EL MUNDO, Barcelona, 26 de junio de 2017
EDITORIAL
Urge una política de Estado para la natalidad
La crisis demográfica que atraviesa España por la falta de nacimientos es un problema acuciante que no figura en la agenda de los partidos políticos y sólo se aborda de vez en cuando como proclama, que luego cae en el olvido, cuando se trata de apelar al voto femenino en periodo electoral. Sin embargo, los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) deben interpretarse como una alarma que obliga a actuar para evitar un desastre social y económico por el pronunciado envejecimiento de la población.
La natalidad ya no sólo se enfrenta al problema de que los españoles no quieren (o no pueden)tener hijos. Por primera vez, la caída del número de nacimientos se explica también por el hecho de que no hay suficientes mujeres en edad fértil para garantizar un desarrollo sostenible de la demografía. España ha perdido un millón de madres potenciales(mujeres de entre 15 y 49 años) en la última década, consecuencia de la caída que la natalidad experimentó a finales de los años 70.
Esos dos factores se conjugaron y nos llevaron a registrar dos hitos negros en nuestra historia demográfica en 2016, cuando se registró el menor número de nacimientos desde 1975 (arranque de la serie histórica) y la edad de las madres españolas superó, también por primera vez, la barrera psicológica de los 32 años.
Revertir esa tendencia debe ser prioritario para Gobierno y oposición. La demografía debe abordarse con una política de Estado que esboce una estrategia para el largo plazo que quede al margen de cuestiones partidistas.
La natalidad no es un asunto baladí. De los niños que nazcan hoy dependerá el presupuesto del futuro para pagar las pensiones y los servicios de Sanidad y dependencia. El año 2016 fue el segundo consecutivo en el que España registró un saldo vegetativo negativo con más muertes que nacimientos. A esto se suma el hecho positivo de que la esperanza de vida en nuestro país aumenta año tras año.Los españoles ya viven de media 83,2 años, por lo que cobran cada vez más tiempo su pensión de jubilación (con los datos actuales ya son más de 18 años recibiendo esa prestación).
Para equilibrar la pirámide poblacional y que las nuevas generaciones puedan sostener el sistema es probable que no baste con fomentar la natalidad. La inmigración tendrá que jugar un papel destacado en la reposición poblacional. De hecho, en 2008, cuando nacieron los niños del boom inmobiliario, se registró la mejor cifra de natalidad de los últimos 30 años en nuestro país por la contribución de las madres extranjeras. Pero atraer inmigrantes depende del progreso y nos hace vulnerables al ciclo económico, como hemos visto en estos años en los que los migrantes se han ido.
Por otra parte, el INE muestra que gracias a la recuperación económica, las bodas en España están aumentando, aunque los contrayentes son cada vez mayores (34,7 años la mujer y 37,5 el hombre). Un indicador de que los ciudadanos sí quieren formar una familia y el no tener hijos se debe en muchas ocasiones a problemas socio laborales.
Es por esto que el Gobierno debe impulsar una batería de medidas para ayudar a los españoles a ser padres. Facilitar la conciliación de la vida familiar y laboral, proteger a la mujer de posibles penalizaciones en su puesto de trabajo tras la maternidad, ayudar a las familias a sortear algunos gastos básicos en los primeros años de vida o financiar más gastos de las familias numerosas son algunas de las iniciativas que deben ponerse sobre la mesa. Se trata de políticas que requieren la implicación de las tres Administraciones (nacional, autonómica y local) y que sólo serán evaluables en el medio o largo plazo por lo que exigen altura de miras.
En enero de este año, el Consejo de Ministros creó el Comisionado frente al Reto Demográfico. Pero poner en marcha una comisión de estudios no es suficiente para resolver la crisis demográfica de nuestro país. Urge incluir este asunto en la agenda política para impulsar los nacimientos cuanto antes.
Fuente:
http://www.elmundo.es/opinion/2017/06/26/594ff0b5e2704edc5b8b461c.html
Escultura: Claes Oldenburg.
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