sábado, 11 de mayo de 2013

NOTAS SOBRE EL FASCISMO (23)

EL NACIONAL, Caracas, 22 de julio de 1998
El nazifascismo objetivo del comandante Chávez
Rafael Poleo

Los epígonos literarios de la insurrección, alzados de boquilla que a espíritus más vigorosos dejaron las incomodidades del vivac, limpian la herrumbre de sus plumas y actualizan su retórica revolucionaria para allanar camino a Chávez. La misión de estos maestros en el arte de nadar y guardar la ropa es la de negar la naturaleza fascista del chavismo. "No es verdad... No es verdad... No es verdad", repiten sin cesar. Pero hasta ahora no han presentado un solo argumento en contrario. No han podido decir: "He aquí las razones por las cuales Hitler y Chávez no tienen real analogía".
En la revista "Zeta" reproduzco, en lugar del Péndulo, la conversación que sobre el tema sostuve con César Miguel Rondón en la emisora Exitos 99.9. Fue a propósito del anuncio, hecho por Chávez en la zamorana población de Cúa, de que prepara un ejército de un millón de hombres, para actuar después -¡inmediatamente después!- de las elecciones. Con Rondón comenté que entre la situación alemana de los años veinte y la venezolana actual hay condiciones psicosociales muy parecidas, propicias a la aparición de un movimiento nazi-fascista. También, que los irregulares que Chávez está organizando recuerdan forzosamente a las tropas del asalto nacional-socialista y se le parecerán tanto como éxito tenga Chávez en la organización de estas escuadras.
El domingo pasado, Manuel Caballero, en "El Universal" del pasado 12 de julio, desarrolla la tesis de que eso del millón de soldados con que nos amenaza Chávez no es sólo como el aspirante a tirano dijo en Cúa, "del Ejército, de la Marina, de la Guardia Nacional, de la Fuerza Aérea", sino que estos militares serán el núcleo de un ejército irregular paralelo al Ejército de Venezuela, reclutado entre una población a su vez militarizada -recuerda Caballero que no hay en la Historia una sociedad militarizada que no haya desembocado en la guerra.
La única respuesta que hemos visto al análisis de Manuel Caballero es la de Earle Herrera, quien para nada considera las razones del historiador. Con ese humor forzado que delata una íntima amargura por la esterilidad y el hastío de la propia existencia, Herrera se limita a llamar ladillas a quienes piensan contra Chávez. Prueba, dice, de que Chávez no es fascista, es que su movimiento sigue creciendo. ¿Acaso no crecieron, como Chávez, en la levadura de la frustración, el nazismo y el fascismo en la Europa de los años veinte? Lo de Caballero es un razonamiento que alguien podría discutir. No es brillante, como consciente, pesada, laboriosamente trata de serlo Herrera -y no le sale, coño, no le sale. Pero Caballero es fundamentado y lógico. No es original, cualidad no necesariamente racional que Herrera hecha a faltar en el antichavismo. Y es que no puede serlo, porque la detección del fascismo en Chávez no es un proceso creativo, sino descriptivo. Es nazi-fascista, el tipo, porque lo que estoy viendo allí es nazi-fascismo físico. La visión y descripción mera de algo, no puede ser original, ni se le exige. Lo que tiene que ser es veraz.
Arriba digo dónde están los dos artículos. Búsquelos lector. Verá la diferencia entre la seriedad del profesor estudioso que hay en Caballero y la superficialidad del escritor que ya no será y transpira en Earle Herrera.

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