Del espíritu de La Rotunda
Luis Barragán
Semanas atrás, nos correspondió hablar a un grupo de jóvenes estudiantes que, indignados ante la situación del país, ratificaron una suerte de compromiso generacional. Menos que más informados, significativamente así tildada, la “marcha” de 1928 los llevó a equiparar al régimen de Nicolás Maduro con el de Juan Vicente Gómez.
Por supuesto, hicimos una elemental distinción entre el autoritarismo y el totalitarismo que, al parecer, los satisfizo, aunque les sorprendió que reivindicase – por ejemplo – la definitiva conformación del Estado Nacional con el andino. Por cierto, dos cursantes avanzados del pregrado, justamente, uno en historia y otro en ciencias políticas, lucieron menos avisados que los otros trece o quince muchachos, ya salidos del básico de ingeniería.
Inevitable, surgió la inquietud por los presos políticos que, sin mediar formalidad alguna, los embutió Gómez en La Rotunda por años, como en otros lugares. Nos permitimos comentarles que, al transcurrir el tempo, hubo una consciencia tal del Estado de Derecho, que a los presos de los años sesenta, otro ejemplo, se les procesaba judicialmente y, con la pacificación, recobraban su libertad a través de un indulto o un sobreseimiento de la causa, algo que no ocurrió ni ocurre con Chávez Frías y Maduro Moros con sus prisioneros convertidos en rehenes políticos.
La más joven del grupo, conversó sobre la versión familiar, más que escolar, que – además – tuvo por referente una telenovela hecha “miles de años ya” sobre El Bagre, según la tradición oral en casa. Concluyó que Nicolás regresó al “espíritu de La Rotunda” y es un Juan Vicente que habla por celular y manipula las redes sociales. Empero, nos preocupó también la aseveración de otro joven que es activista de un partido distinto a Vente Venezuela.
Palabras más, palabras menos, dijo: con todo respeto diputado, sé que también Gómez tuvo su Asamblea Nacional y era tan calladita y tan sumisa como la actual. Pareciéndonos injusta la comparación que intentamos argumentar, la aceptamos como un punto a discutir en el venidero foro o circulo de estudios (“conversatorio” es un término que no nos gusta), aunque la percepción se las trae, sin duda alguna.
Reproducción: Élite, Caracas, nr 46 del 31/07/1926.
Luis Barragán
Semanas atrás, nos correspondió hablar a un grupo de jóvenes estudiantes que, indignados ante la situación del país, ratificaron una suerte de compromiso generacional. Menos que más informados, significativamente así tildada, la “marcha” de 1928 los llevó a equiparar al régimen de Nicolás Maduro con el de Juan Vicente Gómez.
Por supuesto, hicimos una elemental distinción entre el autoritarismo y el totalitarismo que, al parecer, los satisfizo, aunque les sorprendió que reivindicase – por ejemplo – la definitiva conformación del Estado Nacional con el andino. Por cierto, dos cursantes avanzados del pregrado, justamente, uno en historia y otro en ciencias políticas, lucieron menos avisados que los otros trece o quince muchachos, ya salidos del básico de ingeniería.
Inevitable, surgió la inquietud por los presos políticos que, sin mediar formalidad alguna, los embutió Gómez en La Rotunda por años, como en otros lugares. Nos permitimos comentarles que, al transcurrir el tempo, hubo una consciencia tal del Estado de Derecho, que a los presos de los años sesenta, otro ejemplo, se les procesaba judicialmente y, con la pacificación, recobraban su libertad a través de un indulto o un sobreseimiento de la causa, algo que no ocurrió ni ocurre con Chávez Frías y Maduro Moros con sus prisioneros convertidos en rehenes políticos.
La más joven del grupo, conversó sobre la versión familiar, más que escolar, que – además – tuvo por referente una telenovela hecha “miles de años ya” sobre El Bagre, según la tradición oral en casa. Concluyó que Nicolás regresó al “espíritu de La Rotunda” y es un Juan Vicente que habla por celular y manipula las redes sociales. Empero, nos preocupó también la aseveración de otro joven que es activista de un partido distinto a Vente Venezuela.
Palabras más, palabras menos, dijo: con todo respeto diputado, sé que también Gómez tuvo su Asamblea Nacional y era tan calladita y tan sumisa como la actual. Pareciéndonos injusta la comparación que intentamos argumentar, la aceptamos como un punto a discutir en el venidero foro o circulo de estudios (“conversatorio” es un término que no nos gusta), aunque la percepción se las trae, sin duda alguna.
Reproducción: Élite, Caracas, nr 46 del 31/07/1926.
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