domingo, 24 de noviembre de 2019

DETRÁS DEL SUEÑO INFANTIL

Del triciclo roto
Luis Barragán

Dos niños decidieron jugar con las ovejitas del pesebre instalado en la Escuela de Formación de  Tropas de la localidad de San Tomé, estado Anzoátegui que,  no faltaba más, lleva el nombre de Hugo Chávez.  El teniente o capitán Anderson Arellano los detuvo, por supuestas órdenes del general Marcos Álvarez.

 El valiente niño Ricardo Alfonzo Melean, de once años de edad,  denunció en un video que,  junto al otro de ocho años,  fueron sometidos a torturas, incluyendo baños de agua y electrocución.  Y, como lo denunciara el diputado Omar González, a cámara plena, en pocas horas, detuvieron al tío de aquél, Franklin Marín, por la filmación o grabación, como si estuviese tipificado en alguna parte el delito de responsabilidad.

Además de dejar constancia de nuestra absoluta indignación,  también es necesario ratificar  la naturaleza íntima del régimen que ha hecho del morbo represivo su insignia. El nivel de descomposición ética es inaudito, habida cuenta de los  muchísimos casos de violencia y represión contra la niñez y la juventud, importándoles un bledo gasearlos, perdigonearlos y abalearlos, cual perversa práctica recreativa.




Por muchísimo menos, veinte y más años atrás, quienes están ahora en el ejercicio abusivo y placido del poder,  en el país que aspiran a  siquitrillar espiritualmente, rasgaban sus vestiduras y agredían con grandes y perdurables estereotipos. Ahora, tan susceptibles,  se llevan al tío preso, porque el colmo sería aprehender a los infantes, buscando el crimen donde no lo hay, excepto el del torturador y de quien le dio la orden dizque por mancillar – paradójicamente -  el pesebre traicionado, por todo lo que representa o debe representar.

En la Venezuela donde ya no hay triciclos, rotos por esta amarga experiencia, el victimario es la víctima, como al revés está todo. Quién sabe si le aplicarán alguna sanción al militar que abusó de los niños (uno de ellos, el denunciante, con condición de Aspeger),  aunque tendrían que encaminar al delincuente a una Corte Marcial o, según la conocida  tesis de María Amparo Grau sobre la justicia militar, conocer de toda la severidad de la jurisdicción civil, ya que el juez natural apunta clara y decididamente a algo más que a la LOPNA.

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