Luis Barragán
Puede decirse, crecimos con la obra de Mario Vargas Llosa en país que, incluso, lo premió con el Internacional Rómulo Gallegos, aunque fuesen notables las diferencias políticas con el premiador, a finales de la década de los ’60 del ‘XX. Prematuramente lo leímos y, muy después, unida la vocación de nuestros profesores con el acierto del programa de bachillerato, logramos apreciar sus aportes.
Impresiona la edición simultánea de su última novela [“Tiempos recios”, Alfaguara, Estados Unidos, 2019], en veinte países, pero – aún más – que no haya siquiera librería en Venezuela capaz de exhibir uno de los 180 mil ejemplares lanzados al mercado, como no ocurría antes. Por ello, aseguramos que tenemos un atraso de tres o cuatro de sus libros, aunque la generosidad de nuestro amigo Hugo Bravo, ha permitido subvertir un poco la situación.
Valga acotar, añadido el predominio de los medios digitales para los cuales no hay divisas, la noción de edición príncipe ha pasado al olvido, cotizadas las sobrevivientes entre los más exigentes bibliófilos. Por lo demás, escasos y encarecidos, el papel y la tinta disponibles parece no alcanzar para la piratería editorial que nos azotó tiempo atrás.
Tony Raful, pesquisador del terrible Johnny Abbes García, logró punzar la curiosidad del novelista hispano en torno al derrocamiento de Jacobo Arbenz y el magnicidio de Carlos Castillo Armas, en la Guatemala de los ’50. Y, también de “escondida pujanza” [ 94], involucrado Rafael Leónidas Trujillo en los trágicos sucesos, Vargas Llosa batió muy bien el tintero para ejercer la libre escolaridad sobre un pasado tan injustamente sepultado por las nuevas hazañas del populismo discursivo.
El miedo pánico es una constante en el tejido casi reporteril de los cortos capítulos, excepto algunos más cadenciosamente extendidos, junto a la putañería o el putanaje de los protagonistas que tienen más de gánsteres que de acuciosos agentes de inteligencia. Por supuesto, la United Fruit los enhebra con sus desmanes, pues, se resistió a pagar impuestos al igual como ocurrió con las transnacionales petroleras en Venezuela, las que tuvieron que lidiar con dirigentes o funcionarios muy hábiles, así perteneciesen a la nómina del dictador de turno.
Tardíamente, queda claro que el rocambur es un juego sabatino y familiar que “nadie conoce, que ya nadie juega” [283]. Enunciado varias veces, Vargas Llosa no lo describe, siendo evidente que lo es la fatal trama urdida.
Seguramente, habrá tesistas que, ya con un motivo, indagarán sobre las pistas historiográficas y hemerográficas que desembocaron en una versión que el autor procura equilibrar entre las dos instancias a las que concurre toda pieza literaria en alzada: la versosimilitud y la ficcionalidad, la verdad de lo que fue y la que puso ser. El paisaje guatemalteco pugna por imponerse en las páginas, despuntando una rica toponimia de la que cuida el escribidor hispanoamericano, convertido en otro motivo.
Finalmente, por una parte, el formidable y precursor impacto político del llamado fake new en este lado del mundo, nos lleva al fenómeno que parió el país victorioso de la segunda guerra mundial: el macartismo rasero y militante al que le faltó opinión pública detrás de la cortina de hierro para saber de sus equivalentes. Por estos días, casualmente, le obsequiamos un libro leído añales atrás sobre el tema a un conocido dirigente político con el que hemos reñido en plena cámara, en la misma acera opositora, pues, empuñando a otro autor sobre los maniqueísmos que también hicieron a los estadounidenses, concluimos que, uno y otro ejemplar, le abren una buena puerta a la novela del latinoamericano, peruano y, a la vez, español, que celebra el idioma.
Por otra, queda pendiente indagar el impacto que, entre nosotros, tuvo la caída de Arbenz y el posterior asesinato de Castillo Armas, asegurando la novela que le dimos acogida en la embajada perezjimenista a numerosos asilados, escuchadas acá las transmisiones radiales de República Dominicana [ 216, 261], cuyo dictador pretendió invadirnos a finales de los ´40. Es más, Enrique Trinidad Oliva, director guatemalteco del Servicio de Inteligencia Militar, luego un vulgar matón al servicio de la mafia, naturalmente estuvo en Caracas [ 137, 239], seguramente documentado por el Servicio de Inteligencia Militar de las Fuerzas Armadas (SIFA), si es que quedan evidencias, antes que la Seguridad Nacional de Pedro Estrada, cuyos archivos – además - fueron destrozados.
04/11/2019:
http://www.noticierodigital.com/2019/11/luis-barragan-vargas-llosa-la-libre-escolaridad/
http://www.noticierodigital.com/forum/viewtopic.php?t=139455
https://venezuela.shafaqna.com/ES/AL/2100781
https://tenemosnoticias.com/noticia/llosa-escolaridad-libre-barragn-945111/1699400
https://vozdeamerica.org/2019/11/04/luis-barragan-vargas-llosa-o-la-libre-escolaridad/
04/11/2019:
http://www.noticierodigital.com/2019/11/luis-barragan-vargas-llosa-la-libre-escolaridad/
http://www.noticierodigital.com/forum/viewtopic.php?t=139455
https://venezuela.shafaqna.com/ES/AL/2100781
https://tenemosnoticias.com/noticia/llosa-escolaridad-libre-barragn-945111/1699400
https://vozdeamerica.org/2019/11/04/luis-barragan-vargas-llosa-o-la-libre-escolaridad/
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