Buhoneros de riesgo (y un grato descubrimiento)
Luis Barragán
La naturaleza y ritmo que ha adquirido la economía informal en una sociedad
orientada a su mera supervivencia, demuestra – empleando los términos que
se presumen ajenos – una habilidosa
conversión de la guerra de posiciones en otra guerra literalmente de
movimientos, por no citar el caso de los medios digitales que la remiten a la
que llaman de cuarta generación, con
numerosos trámites que quizá pisan las
fronteras del delito. En un país quebrado
por sus cuatro costados, añadido el quinto punto cardinal, no otro que
Miraflores, intentamos deducir el origen de los bienes ofertados: conjeturamos
sobre el subrepticio y eficaz lavado de divisas, un auge inadvertido del
contrabando o, más modestamente, la elaboración masiva de productos caseros
que, incluso, suelen escapar de todo control sanitario.
El buhonero ha dejado poco a poco el lugar acostumbrado en calles y
avenidas, decepcionando a las autoridades que lo vacunan, para aventurarse en los medios públicos de transporte,
desafiando a los motorizados que irrespetan el rayado - si lo hay - en las
propias y riesgosas autopistas, y caminando largamente las calles con un termo
de café o una cajetilla de cigarrillos al detal. No hay buseta ni autobús, por
más repleto de pasajeros que se encuentre, condensando precauciones, sudores e
incomodidades, que no comparta la voz del vendedor de creyones, caramelos,
medicamentos naturales o helados, de corta o extensa charla que desafía las
marchas y contramarchas, virajes y frenazos del conductor resignado a dejarlo
unos metros más allá para recogerlo, luego, bajo protesta, unos metros más acá.
Sin embargo, hay otra incursión que nos llama poderosamente la atención.
En efecto, tratando de mitigar el hambre del hogar que no espera, fuere el
escenario de la protesta una autopista, avenida, calle o callejuela, tardía o prontamente conmocionada por la
ferocidad represiva del gobierno, el vendedor comparte el riesgo de perder la
vida, pero también su mercancía. Nos
asombrosa que, algo cercanos a los sectores donde despunta el hocico de las
tanquetas, se asoman los colmillos de las armas impredecibles, reñido el
pavimento con los escuderos, también voceen un cigarrillo, una botella de agua
mineral, alguna golosina.
Indiferentes los reporteros gráficos, incluyendo a quienes debemos sortear
el destino de los gases y proyectiles, solemos correr compitiendo
ventajosamente frente a quienes desesperan empujando un carrito de helados o de
los que también hacen cotufas, sirviéndoles de escudos mientras procuran
escapar. En una oportunidad, tuvimos que detenernos y, junto a otros
marchistas, ayudar al humilde heladero que se le dañó una rueda del pequeño
depósito ambulante.
Fulminadas las vitrinas de las librerías venezolanas, crecientemente
aislados de la oferta de novedades y también vejeces editoriales, solemos
acudir a los catálogos de las grandes y pequeñas casas para enterarnos, al
menos, de títulos y autores dignos de una paciente cacería en las redes. Por
cierto, sobran los videos en los que se citan numerosos libros, frecuentemente
por la gracia de jovencitos que, presentándose como devoradores de letras,
mereciendo un ensayo actualizador de Víctor Bravo, a veces admiten
olímpicamente no haber leído el ejemplar proveído por el patrocinante.
Ha sido grato descubrir una sección de la versión digital de El País de
Madrid en la que distintos escritores reseñan sus más recientes lecturas ante
una entrevistadora informada, generando un diálogo atractivo, sensato y
espontáneo. Y, más grato aún, descubrir a un venezolano del que no sabíamos
nada, como Juan Carlos Méndez Guédez (http://elpais.com/elpais/2017/05/24/opinion/1495625861_028615.html).
De una extraordinaria capacidad de síntesis, dejando constancia de una
sensibilidad y posición que ha ganado la ciudadanía al afrontar los hechos más
brutales, en escasos minutos reportó el drama que vive Venezuela, reseñando con
habilidad los títulos que ayudan a una adecuada interpretación. Y es después, aguijoneada por Berna González Harbour, que habla de su propia
labor narrativa: la que se ofrece como un continente en las redes, suscitando
toda nuestra avidez. Valga acotar, informando sobre lo que acontece en nuestro
país, lo haría mejor en la Asamblea Nacional que muchos de los oradores de
oficio, incluyendo al suscrito.
Fotografía: https://ovario.wordpress.com/2009/12/12/disturbios-por-apagones-en-merida/; y captura de pantalla: http://elpais.com/elpais/2017/05/24/opinion/1495625861_028615.html
19/06/2017:
http://www.diariocontraste.com/2017/06/buhoneros-de-riesgo-y-un-grato-descubrimiento-por-luis-barragan-luisbarraganj/
19/06/2017:
http://www.diariocontraste.com/2017/06/buhoneros-de-riesgo-y-un-grato-descubrimiento-por-luis-barragan-luisbarraganj/
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