sábado, 11 de mayo de 2013

NOTAS SOBRE EL FASCISMO (10)

EL NACIONAL - Domingo 23 de Febrero de 2003     A/21
Fascismo y chavismo
Armando Rojas Guardia

Como entre líneas, he ido descubriendo en el Diario de Thomas Mann (1933-1936) una atmósfera histórica que me devuelve de manera enfática a la nuestra, signadas ambas por el autocratismo y el tufo oprobioso que desprenden. He aquí las semejanzas: la misma demagogia tecnificadamente planificada; la misma utilización propagandística, simplista y maniquea, del mito nacional, para movilizar a las masas; el mismo recurso a la violencia armada de las brigadas-de-choque; el mismo absolutismo hegemónico que reclama para sí e invade todos los poderes públicos; la misma molestia urticante contra toda disidencia u oposición, enlodando a éstas con epítetos insultantes; el mismo estereotipo manipulador para acallar a los medios de comunicación ( “El derecho de criticar trae consigo el deber de decir la verdad”, Hitler, 8 de abril de 1933) ; la misma apelación a lo más primitivo que hay en el hombre: el resentimiento, tan certeramente diagnosticado por Nietzsche, con tendencia a colectivizarse como actitud general de la población; la misma estética repulsiva (vacía de contenidos sustanciales y de formas en verdad audaces y modernizadoras: dicho sea de paso, la repugnancia inteligente y sensual ante el chavismo como estética es la primera liberación de su férula que puede concebirse) ; la misma mezcla indigesta de elementos de la izquierda y la derecha políticas (el fascismo es ideológicamente confuso, porque con él aflora a la superficie de la conciencia de los pueblos todo un torrente de irracionalidad telúrica difícil de encauzar civilizada y democráticamente) ; el mismo vacío intelectual de los dirigentes y parlamentarios del régimen; la misma impunidad ante la criminalidad desatada, cuya fuente primordial es el discurso agresivo, bélico, del poder; la misma atmósfera guerrerista, explosiva, cargada de violencia física y verbal, que se respira en Caracas y las principales ciudades del país, como consecuencia de aquel mismo discurso, arrogante, intransigente y autista; la misma militarización global de las instituciones y, sobre todo esto, la misma entronización mesiánica del caudillo como galvanizador fundamental del proceso político, con claras connotaciones de arquetipal, grandilocuente raigambre heroica, es decir, simbólicamente verticalista y unilateral, invitándonos a apoyar la apoteosis de su épica revolucionaria, aun con el derramamiento de sangre ( “tronarán las ametralladoras”, proclamó en Porto Alegre) que ella comporte.
Setenta años nos separan de la Alemania de 1933. Pero las similitudes dan qué pensar. ¿O no?
Composición gráfica: Toni Frissell.

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