De la infiltrada Fuerza Armada
Luis Barragán
Al caer la dictadura de Pérez Jiménez, las Fuerzas Armadas se hicieron – en
sí mismas – un campo de batalla. Distintos sectores procuraron
instrumentalizarlas para sus realizar sus intereses políticos inmediatos,
concretos y parciales.
Más allá de las frecuentes tentativas golpistas surgidas en su seno,
enfrentaron uno de los mayores desafíos externos, como fue el de una
insurrección literalmente armada, evidentemente importada y decididamente
adelantada en el marco de la Guerra Fría. A la victoria política, con los
resultados de los comicios generales de 1963, fracasado el persistente sabotaje
y llamado a la abstención, siguió la victoria militar ante la subversión leninista-guevarista
que, al mismo tiempo, concibió la calculada infiltración de la entidad
castrense, tal como destacó en el debate de plena sinceridad que ocasionaron
las declaraciones del otrora ministro de la Defensa en la cámara de diputados
hacia finales de 1969.
La mayor gracia o, mejor, morisqueta del denominado chavismo, fue –
precisamente – infiltrarlas, inoculando el virus de la desprofesionalización y
desespecialización. A muy largo plazo, cumplieron la lejana meta de los años
sesenta, alterando los valores, funciones y roles esenciales: violentando la
Constitución de 1999, la entidad armada está ultrapartidizada e, incluso,
dedicada a áreas muy distintas a las que conciernen al sector defensa.
Nada parcial y mezquino fue el objetivo de la democracia representativa al
proponérsela como fiel cumplidora de la Constitución de 1961, empeñada en
articular definitivamente su subordinación al sector civil. Ahora, el
sectarismo político la aísla del resto de la población que mayoritariamente
rechaza al régimen, imposibilitado de expresarse a través de unas elecciones
pulcras, oportunas y transparentes, según lo manda
inequívocamente la Constitución de 1999, incluyendo la consulta posterior a la
declaratoria parlamentaria del consabido abandono del cargo.
Incluyendo a la actual Fuerza Armada, los venezolanos hemos pagado un
altísimo costo por una infiltración consumada, indebida y suicida. Agreguemos,
deliberada, porque el madurato tiene su mejor apuesta en la descomposición de
una institución esencial de Estado completamente de espaldas al artículo 328 de
la vigente Constitución de la Repùblica.
22/05/2017:
Ilustración: Dumont, El Universal (Caracas, 13/05/2017).
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