lunes, 1 de octubre de 2012

ELECCIÓN (ES) Y SUSTANTIVIDAD (ES)

EL NACIONAL - Domingo 30 de Septiembre de 2012     Siete Días/4
entrevista
Colette Capriles
"Así como es contagioso el miedo, decidirse a votar también lo es"
La psicóloga social señala que las campañas de Chávez y Capriles plantean que la del 7-O es una decisión existencial. "No es un cambio de gobierno, sino de un modo de vida". Asegura que el entusiasmo combate el temor
LAURA HELENA CASTILLO

"El Gobierno ahora tiene una nueva misión: la misión miedo.
Dicen que si gana el progreso se le va a quitar algo a alguien y es todo lo contrario". Esto lo ha dicho el candidato de la oposición Henrique Capriles en Caricuao, en Bolívar y en muchos otros escenarios de su acelerada campaña electoral de corredor de fondo. Es la respuesta a las amenazas que el presidente Hugo Chávez ha convertido en uno de los ventrículos del corazón de su mensaje. El Gobierno soltó el coco del miedo con la idea de que con una derrota de su abanderado se perderían beneficios y avances. El opositor lo niega en cada discurso. Dejarse asustar por fantasmas es libre.
La psicóloga social Colette Capriles explica que la decisión que se tomará en las elecciones presidenciales del 7 de octubre es existencial y no un mero cambio de color de franela. Cada candidato lo ha planteado así. "En la agenda de Chávez siempre ha estado el miedo, pero ahora es directamente una amenaza. La estrategia es obligar a votar.
El Presidente apela al miedo, que es muy poderoso y sólo funciona para los que tienen algo que perder. Y Capriles hace la interpelación directa al preguntar: `¿Qué quieres tú?’, `Imagina tu futuro conmigo o con Chávez".
­¿El miedo también gana elecciones? ­Es complicado porque no todos los miedos son iguales.
Los miedos colectivos no obedecen todos a la misma lógica.
El miedo de una sociedad cerrada ­con discursos sociales controlados­ es muy distinto al de una abierta. En una sociedad que pudiera llamarse semicerrada, como la nuestra, que está dentro de los marcos democráticos pero con un modelo atípico, con una concepción tiránica de la mayoría y un irrespeto absoluto a las instituciones que protegen los derechos individuales, parece natural pensar que las opiniones de las personas tienen un costo político. La lista Tascón y la manera cómo se manejó el referéndum revocatorio de 2004, año en el que se llegó a niveles de psicosis nacional, son experiencias que, sin decir que se convirtieron en traumas, generaron una memoria colectiva. Uno de los efectos es el miedo que algunos sienten con respecto al proceso electoral y hasta la desconfianza que vemos ahora en las encuestas.
Y en momentos críticos en los que no se trata de un cambio de gobierno, sino de un modo de vida y se debe tomar una decisión existencial, esto puede generar dudas en cualquier votante, con excepción de los muy decididos.
Ponte tú que tienes que tomar una decisión crucial. Del tipo que sea. Sospechas que en esa decisión se te juega una manera de vida: me caso, me divorcio, tengo hijos, dejo mi trabajo. Como en el poema de Constantino Cavafis, hay un gran "sí" o un gran "no" que tienes que dar. Eso cuesta. Se entiende que haya incertidumbre y personas con ninguna propensión a decidir.
­¿Cómo puedes ser indiferente ante algo que podría cambiar tu vida? ­Lo que pasa es que ahí va el otro elemento interesante, que es estrictamente político. ¿Cómo son las democracias? Independientemente de que ésta no lo sea en términos sustantivos, lo es en términos formales. Vamos a elegir de manera democrática, es decir, por regla de la mayoría, que es la regla de la agregación: montones de decisiones individuales que se agregan. No nos sentamos a discutir cuál será la decisión para todos, sino que cada uno debe tomar la decisión individual, que afectará a otros. De modo que la decisión del otro me afecta porque yo no la controlo, sólo controlo mi propia decisión. Un juego complicado, yo controlo mi destino, yo voto; pero también estoy controlada por otros. La relación con el otro es existencial para vivir en democracia. Este es un país emocionalmente partido en dos, entonces debes confiar en que la decisión que se va a tomar es la mejor para todos, pero muchos sienten que será mejor sólo para uno de los dos grupos. Si seguimos elaborando a partir de esa lógica, uno entiende que haya gente que tenga problemas para decir en una encuesta por quién va a votar aunque declare que sí lo hará y hasta gente que, peor aún, no sepa realmente por quién lo hará. Porque también hay miedo a decidir y ése es más esencial que el miedo a revelar cómo se votará.
Inmune. ¿Cuántas de las perso- nas que le temen a los aviones han tenido algún problema durante un vuelo distinto a tener que comer pasta recalentada? ¿Cuántos han vivido una despresurización? ¿Por qué temen, entonces? La filósofa explica una de las causas: "Uno de los problemas con el miedo, en el orden propiamente psicológico, es que en su caso extremo, el de las fobias, es inmune a la información. Si tienes miedo a los aviones te pueden decir que hay 100.000 veces más probabilidades de que te pase algo en carro que en avión, pero eso no va a hacer cambiar tu idea".
­¿Con qué emociones se combate el miedo? ­Pareciera que no se combate con información, sino con una desensibilización sistemática, o bien sustituyendo el miedo con otra emoción o asociándolo con eventos placenteros. No es la información lo que resuelve el tema del miedo, sino un trabajo en el plano de las prácticas o de la sensibilidad.
­¿Se puede sustituir con esperanza? ­Con entusiasmo, más bien.
Si volvemos al caso del avión, funciona pensar que después de 10 horas de vuelo vas a amanecer en Florencia. Sirve sentir que hay algo que me va a recompensar este sufrimiento, por más imaginario que sea. Tiene que ver con un sistema de recompensas en cierto nivel. Y, aunque la información no quita el miedo, sí lo matiza.
­Uno de los éxitos más grandes del gobierno de Chávez ha sido modelar la imagen de un presidente invencible, que estará hasta 2031 o será perpetuo. ¿Es una forma útil de control? ­Es testimonio de que el aparato de comunicación funciona en nivel simbólico.
En la práctica no todos nos creemos lo mismo al mismo tiempo. Al lado del mensaje del gobierno omnipotente hay un mensaje en el que vemos que claramente no lo es: es ineficiente, fracasan en lo que dicen, dicen mentiras, el hombre se enfermó y eso coexiste con el otro sentimiento.
Hay dos consciencias simultáneas luchando internamente.
Volvemos al campo de la incertidumbre. Esto coincide con otra cosa más de orden antropológico y que es parte del éxito del mensaje de los medios oficiales: esto no sería posible sin nuestra conexión profunda con el espíritu de conformismo consumista.
Hay poca experimentación en el riesgo. Esta es una sociedad que no favorece al riesgo ni a la diferencia.
­Pero en un plano cotidiano hay que lidiar con el riesgo desde que abres los ojos hasta que los cierras. ­Sí, y tienes que negarlo todo el tiempo. Hemos tenido niveles de tolerancia a cosas prácticas de la vida que son posibles sólo en un país que tiene esta especie de cornucopia en la que crees que de alguna manera te va a tocar algo un buen día.
­Un estudio de la Universidad de California demostró que la influencia de los amigos en Facebook sí podía modificar la intención de voto. ¿La influencia del entorno es fundamental? ­Así como es contagioso el miedo, decidirse a votar también lo es. Por eso el éxito de unas elecciones no está sólo en unas maquinarias gélidas que lleven gente al centro electoral. Sobre todo en elecciones tan reñidas como ésta. Y me pregunto, ¿qué tan reñidas?
­¿Hay realmente un control tan grande del Gobierno sobre la población? El candidato opositor ha tenido pocos inconvenientes en más de 250 pueblos que ha visitado.
­El miedo exige toda clase de hipótesis. Algunos dirán que Capriles pudo recorrer el país porque lo dejaron para que Chávez pareciera un demócrata. Si Chávez pudiera hacer las cosas que algunos creen que tiene en la cabeza sería Kim Il Sung. No lo es porque no lo dejamos, no hay condiciones y estamos en el siglo XXI. No es posible un control así pero sí hay una representación simbólica permanente de un control que tal vez no sea tan estricto como el propio aparato de medios oficiales lo refleja.
Hay demasiados lugares abiertos; tienes ríos subterráneos de consciencia social. Es interesantísimo, si no nos estuviera pasando a nosotros, ver cómo el plano simbólico es suficiente para construir un espíritu totalitario. No necesitas una Stasi ni una KGB, solamente un nivel mínimo de violencia física y coerción aplicado en un momento muy específico, pero alimentas a ese dragón que vomita fuego permanentemente, que es lo que es el Sistema Nacional de Medios Públicos.

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