lunes, 13 de mayo de 2013

DEL CAMBIO SOCIAL

Del cacerolazo que va por dentro.
Luis Barragán


Valga recordar que el reascenso al poder de Maduro, estuvo caracterizado por una larga semana de protestas pacíficas y, por cierto, audibles.  Ni siquiera, la misma noche de su juramentación,  el llamado que hizo para el cohetazo que intentara contrarrestar la voz de las cacerolas, fue atendido por los suyos y, ciertamente, temió al despliegue de los celebérrimos motorizados que pudieron profundizar el descontento, marcando otro récord de decibeles al orgullosamente ostentado por una masiva inconformidad.

El gobierno sabe muy bien que no es necesario golpear una paila en la ventana, a objeto de confirmar lo que revelan numerosos sondeos de opinión. Existe una rabia silenciosa, la que va por dentro, que no cederá a las provocaciones ni caerá fácilmente en la emboscada que pueda tenderle. Hay paciencia en el desarrollo político de la protesta, como no la hubo con esa locura que fue la trampa de la Plaza Altamira, que requiere de otra perspectiva de los partidos y demás fuerzas opositoras, lejos de solazarse con lo que ocurre y de literalmente apostar por lo que pudiera ocurrir.

  Conoce muy bien el gobierno que el repliegue intuitivo, espontáneo y sosegado, no significa superación del problema institucional que ha generado y de los restantes que se agravan cada vez más. Por ello, afina sus mecanismos de persecución y de represión, disponiendo quirúrgicamente de los recursos que estima necesarios para no despertar la inmediata indignación colectiva o, por lo menos, apocarla, apresando al general Rivero, anunciando el próximo allanamiento a la inmunidad de un parlamentario, etc. Sin embargo, también cuenta con un elemento esencial: la frágil memoria.

Las más recientes generaciones no conocen el cartón de leche pausterizada y, menos, imaginan la variada oferta de marcas que, ¿apenas?, catorce años atrás tuvimos.
Probablemente supongan que, por siempre, sufrimos de las escasez de harina precocida, café, azúcar y  hasta de papel sanitario, sin saber todavía del monstruo especulador que denuncia hasta la saciedad el oficialismo, por supuesto, sin prueba alguna.

El descenso de la calidad de vida ha sido imperceptible, lento pero seguro, y ya no percibimos los sabores originales de la arepa o el queso, cambiando de hábitos de los que únicamente nos percatamos al viajar al exterior, temerosos, paranoicos, adiestrados por los niveles de supervivencia que en otras partes no se explican. El consumo cultural está en el fondo, y ya no somos el país hasta cosmopolita que disfrutaba de películas de diferentes orígenes, por citar un caso que la simple revisión de la prensa del pasado nos permite comprobar, y por no mencionar los otros y más disímiles renglones.

No pretendemos volver al pasado imposible, negando cambios o evoluciones. Sin embargo, ensayando con varias notas de la vieja prensa, nos preguntamos si es posible hoy anunciar públicamente las casas desocupadas para la venta o alquiler (El Universal, Caracas, 1917 y 1949), reseñar una colección familiar de arte (Élite, 1937), entrevistar y fotografiar al policía que le dio muerte a “Petróleo Crudo” (Últimas Noticias, 1945), o reconocer públicamente la labor de un juez penal (La Religión, 1957).

Estamos a la expectativa, pero también es necesario ejercer una acción pedagógica sobre la muchachada que naturalmente no conoció el  antes, creyendo por siempre el después.  El esfuerzo didáctico debe ampliarse, descubriendo y promoviendo valores cónsonos con la dignidad de la persona humana,formando parte de la tarea  cívica  que no monopolizan, ni deben hacerlo, los medios de comunicación, los partidos, etc.

http://opinionynoticias.com/opinionpolitica/15115-del-cacerolazo-que-va-por-dentro

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