ha mantenido como facilitador de autoridad indiscutible en ese proceso. De allí que su advertencia tenga un valor especial.
Poderes extraordinarios
¿Peligra realmente el futuro democrático del país a causa de la decisión del Presidente de convocar una Asamblea Nacional Constituyente? Por supuesto que sí. Los artífices del fraude constituyente son los principales responsables de todo el daño que se está ocasionando a la nación por empeñarse en asaltar la institución de la Asamblea Nacional Constituyente para obtener unos poderes extraordinarios que no son suyos, sino que están reservados al pueblo en esos momentos fundacionales en que se gesta una nueva forma política y unas reglas de juego acordes con las transformaciones impulsadas.
Cada vez está más claro que lo que el gobierno quiere es emplear la supuesta Constituyente para recuperar algo de espíritu épico, de iniciativa y de barniz de triunfo cuando sabe que electoralmente está perdido. La democracia está en serio riesgo porque la Asamblea Nacional Constituyente está siendo convocada a espaldas y a costa del pueblo, verdadero titular del poder constituyente y único que puede convocarla.
Ocultar
También porque el órgano seudoconstituyente, si llega a instalarse, querrá ocultar la crisis económica y social que desploma nuestra calidad de vida con manifestaciones histriónicas aunque lacerantes de poder absoluto y al hacerlo agravará la situación del país en todos los órdenes. Discursos cargados de encono, como los que se han pronunciado en esta fase preconstituyente, o apelaciones hipócritas a un amor que no se corresponde con los hechos, intentarán silenciar en cadena los excesos de la represión en las calles y colmarán bulliciosamente el escenario público, mientras los venezolanos serán víctimas de la agudización de los problemas. Todo ello como prolegómeno de las medidas destinadas a liquidar a la oposición, a la disidencia democrática y a los organismos independientes y, muy probablemente, a introducir cambios en la Constitución que prolonguen, en futuras elecciones por sectores o con circuitos manipulados, la ficción constituyente que permite al gobierno tomar un poder que el pueblo no le ha dado. La Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, que es hoy una Constitución de todos, será por otra parte enterrada por sus propios progenitores y se intensificará una lucha cuerpo a cuerpo carente de un marco normativo mínimo compartido para encauzar los conflictos.
Alterar el rumbo
¿Quedará en el gobierno y en quienes le respaldan algo de sensatez para entender que la llamada Constituyente solo puede servir para enardecer la pugnacidad política y causar más pérdidas humanas? ¿Son conscientes de que el pueblo de Venezuela no ha sido domado por la injusticia y no puede ni moral ni constitucionalmente aceptar la imposición de una Constituyente y todo lo que ésta comporta? Incluso, si comprendemos que en medio de contiendas como la que hoy libramos difícilmente las partes van a ceder en sus “razones”, ¿no habrá allí alguien capaz de admitir que a veces, cuando hay un interés o afecto superior de por medio, debemos alterar el rumbo, aun pensando que tenemos la razón, porque estamos generando perjuicios no queridos? Y, en el asunto que nos ocupa, ¿no hay alguien allí que pueda ver que, deliberadamente o no, el régimen está conduciendo a los más jóvenes -que combaten con la fuerza de su anhelo por tener un futuro que merezca ser vivido- a un desfiladero fatal?
Ojalá que esta advertencia vaticana abra los ojos de quienes, enceguecidos por la soberbia y la ambición de poder intemporal y absoluto, conserven el coraje necesario para superarse a sí mismos y reconocer que es mejor un acuerdo razonable que asegure la paz, a una lucha fratricida que anuncia dolorosamente una desviación histórica hacia la violencia desenfrenada, la emigración a mayor escala, el odio incontrolado y el definitivo caos económico-social.
Fuente:
http://www.eluniversal.com/noticias/opinion/constituyente-futuro-democratico_658381
EL UNIVERSAL, Caracas, 26 de junio de 2017
Constituyente según Sieyés y Negri
Alvaro Montenegro Fortique
En un extraordinario curso del doctorado en Ciencias Políticas de la UCV hace un tiempo, el prominente profesor Omar Noria nos hizo reflexionar sobre poderes constituidos y poder constituyente, tomando como punto de partida los trabajos de Antonio Negri y Emmanuel-Joseph Sieyés. La nación para el abate Sieyés, uno de los personajes más influyentes en la Revolución Francesa, es un yo colectivo que surge del derecho natural. Es anterior a toda constitución. Sieyés divide en tres épocas la formación de una sociedad política: individuos aislados que se quieren reunir y por ese solo hecho forman una nación. La asociación es su obra y allí está el origen de todo poder. Por otro lado, la acción de la voluntad común. El poder pertenece al público. Las voluntades individuales separadas tendrían un poder nulo. Y por último, el gobierno ejercido por procuración. La comunidad no se despoja del derecho de querer. El cuerpo de delegados no puede ni siquiera tener la plenitud de este ejercicio, porque la comunidad no le confía sino la parte de su poder necesario para mantener el orden. El cuerpo de delegados no puede traspasar los límites del poder que les ha sido confiado.
Sieyés además afirma en su obra ¿Qué es el Tercer Estado?, que: “Las leyes constitucionales son fundamentales. Las primeras están fundadas en la voluntad nacional ante toda constitución. Las segundas deben ser establecidas por una voluntad representativa especial”. “La constitución no es obra del poder constituido, sino del constituyente”.
Por otra parte, Antonio Negri, prominente profesor pos-marxista italiano, quien visitó a Venezuela y estuvo en la Asamblea Nacional escuchando discursos de Chávez, apunta que el descubrimiento fundamental que había constituido la esencia del poder constituyente estadounidense y de su concepto de pueblo, había sido la “voluntad de todos”: la idea de una representación múltiple y un tejido difuso de voluntades particulares que en su expansión solo encontraban un límite.
Al hacer la distinción entre democracia y república, Negri anota la importancia de la representación al afirmar: “Una república, y con esto quiero referirme a un sistema político en el que opere el sistema de la representación, abre distintas perspectivas y ofrece el remedio que estamos buscando”.
Para seguir contrastando, en Sieyés “todo ciudadano que reúna las condiciones determinadas para ser elector tiene derecho a ser representado, y su representación no puede ser una fracción de la representación de otro”. En sus diferencias conceptuales del gobierno por procuración y la democracia directa, la influencia de Rousseau le ayuda a tomar posición: “La idea de representantes es moderna: ella nos viene del gobierno feudal”. La voluntad general (rousseauniana) se convierte en voluntad de todos (común). El nivel cero de toda libertad es la propiedad privada. “La elección de un representante es de la nación, y nunca de un municipio o bailiazgo”, dice el profesor Noria. A diferencia de los antiguos, para los cuales el individuo no contaba, la libertad de los modernos reside en el derecho natural.
En cambio Negri afirma en su obra El poder constituyente, que “el poder constituyente es pueblo en las dimensiones de la representación, y solo en éstas”. Para Negri el poder constituyente no puede ser representado. Sin embargo, el poder constituido debe autocontrolarse: “Se deberá poner al gobierno en condiciones de controlar a los propios gobernantes y, por ende, obligarlo a autocontrolarse”. Termina Negri con esta frase lapidaria: “Una constitución que es determinada por el pueblo y que no puede ser cambiada por los órganos constitucionales”.
Fuente:
http://www.eluniversal.com/noticias/opinion/constituyente-segun-sieyes-negri_658058
Gráficas: Protesta opositora en Caracas, tomadas de la red.
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