martes, 7 de mayo de 2013

LA URBE ESTÉTICA

EL IMPULSO, Barquisimeto, 03 de mayo de 2013
La ciudad como tema: teoría y práctica
Claudio Beuvrin

Con frecuencia los estudiantes de arquitectura se preguntan para qué tanta teoría si lo que se trata es de aprender a diseñar y construir y que la teoría lo que hace es limitar el tiempo que debería dedicársele a diseñar. Por supuesto, respuestas a esta inquietud hay muchas, pero por flojera y comodidad voy a citar a un amigo que ya ha hecho el trabajo por mí. El dice: “Es la arquitectura una ciencia que debe ir acompañada de muchos otros conocimientos y estudios…Esta ciencia se adquiere por la práctica y la teoría.
La práctica es la repetida ejecución de proyectos propuestos, realizada con las manos sobre la materia. La teoría es la que puede explicar y demostrar, de acuerdo con las leyes del razonamiento, la perfección de las obras ejecutadas…Por tanto, los arquitectos que solo con la práctica se han dedicado a la construcción, no han podido conseguir labrarse crédito alguno, como tampoco lograron otra cosa que una sombra los que se apoyaron solo en la teoría.
En cambio, los pertrechados de ambas cosas, como soldados provistos de todas las armas necesarias, han llegado más prestos y con mayor aplauso a sus fines…De lo que se deduce claramente que el que quiera llamarse arquitecto debe conocer tanto la teoría como la práctica.
Para lograrlo es preciso tener talento y afición al estudio, puesto que ni el talento sin el estudio ni el estudio sin el talento, pueden formar un buen arquitecto…Conviene que el arquitecto este versado en Letras, para poder afirmar su memoria mediante los libros. Debe saber dibujo, para poder mostrar más fácilmente, mediante modelos dibujados, la figura de la obra que desea realizar. Le será de gran ayuda la Geometría, que le adiestrará especialmente en el uso de la regla y el compás, con cuyo auxilio trazará mucho más fácilmente las plantas de los edificios y sabrá levantar a escuadra y a nivel los planos de ellos…Con la Aritmética calculará los costes de los edificios, pondrá en claro lo que importa cada elemento y resolverá los difíciles problemas de las proporciones, mejor, a veces, que con la geometría. El conocimiento de la Historia le es necesario puesto que muchas veces los arquitectos emplean en los edificios diversos ornatos, de cuyos temas deben dar razón a quien se los pidiere.
La Filosofía presta al arquitecto elevación de miras, le impide ser altivo y le hace, por el contrario, justo, afable y leal y, lo que es muy importante, exento de avaricia, ya que no es posible llevar a cabo una gran obra sino con lealtad y desinterés. No ha de ser el arquitecto concupiscente, ni tener el ánimo entregado al ansia de recibir regalos; debe sostener su decoro con gravedad y mantener su honorabilidad.
La Medicina es necesaria al arquitecto para conocer cuáles son las condiciones del aire y de las aguas y saber que parajes son nocivos y cuales son saludables porque sin el conocimiento de estas circunstancias no es posible construir edificios sanos.
Tambien debe saber de Derecho, de las leyes que regulan las medianerías de paredes, las servidumbres de conducción de aguas, de desagües de albañales y otras materias para evitar que de las obras surjan controversias y litigios. Tambien le servirá para aconsejar a los propietarios y maestros de obras pues si los contratos están redactados competentemente, unos y otros estarán cubiertos de fraudes.
Estando pues esta gran ciencia de la arquitectura realzada por el conocimiento de tantas y variadas materias… nadie podrá, de buenas a primeras, decirse arquitecto sino aquel que desde su tierna infancia haya ido subiendo los grados de estas disciplinas y se haya criado con el aprendizaje de muchas ciencias y artes, hasta llegar al sumo templo de la Arquitectura”.
El lector encontrará que el texto que acaba de leer tiene resonancias extrañas. Se debe al tiempo y al idioma en que fue escrito: en el latín de los tiempos de Cristo. Su autor es Marco Lucio Vitruvio Polion. Este texto forma parte de Los Diez Libros de la Arquitectuta, el tratado de arquitectura más antiguo que haya llegado hasta nosotros. Su autor nos advierte que no se trata de ser maestro en cada una de esas ciencias y artes, sino de conocer las recíprocas conexiones que existen entre todas ellas y saber acudir a los expertos cuando así se requiera, formando lo que hoy denominamos equipos multidisciplinarios.
Internándose en la teoría y la historia el futuro arquitecto aprende quien, como, cuando, donde y porqué de lo ocurrido con anterioridad. Al estudiar los precedentes arquitectónicos se develan ideas, convicciones y principios relacionados con lo que ellos hacen en la actualidad y harán mañana y, tambien, los limites que el contexto histórico, real y concreto donde él trabaja le impone a su obrar. Y esto es, sin duda, fundamental… y nada nuevo, además.
Pieza: Luis Araujo.

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