martes, 14 de marzo de 2017

NOVEDOSA Y NECESARIA TIPIFICACIÓN



Villanuevacidio
Hannia Gómez


“Hannibal Cannibal sonreía cuando se perdía de nuevo, anónimo, entre la multitud.
“La inmensa población construida de Venezuela es el rebaño de mudas ovejas
que servirá de pasto para este lobo que se las comerá insaciable, una tras otra.
Un serial killer devorando goloso la rosada carne urbana,
relamiéndose despojos tectónicos entre las comisuras de los labios.
Sus víctimas favoritas son las delicatesses largo tiempo añejadas en el abandono,
a quienes arroja a un profundo hoyo negro antes de ultimarlas en silencio…
como a El Silencio”.
El Silencio de los inocentes. (1)

1. El Silencio de los inocentes.

Hace ya doce años (2005) se nos dijo que eso de quejarse por los cambios de colores en el centro histórico de Caracas era baladí, y que cualquier desmadre contra su identidad cromática era deleznable porque todo muy fácilmente podía “volverse a pintar como era otra vez”. Ok. Todo el mundo contento –menos nosotros– y despachado el asunto.

La rápida respuesta, con la que se dio al traste con la lucha contra la ya desde entonces creciente y abominable manipulación de la apariencia de nuestra ciudad hecha por este irrespetuoso gobierno durante las últimas dos décadas, lo dejó libre para seguir convirtiendo a Caracas en lo que no es ni ha sido nunca, una aldea multicolor, e impune para seguir usando su noble fábrica urbana como propaganda política y PANKARTA monumental populista (ver: “Por tu blanca palidez”) (2).

No contentos estos funcionarios amantes de los libros infantiles para colorear con usar TODA la paleta Pinco Pittsburg en las fachadas de Caracas y hacernos sufrir un túnel de El Calvario morado lila o una Santa Capilla color mandarina, iniciáronse entonces en el gusto por la doradura (o más bien por la “cobredura” –que no ya de los cobres–), sino porque ni siquiera el dorado lo saben escoger bien, y lo que hacen es pintar todo de un vetusto y lúgubre cobrizo, pintarrajeando todo cuanto encuentran, empezando por las pobres estatuas del Arco de la Federación.

Pues bien, la última avanzada de esta desfiguradora e irresponsable manía que desvirtúa inmisericordemente por doquier nuestros patrimonios culturales del centro histórico fue a dar de nuevo contra la reurbanización de El Silencio (Carlos Raúl Villanueva, 1942), un bien de interés cultural con el que ya habían harto gozado los del municipio Libertador pintándolo de los varios amarillos alcaldía y despojándolo además de sus farolas originales (que nunca jamás supimos adónde fueron a parar).

Todo el mundo sabe qué materiales y cuál paleta de colores usó el maestro Villanueva en El Silencio. El uso de la piedra artificial es consabido en las celebres portales neocoloniales de los diferentes bloques y en las aún más famosas columnas panzudas que adornan las arcadas del conjunto. Entonces, siendo este es un bien cultural protegido, lo cual implica la protección de sus valores, incluidos los de su materialidad, ¿por qué diablos pintaron la piedra artificial de las columnas de “dorado”?

Suponemos que no será por alguna inconfesable y secreta admiración recónditamente profesada por los gustos decorativos del nuevo presidente de Estados Unidos… y que las nuevas golden arcades de El Silencio sean un gesto destinado a cortejar a @realDonaldTrump. Pero es que esto nos resulta, realmente, aparte de ofensivo, completamente inexplicable.

2. ¿Dónde están los apliques de Villanueva?

Luego de constatar la masacre de la piedra artificial en el peristilo en El Silencio, otro hallazgo terrible se hizo manifiesto. Y he aquí que hemos encontrado que han desaparecido prácticamente todos los apliques murales de hierro forjado que diseñara Villanueva para el conjunto. Lo que quedan son los cables pelados colgando sobre las columnas. Un despojo monumental.

Esta muy bien, señores: confieso que a mí también me gustan full. Yo también quisiera hacerme de una parejita de estos para instalarla a ambos lados de mi sala de gusto neocolonial. ¡Qué genial era Villanueva! Eran adorables, realmente, los apliques de El Silencio, con esa nota suya tan pre-Calder o tan pre-GEGO, dibujando en el aire y sin papel la figura de una farola mural a la usanza de la vieja Andalucía o del Musee d’Art Moderne de la Ville de París. Divinos, los apliques, en verdad… Igual que era bella la marquesina del Teatro Nacional, tiempo ha también desaparecida en las cercanías. Pero resulta que la marquesina y los apliques le pertenecen a Caracas. Y a Caracas deberán devolvérselos. A Caracas, la cuatricincuentenaria. Ya.

Ilustraciones:
1. Panzudas doradas y apliques volados (f. Hannia Gómez, 2017 - Archivo Fundación de la Memoria Urbana).
2. Este dorado El Silencio haría las delicias de @realDonaldTrump (f. Hannia Gómez, 2017 - Archivo Fundación de la Memoria Urbana).


NOTAS:

1.  Hannia Gómez. “Asesinos memorables, o Murder, she wrote”, Arquitectura, El Nacional. Caracas, lunes 13 de mayo (1996): http://hanniagomez.blogspot.com/2007/08/asesinos-memorables-o-murder-she-wrote.html

2. H. Gómez. “Por tu blanca palidez”, Desde la memoria urbana, Caracas (2005):

http://hanniagomez.blogspot.com/2010/10/por-tu-blanca-palidez.html

Fuente:
http://www.el-nacional.com/noticias/columnista/villanuevacidio_85105

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