EL UNIVERSAL, Caracas, 13 de junio de 2017
Por una Venezuela reconciliada y próspera
Antonio Pérez Esclarín
Es evidente que el gobierno perdió la brújula y confundió socialismo con populismo y capitalismo de Estado, al que los altos precios petroleros posibilitaron implantar ciertas políticas sociales y crear una imagen de bienestar sobre pies de barro. El derrumbe de los precios mostró lo muy equivocadas que eran las políticas y caminos emprendidos que terminaron por hundirnos en el caos, penuria, escasez, inflación y violencia.
Si bien es esto cierto, no podemos renunciar a nuestros ideales de justicia y paz, y debemos trabajar por reconstruir a Venezuela sobre las bases de la prosperidad, pero también de la equidad, de modo que no olvidemos, sino que incluso privilegiemos, a los pobres y los perdedores de siempre y nos esforcemos por superar la pobreza, la miseria, la violencia y la improductividad. El amor a los pobres debe traducirse en lucha frontal contra la pobreza.
Para mí, el mayor fracaso del chavismo ha consistido en que con su discurso redentor, su desconocimiento de la ética más elemental, su creciente dependencia del petróleo y su ineficacia en crear modelos alternativos y resolver los problemas del país, especialmente de los pobres, ha socavado las bases de la auténtica democracia social e incluso, en los últimos tiempos, ha mostrado un rostro indudablemente inaceptable.
Por ello, en estos momentos en que inevitablemente nos acercamos a un cambio de modelo, debemos hacernos con rigor la pregunta de ¿qué Venezuela queremos y estamos dispuestos a construir? Y la respuesta tiene necesariamente que juntar prosperidad y equidad. La prosperidad se logrará combatiendo con vigor la corrupción y con unas políticas productivas eficientes que premien el esfuerzo y posibiliten a las mayorías vivir dignamente de su trabajo.
Mejorar las políticas sociales
La equidad va a suponer mantener y mejorar las políticas sociales que atienden a la población más vulnerable, que les permitan vida digna, contribuyan a disminuir las vergonzosas desigualdades y les ayuden a salir de la pobreza. No olvidemos que la genuina democracia sólo es posible en el marco de la justicia social, pues el primer requisito de la democracia tiene que ser asegurar la vida y el bienestar de todos.
No construiremos una nueva Venezuela mirando hacia atrás. Hay que desterrar de una vez la corrupción, el clientelismo, el rentismo, el populismo y mesianismo. Necesitamos líderes muy bien formados, eficientes y trabajadores, con una comprobada e inquebrantable conducta ética, que hayan demostrado verdadero compromiso por Venezuela y disposición a sobreponer el bien de la República sobre sus aspiraciones personales o del partido. Dirigentes que nos hablen claro y nos convoquen con su ejemplo al trabajo, el esfuerzo y la esperanza. La esperanza no tiene nada que ver con la pasividad, ni con una cómoda resignación; por el contrario infunde un gran dinamismo. La esperanza no es sólo cuestión de ojos nuevos, para visualizar el país justo y solidario que queremos, sino también de manos nuevas, dispuestas a trabajar con eficacia, y a volver a abrazar y nunca golpear al hermano diferente.
Por ello, en estos momentos tan difíciles debemos superar la tentación de la intolerancia, el revanchismo y la venganza. No será posible construir una mejor Venezuela si imitamos las conductas y actitudes de los que nos llevaron a esta situación. En los cimientos de la nueva Venezuela debe estar la justicia, pero también el perdón.
Fuente:
http://www.eluniversal.com/noticias/opinion/por-una-venezuela-reconciliada-prospera_656229
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