Del rehén político: nunca antes visto
Luis Barragán
Consabido, Leopoldo López es el rehén por excelencia del régimen. Todavía
no se sabe de su suerte, o muy poco es
lo que conocemos, objeto de una duradera,
macabra y enfermiza manipulación que deja y siembra la duda en torno a
la existencia misma del irreductible prisionero de consciencia.
Nunca antes había ocurrido una situación semejante, ni siquiera en medio de
la violencia desatada en los años sesenta del XX. Siendo la regla, los
golpistas y guerrilleros capturados eran destinados al cuartel San Carlos y
otras dependencias semejantes, sometidos a un puntual proceso judicial y
debidamente sentenciados, capaces de recibir visitas regulares de familiares y
relacionados, libros y otros objetos personales y, en el peor de los casos, el
parlamentario que quisiese constataba
personalmente las condiciones del prisionero; esto, por no citar el caso de
Chávez Frías y de sus compañeros de felonía, hospedados con comodidades y
atenciones después de rendirse.
La prensa de la época, favorable o no al sistema, daba cuenta de los casos
y, respetada una básica división de los órganos del Poder Público, la
oficialidad policial y militar temía de una investigación parlamentaria difícil
de frenar por las consecuencias que la propia apertura e indagación generaba,
con todas sus imperfecciones. Basta con la consulta de sendas memorias, como
las de Domingo Alberto Rangel, Américo Martín, Víctor Hugo D’Paola o Héctor
Rodríguez Bauza para constatar que nada parecido acontecía de cotejarlo con el
caso de Leopoldo y más de los cien rehenes políticos del presente, añadidos más
de doscientos tan sólo en un operativo del Plan Zamora aplicado recientemente
en el estado Carabobo. E, incluso, emblemático recluso de la citada década, la
prensa reportaba los ires y venires de Marcos Pérez Jiménez, entre
la Corte Suprema de Justicia y la celda de la Cárcel Modelo, pulcramente
trajeado y evidentemente bien alimentado.
No ofrecemos una versión idílica del pasado, pero no tiene comparación con
un presente mórbido y sórdido, pues, burlándose de sus seres queridos y de la
opinión pública, Nicolás – sí, no puede eludir su responsabilidad – difunde una
tal “fe de vida” con una sospechosa estampa de López, sin dejarlo ver por su
propia esposa e hijos, cumpliendo un supuesto itinerario hacia el Hospital
Militar casi a la media noche, profundizando la angustia y la zozobra. Son muy
numerosas las vicisitudes experimentadas por el resto de los rehenes, enfermos
y caprichosamente movidos de una cárcel a otra, integrantes de familias
materialmente modestas o ya empobrecidas que pocas veces logran un cupo en los
medios de comunicación, por no citar a otras personas “liberadas” que están
sujetas al chantaje de sus captores: rehenes que, por definición, los desean
para la más insólita negociación.
Escuchamos a través de las redes, una vieja canción intitulada “De dignidad
se trata”, interpretada por Gloria Martín (*), al parecer, hoy funcionaria del
minpopo de Cultura. Por lo menos y hasta por menos, antes se podían quejar de
la realidad penitenciaria política y común, callando frente a lo acaece en el
presente, sumada la “insurgencia armada” de acuerdo a la infeliz calificación
que le dado Elías Jaua a la protesta cívica, pacífica y constitucional que, por
cierto, nunca hizo en sus tiempos de estudiante. Así son las cosas.
(*) https://www.youtube.com/watch?v=JCns3KRys5E
(*) https://www.youtube.com/watch?v=JCns3KRys5E
08/05/2017:
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