lunes, 20 de mayo de 2013

UNA NOTA PARA EL DESOLVIDO

¿Allanamos la inmunidad de Stalin?
Luis Barragán


Presumiéndolas conocidas y compartidas por todos, hay verdades que se destiñen con el tiempo y, simplemente, desaparecen. Empero, desavisados, vuelven como una mentira infranqueable.

El historial de las democracias populares, a lo sumo, incluye un reconocimiento retórico de la división de  poderes que no encuentra una solución jurídicamente sustentable y diferente de la tradición doctrinaria tomada y vituperada por burguesa. Y, aparentemente distinta, por obra de las cartas constitucionales, la soporífera concentración del poder es un dogma viviente que, apenas, admite una departamentalización de funciones y nada más, en la augusta burocracia de trepación (extraño ejército industrial de reserva).

El llamado socialismo real, arroja incansables lecciones sobre la simulación de las libertades públicas (y privadas), flotando la democracia directa (de masas) como ideario y promesa, según convenga a  la nomenclatura. Por ejemplo, en Cuba ella es tajante y cruel, pues, perfeccionada la plebiscitación de los candidatos a los cuerpos dizque deliberantes del único e infalible partido, el impedimento del libre ejercicio sindical guarda correspondencia con una flexibilización laboral que ya olvidamos, en el contexto de una economía arruinada sobre sus propios escombros (de masas).

Lenin por delante, penetrada por ese raro socialismo chino, Venezuela ha de sostener la isla de los Castro (sin que sepamos aún de sucesores), so pretexto del asedio imperialista estadounidense, sumando indicios muy serios en torno a una futura confederación de Estados, como lo señalamos con antelación a propósito de sendos textos de Fermín Toro Jiménez (*). Sin embargo, mejorados los procesos electorales semicompetitivos, el novísimo madurato ni siquiera desea a los partidos ornamentales que conoció la vieja Europa Oriental.

Olvidamos con prontitud que, incluso,  Joseph Stalin fue un diputado electo por el pueblo. De la forma que fuese y, aún sin competidores que se atrevieran, minimizadas las garantías, nos avisa que la democracia no radica solamente en el sufragio.

Por lo demás, ignorando o diciendo ignorar los crímenes del giorgiano, los comunistas venezolanos lo celebraron y, después, denunciados sus crímenes en un secreto congreso de sus pares soviéticos, muchos se atrevieron a deslindarse. Ahora, luego de la rica y lógica discusión que los nuestros protagonizaron con la derrota de la lucha armada,  parecen reivindicar al parlamentario que jefaturaba el Estado, el gobierno, las fuerzas armadas, las artes, la hacienda pública y hasta la industria cinematográfica, gracias al ilógico  modelo que el pobre Duverger no lograba caracterizar como una expresión autónoma, novedosa y superadora de la democracia occidental.

Hallamos, por una parte, que si bien es cierto que, en la primera etapa de denostado puntofijismo, las consultas electorales fueron quinquenales, no menos  es que, en el transcurso,  entre una y otra cita electoral, la división de los órganos del Poder Público era más convincente y contundente que hoy.  Además, como  lo refirió recientemente una persona amiga, ahora no existe la posibilidad de saber de casos equivalentes al de Alberto Lovera, Sierra Nevada o las Partidas Secretas, pdvalizadas las funciones parlamentarias.

Por otra, ilustrados por una clásica obra de José Mendoza Angulo, el parlamentarismo cubano al que aspiran los oficialistas en nuestro país, nada dice sobre las inmunidades ni la dedicación exclusiva, y la resignada gratuidad de sus servicios apunta a la completa subordinación de los 600 diputados a los dictados, directrices y antojos de los más iguales entre los iguales: los Castro (y pretendidos sucesores), que no requieren de tan desvalorizada curul para hacerse sentir.  Podrán argüirse miles de errores y fallas, pero – convengamos – la actual mayoría de la Asamblea Nacional representa un retroceso indecible y una quiebra de la tradición parlamentaria venezolana, por lo que respecta a sus misiones fundamentales, al celo y respeto de la representación popular, añadido el procedimiento de los antiguos allanamientos de las inmunidades.

Fue una inmensa verdad que Stalin se hacía elegir con absoluto ventajismo, como diputado, aterrorizando a sus compatriotas, pero – siendo tan obvia -  ha vuelto, luego del desteñimiento sufrido. ¿Es necesario allanar nuevamente su inmunidad histórica para delatar a los capitanes del parlamentarismo staliniano del Capitolio de Caracas?, nos preguntamos con la urgencia de reiniciar un debate perdido entre varias décadas..

Hay obviedades que se pierden con facilidad, retrotraídos a etapas supuestamente superadas. Existen sobradas razones históricas, morales y políticas que esgrimir en defensa del parlamentarismo venezolano.

(*) Pueden verse;  http://www.noticierodigital.com/forum/viewtopic.php?t=810356, y http://lbarragan.blogspot.com/2010/06/de-un-proyecto-macropolitico.html

Fuente:
http://www.noticierodigital.com/2013/05/allanamos-la-inmunidad-de-stalin/
http://www.noticierodigital.com/forum/viewtopic.php?t=967597
Fotografía: Reseña. Tribuna Popular, Caracas,  25/02/1950.

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