viernes, 24 de marzo de 2017

ATRILES PARA LA OTRA PÓLVORA

Propaganda de guerra
Luis Barragán


Desde sus inicios, el régimen ha propagandizado los caseríos, pueblos y ciudades, como si no le bastase el creciente control hegemónico de los medios radiales, televisivos y periodísticos. No ha habido un solo centímetro de pared, segundo de transmisión o byte de navegación que no sea portador de un mensaje – obviamente – mesiánico que, por una parte, cuida de la ponzoñosa alusión del adversario; y, por otra, revela una gigantesca inversión de recursos, pobladas las nóminas del Estado de muralistas artesanales o digitales, por determinados e identificables períodos. Sin embargo, por la vía del contraste, ahora es que se hace más visible el fenómeno.

Siempre ha sido una propaganda de guerra, cónsona con un premeditado terrorismo psicológico, cuya visibilidad la alcanzamos en la medida que se hace demasiado evidente la responsabilidad del gobierno en el desastre que vivimos,  sus explicaciones lucen manifiestamente absurdas y esgrime la violencia física y verbal, como  única respuesta. Violencia que no sólo se concreta por la injustificada persecución y represión política, sino por las agresiones a la vida cotidiana, aparentemente gratuitas, que las ejemplifican los sucesivos e infructuosos actos de sustitución del billete de cien bolívares y la reciente satanización de los expendedores de pan, por no citar el brutal acontecimiento en el que se convierte cada incursión de la tristemente célebre OLP, sin que impida la multiplicación del hampa y, faltando poco, la expansión del hampa organizada.

Pocos días atrás, suspendida la segunda sesión de la semana de la Asamblea Nacional, previendo cualquier incidente al convocar Miraflores una de sus inútiles y raquíticas marchas, las adyacencias amanecieron con la estampa de una elocuencia desenfadada. “Los colectivos toman Caracas en defensa de la ¡revolución!”, refiere la leyenda para la silueta de un sujeto que, rodilla en tierra, empuña y apunta con un costosa arma.

La declaración de guerra, publicada cual Gaceta Oficial en los muros de las transitadas calles y avenidas, en las que los más desesperados hurgan en las destrozadas bolsas de basura, donde una madre resignada intenta alimentar a su niño, no es una más.  Cada vez que se acerca la posibilidad de una sanción de la comunidad internacional por las prácticas feroces y antidemocráticas del gobierno venezolano, Nicolás Maduro amenaza con incendiar al país, sometiéndolo a eventos de consecuencias impredecibles, por lo que sus colaboradores lo interpretan inmediatamente con la campaña correspondiente.

La pieza comentada, responde a varios de los principios señalados por Arthur Ponsonby para la propaganda de guerra, de fácil ubicación en Wikipedia, pues, quienes proclaman una vocación de paz e inculpan al enemigo por alterarla, suelen promover la violencia como un hecho sagrado. Una mirada más atenta, nos impone de ciertas características típicas del fascismo que, al momento de escribir esta  nota, inferimos de dos títulos que hemos conservado con los años, como el de la Bienal de Venecia (“Fotografía e información de guerra. España 1936-1939”) y el de Alexandre Cirici  (“La estética del franquismo”), ambos editados por la meritoria editorial Gustavo Gili de Barcelona.

El sujeto en cuestión, no pasa hambre alguna y, acaso, oficial de las inconstitucionales Milicias Bolivarianas, tiene por costumbre una diaria cita con el gimnasio privado. De botas militares, brazalate apretado en el brazo izquierdo,  descubierta la cabeza, tiene el dedo sobre el gatillo en un gesto de virilidad y obediencia que parece no coincidir con las actuaciones frecuentes de los célebres colectivos que privilegian a los reporteros de la prensa, además, preferiblemente mujeres, para despojarlos de sus cámaras y teléfonos celulares;  toman literalmente por asalto las instalaciones de las universidades públicas; ordenan y    las colas de “bachaqueriles” beneficios, o distribuir ventajosamente las bolsas de comida que los esconde en el eufemismo: CLAP.

Los cómodos grafiteros del oficialismo, tupen las vías públicas, huérfanas del más elemental rayado para el tránsito automotor, con el cansando centellazo de una mano   de pintura. Por lo pronto, aunque pueda alegarse el derecho a la libre expresión, dejemos constancia formal de la prohibición de la propaganda de guerra, según el artículo 57 de la Constitución.

20/03/2017:
http://www.noticierodigital.com/2017/03/luis-barragan-propaganda-de-guerra/
http://www.noticierodigital.com/forum/viewtopic.php?t=63322
http://venezuela.shafaqna.com/ES/VE/748748
http://ccsnoticias.com.ve/opinion/luis-barragan-propaganda-de-guerra
Fotografías: LB (Caracas, 03/17). [Como puede observarse, la estampa de la guerra sucia derivada de los comicios parlamentarios de 2015, deja sus huellas también - traspapelándose - en una obra pública que, por cierto, fue atril de pulcritud].

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