Retroceso a la premodernidad
Luis Barragán
Cosas de la vieja prensa del patio, incluyendo a los intelectuales que procuraban exhibirse en forma serena y ponderada, abundaron las opiniones de provocación. Éstas expresaban las ideas a contracorriente en curso o se antojaban de una legítima travesura, pero lo cierto es que tendían a romper el tedio del mundo (pre) establecido.
A Arturo Uslar Pietri, en su columna dominical, le inquietó que el escritor perdiese su vieja estatura frente al conductor político, el capitán de industria, el tecnólogo, el científico, los poderosos del mundo financiero o sindical. La influyente figura intelectual, conciencia de su tiempo, cedía el paso a otros voceros, habida cuenta de los nuevos mecanismos de comunicación (“Pizarrón: El ocaso del escritor”: El Nacional, Caracas, 04/02/1979).
Antes de concluir el mes, Pedro LLuberes intenta una respuesta, yendo a la “creciente inservibilidad – dada la dinámica de cambios del mundo moderno – de esos opulentos edificios conceptuales que muy escolásticamente pretenden abarcar demasiado y terminan convirtiéndose en académicos juegos de abalorios”. En su largo texto (“El crepúsculo de los inmortales”: El Nacional, Caracas, 25/02/1979), anunciaba lo que después se denominó el fin de los grandes relatos, tentado por cuestionar al cuestionante que, a nuestro parecer, lo intimidó.
Más de tres décadas después, en medio de la presunta era de consolidación de la postmodernidad, la relegación de todo referente intelectual es peor, pero semejante, a la de cualquier otro vocero que se suponía de gran audiencia social. A la falta de libertades públicas en a Venezuela del siglo XXI, el escritor sólo sirve para una utilitaria efemérides de los medios oficialistas, sin rozar la cabal y orgullosa ignorancia del resto de los elencos del poder o de los llamados a reemplazarlos y que, difícilmente, pueden – en ambas aceras - citar a un novelista, a un cuentista, a un ensayista coetáneo: los libros no llegan y hasta el definitivo bloqueo de las redes, apenas en el medio universitario prospera uno que otro nombre.
Uslar Pietri ni LLuberes no podían adivinar que, en el otrora país importador de toneladas cúbicas de buen whisky, después ya no alcanzara para la arepa de maíz ni el pan de trigo, mucho menos para un libro que cuesta, así fuese convencional o digital su formato. Gallegos y García Márquez son legados de la vieja escolaridad, porque ni Britto García suena por estos predios que constituyen una premodernidad a la que también, por lo visto, suele retrocederse.
08/08/2016:
http://www.radiowebinformativa.com/opinion/retroceso-a-la-premodernidad-luisbarraganj/
Cfr.
http://lbarragan.blogspot.com/2016/08/nota-complementaria.html
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