jueves, 11 de octubre de 2012

CUATRO NOTAS POST-ELECTORALES

EL NACIONAL - Jueves 11 de Octubre de 2012     Opinión/9
En la frente de Goliat
COLETTE CAPRILES

Lo que más aflige es la continuación, en formato cada vez mayor, de una impostura. Que de este dispositivo mediático que prolonga las apetencias de una oligarquía petrolera se hable como de un "gobierno de izquierda" es escandaloso y es lamentable. Que se consolide un sistema de exclusión que parte en dos al país al crear una casta de "necesitados" y otra de "proveedores" y que eso sea percibido como desarrollo y progresismo; que la pérdida de la república, en cuya dirección avanzamos un paso más con estas elecciones, sea motivo de regocijo internacional; en fin, que la visión de una enorme minoría que quiere un país unido y moderno quede sepultada bajo la soberbia hegemónica: sí, hay pesadumbre cuando se considera todo esto.
En medio de la decepción aparecen, como siempre, voces que "retrodicen" y que, en particular, insisten en atribuir a elementos externos lo que no es sino una dolorosa tomografía del país. Me refiero a quienes recurren a explicaciones de "caja negra": fraude electrónico o manipulación electoral, e incluso a quienes se sienten embaucados por haber concebido esperanzas incumplidas y la emprenden contra la dirigencia de la unidad democrática, o, lamentablemente, contra quienes apoyaron al Gobierno. La frustración del gigantesco esfuerzo de organización, persuasión y trabajo político que tuvo lugar en estos meses genera legítimamente un malestar que cada quien trata de elaborar a su manera, pero me parece que viene bien tratar de entender, dentro de la complejidad de todo, algunas cosas.
Una primera es que la perspectiva que cada uno de los venezolanos tenemos sobre el país está irremediablemente deformada por la espantosa separación que se inaugura en 1998. Pongamos entonces lo que pensamos bajo custodia, o entre paréntesis: detengámonos a examinarlo. A lo mejor el victorioso no está obligado a reflexionar, pero quien pierde sí. Por otra parte, si bien es necesario reconocer políticamente a esa mayoría que se expresó contundentemente, ello no implica ser indulgente con lo que de equivocado vemos en el proyecto que ha resultado triunfador.
La gran minoría que se pronunció por la modernidad y el cambio es tan legítima como la mayoría circunstancial que apoyó el proyecto de Chávez, y que votó conservadoramente, y de esta convicción hay que partir.
Apenas un dato: comparando con 2006, la oposición creció de 37% a 45% y el Gobierno pasa de 62% a 55%. La diferencia de votos es de 1,5 millones en un universo de votantes de casi 19 millones.
Los 20 o 30 puntos de diferencia que anunciaba el régimen desde antes del inicio de la campaña como prueba de la inexistencia absoluta de la oposición sólo provenían de las declaraciones de sus encuestadores. Con todo el monstruoso poder del Estado en contra, la campaña de la unidad democrática fue exitosísima. Sin embargo, insuficiente. Es seguro que parte de esa insuficiencia se explica por errores de percepción, por fallas organizativas, pero también porque sólo en el último tramo de la campaña, a mi modo de ver, tuvo el candidato de la unidad la precisión y contundencia discursiva que lo puso en el camino de ganar.
A partir del momento en que Henrique Capriles organizó su discurso en torno a la interpelación directa al votante, para romper el velo propagandístico de Goliat, comienza un crecimiento intenso de su candidatura y propuesta. Interpelación, es decir: contraste entre la oferta del régimen y la calidad de vida que realmente tiene el ciudadano. Rasgar ese velo que oculta las miserias tras las trompetas del espectáculo. Y, en otro plano, confrontar al votante con su responsabilidad hacia sí mismo. Así se enfrentó los dos grandes pilares de la campaña oficialista, que fueron el reforzamiento de la identidad chavista (a través de la denigración del "otro", majunche, inmoral, etc.) y del conformismo conservador, del miedo al cambio.
Ese es un mensaje político que trasciende las elecciones y que debe organizarse y multiplicarse. Esta es la hora de la unidad, siempre frágil cuando la victoria se escapa.


EL NACIONAL - Jueves 11 de Octubre de 2012     Opinión/9
6,5
ANTONIO LÓPEZ ORTEGA

No se trata de un código binario, ni de un grado Celsius, ni de un sismo en la escala de Richter, no. Se trata de un amuleto que quisiera llevar en mi bolsillo, o de un talismán que quisiera lucir en mi pecho: seis punto cinco, o seis millones y medio, que fueron los votantes opositores que sufragaron este pasado domingo. No desmerecen para nada los muy respetables ocho millones que hicieron mayoría, pero debo confesar que no comparto su visión de mundo, o su visión de país. Nada me permite pensar que la gestión de un Gobierno que ya lleva catorce años en el poder pueda mejorar en los próximos seis: seguirán las explosiones en las refinerías, los asesinatos de policías (que se supone requieren más atención que los de los simples civiles), los derrames y la contaminación de ríos, la importación de 95% de nuestras necesidades alimentarias, la inflación permanente de dos dígitos y los cadáveres de fin de semana en la morgue. Y no se trata, por cierto, de diferencias doctrinarias, sino de simple calidad en la gestión pública. Esos 6.5 que no lograron la mayoría tienen al menos la convicción de que la gestión que merecemos puede ser mucho mejor que la que recibimos. Es una certeza que tiene que ver con el criterio, con la formación, con el sentido común. Sencillamente, para los incontables niveles de ingresos que hemos recibido en estos tres lustros, el balance debería ser muy diferente a la deficiente actuación a la que estamos acostumbrados.
Ese es el muy digno capital político que tenemos, seis punto cinco millones, casi la mitad del país, que democráticamente ha dicho: "No me interesa el modelo que propones". Lo que en democracia moderna debería contar y mucho, porque, teóricamente, no se gobierna para parcialidades sino para un todo. Si la gestión que viene preserva el mismo nivel de deterioro que suponemos y los años venideros nos llevan a un colapso económico, esos 6.5 millones que quedan en reserva, también democráticamente, son los que saldrán a reflotar una república en ruinas para los 8 millones que han creído en mesianismos autocráticos. Pero mientras esas oscuras horas que nadie desea llegan, el rol opositor, como en cualquier democracia moderna, es marcar las acciones del Gobierno y denunciar, criticar o advertir sobre desmanes, errores o desaciertos. Es lo que lo que le correspondería al liderazgo político de esos 6,5 millones que ahora entran en la reserva de la República.
Es cierto que no hay mayor aprendizaje que el de la derrota ni mayor luto que el de la pérdida de algo que veíamos muy posible, pero en política los llantos deben ser breves, instantáneos, pues su tiempo es el de la Historia, que no el de los accidentes humanos.
Mucho habrá que repensar procesos, estrategias, programas; muchos errores habrá que enmendar.
Pero las imágenes de una campaña realmente admirable, con sus llenos coloridos y sus almas agitadas, están demasiado frescas como para desdecir de nosotros mismos. Hemos completado una jornada cívica ejemplar, profunda, inolvidable. Ha sido como renacer de las cenizas para encontrarnos en el espejo con nuestro reflejo de posibilidades y talentos.
Somos una reserva moral, una franja vigilante, un compendio de demócratas cabales. Somos 6,5 millones que, en términos electorales, no hemos competido con un adversario sino contra un Estado omnipotente y omnipresente. Capital político irreductible que, lejos de decrecer, se ensanchará hasta hacerse mayoría, justo cuando los tiempos de decrepitud lleguen a su fin y la patria quiera ser realmente nueva y no este simulacro de verborragia y obras inconclusas.

EL NACIONAL - Jueves 11 de Octubre de 2012     Opinión/9
A primera vista
Chávez al gobierno, el pueblo al poder
JUAN BARRETO

Lo político, a decir de Gramsci, es el momento que logra concretar la potencia de existir y de actuar en la realización práctica de la ideología. Esto ocurre en permanente acoso, en una combinatoria de maniobras entre guerra de posiciones y guerra de movimiento, en distintos estratos y velocidades, desde variadas líneas de inmersión y de visibilidad. En marchas y contramarchas se va construyendo un bloque social histórico.
La construcción de una nueva hegemonía no es necesariamente un ejercicio puramente consciente de la voluntad, es también fruto de azares y, con Maquiavelo, de virtud, fortuna y astucia. Un proyecto revolucionario es la materialización de las condiciones de posibilidad de un discurso que se hace carne y cuerpo del deseo cotidiano en la vida común.
El lugar de condensación jurídico-político de las contradicciones de un tiempo y la expresión de una hegemonía implica marcas y registros que pueden ir variando o que se establecen en un signo, en un ícono o en cualquier otro plano referencial. Así surgen los sujetos conceptuales, nombres propios que impactan y cambian de manera sustantiva las relaciones de fuerza y de poder entre las clases.
Discursos que cambian para siempre el mapa, la arquitectura y la iconografía de una sociedad dada. Lo que está cambiando necesita de un rostro inteligible. Así, Malcolm X, Che, Gandhi, Fidel, Mandela, son la textura y la rostricidad sintética de muchos rostros, cuerpo sin órganos, plano de consistencia de distintos y contradictorios estratos en pugna desde encontradas líneas de fuerza y de fuga de historias y tiempos políticos múltiples, hechos carne, huesos y nombre. Son la combinatoria que indica cuándo estamos en presencia de acontecimientos revolucionarios y cuándo no.
Algunos rostros los podemos calificar como singularidad de la multiplicidad de un pueblo, o su contrario. Muchas veces, durante un cambio social los procesos se precipitan, salta la legalidad y por un momento se pulverizan instituciones que quedan sustituidas por un rostro y un nombre que es la expresión de la fuerza de la multitud. Nombre que cubre el arco de tiempo de una esperanza, un sueño, unas demandas sociales; en fin, la materialización transfigurada del deseo en deseo político, pues es un tiempo-cuerpo que puede ser nombrado desde su condición cualitativa.
Nuestro tiempo constituyente se caracteriza por la emergencia de un sujeto, que podemos marcar haciendo un corte arbitrario, desde el estallido de febrero del 89, hasta los días que corren, pasando por todas las turbulencias que nos ha tocado vivir; lleno de momentos instituyentes para la emergencia de ese nuevo sujeto hegemónico, como ocurrió con el 4-F. Momento de irrupción de un nuevo significante político que puso rostro humano a todo el arco del proceso, materializando desde allí el imaginario que dio nombre al sujeto conceptual que recoge el momento político. Los tiempos que corren, nos guste o no, tienen un nombre común y por eso mismo, todo el mundo, para bien o para mal, tiene que referirse a él, en tanto que significante lleno, dicho en términos de Laclau.
No asumirlo es alejarse de manera metafísica de la sensibilidad cualitativa de la subjetividad política dominante.
Ese nombre, ya lo he dicho, es Chávez. Esa nomenclatura contiene la clave secreta que orienta los rumbos de este tiempo. Su suerte juega la suerte de todo aquello que llamamos proceso revolucionario. De allí la importancia de su continuidad, representada hoy en la nueva victoria popular. Las grandes mayorías populares venezolanas han decidido profundizar la revolución, la continuidad de Chávez en el gobierno garantizará la consigna que hemos sembrado en todo el país con en el complejo partidario Redes, ¡Chávez al gobierno, el pueblo al poder!

EL UNIVERSAL, Caracas, 11 de Octubre de 2012
Después del 7-O
Entre chavistas y opositores existe el deseo de avanzar hacia la convivencia y el respeto mutuo
FRANCISCO JOSÉ VIRTUOSO SJ 

Después de la emisión de los resultados de las elecciones presidenciales del pasado 7 de octubre, se requiere dejar que sedimenten las emociones para que tome lugar la luz de la reflexión y el análisis. Los resultados, además de señalar al ganador, permiten aproximarse con bastante objetividad a la realidad política del país en su conjunto.
La primera tarea es esforzarse en estudiar y comprender lo que ha sucedido en este proceso electoral, cuyas consecuencias serán clave para la vida de la nación. Hay que saber leer lo ocurrido más allá del deseo y las identidades políticas de cada quien. Las universidades tenemos un aporte muy importante que dar en esta dirección para colaborar en la orientación de la vida del país, tal como lo establece nuestra misión institucional.
Una evidencia que se desprende de los resultados, es que en materia de identidades políticas, el país está dividido en dos mitades casi iguales. Como ya se ha repetido hasta el cansancio, mientras no se construyan vasos comunicantes entre estos dos sectores no habrá salida a nuestros grandes problemas. Solo construyendo una visión compartida de futuro y promoviendo la convivencia podremos hacer de Venezuela la casa en la que todos cabemos, sintiéndonos parte de una misma familia, en la que nos respetemos y podamos desarrollar nuestras potencialidades.
El diálogo para el reencuentro nacional comienza por el reconocimiento y la tolerancia mutua. La opción política que encabezó Henrique Capriles representa una fuerza política muy importante, que denota crecimiento, expansión y capacidad de organización y movilización. La selección política que representa el presidente Chávez sigue siendo mayoría y muestra una gran vitalidad. Conocidos los resultados, los discursos de Capriles y Chávez avanzaron en la dirección correcta al reconocer expresamente y de manera respetuosa al contrario. La conversación telefónica sostenida entre ellos al día siguiente, constituye un buen gesto que abona a favor del diálogo.
Pero evidentemente que las señales de reconocimiento tienen que seguir profundizándose. Para ello sería conveniente bajarle el volumen a las descalificaciones, insultos y amenazas que provienen especialmente, aunque no únicamente, de líderes y canales oficiales. También habría que avanzar hacia la convocatoria de mesas de trabajo para encarar las graves dificultades nacionales en donde es urgente el encuentro y la búsqueda de soluciones en común.
Entre chavistas y opositores existe el deseo de avanzar hacia la convivencia y el respeto mutuo. Hay que exigirles a nuestros gobernantes hacerse cargo de estas expectativas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario