sábado, 11 de mayo de 2013

NOTAS SOBRE EL FASCISMO (8)

EL NACIONAL, Caracas, 31 de julio de 1997
Los orígenes del fascismo
Janet Kelly

Hannah Arendt escribió Los orígenes del totalitarismo como testamento para que las generaciones futuras reconocieran los procesos, banales y cotidianos quizás, por los cuales las sociedades vinieron a caer en los peores errores imaginables. El tremendismo se convierte en lugar común en los programas matutinos. El criminal, en personaje. La gran mentira, en slogan . Los recuerdos de la época de Pérez Jiménez, evocados por la celebración del 23 de enero sugirieron la conveniencia de resaltar al estilo de Arendt -como lo hizo tan emotivamente Manuel Caballero- lo decadente de la dictadura, a pesar de la añoranza de algunos desmemoriados. Simultáneamente, el romanticismo del culto a ``Santa Evita'' provocó la protesta de quienes identifican la desintegración de Argentina con un Perón estúpidamente enamorado de las hazañas de Mussolini en los treinta y un pueblo estúpidamente enamorado de Perón.
Si bien se acepta lo maligno de los dictadores del pasado, tanto en Venezuela como en otras partes, la reducción del mal a la simple promoción personal podría atentar contra una vigilancia eficaz en contra de los elementos de base que sustentan su ascenso. El fascismo, es justo reconocer, siempre ha tomado la forma de un movimiento social, cuyo crecimiento se debe a lo atractivo de sus consignas para la gente desilusionada con su presente. ¨Cuáles son los atributos característicos que tanto atraen a las masas?
Cada fascismo tiene su particularidad, pero algunos elementos típicos se combinan para darle su sello peculiar. Mussolini puso su nombre a un artículo en la Enciclopedia Italiana de su época que definió el fascismo tal como se autorrepresentaba: el fascismo desdeña la vida facilista, enfatiza lo espiritual, lo moral, no lo meramente materialista. Da al individuo su valor sólo dentro de la colectividad, la nación. Su líder personaliza los fines de la patria y establece el orden y la disciplina que la gente reclama. El fascismo rechaza las fórmulas liberales de laissez faire en la economía y en la ética, porque éstas arruinan el Estado. En lugar de los Parlamentos de mayoría, coloca los cuerpos orgánicos representativos de las grandes agrupaciones de la colectividad. Valoriza la grandeza militar, cuyo expansionismo es señal de vitalidad. Giovanni Gentile, portavoz de estos principios, reconoció el fascismo como método político, más que programa de gobierno. Es pragmático y oportunista, utilizando el voto cuando éste sea una vía al poder y desechándolo cuando ya no sea necesario. Mussolini aprendió de Sorel el valor de la violencia como parte integral de la acción política. Explotó la atracción universal hacia el uniforme, el gesto y a la lealtad al grupo.
Los fascismos históricos han surgido en momentos de desarraigo, de desintegración de las clases sociales, de anomia de las clases populares y de la decepción de las clases medias con su liderazgo. Apelan a la desesperación mediante promesas carentes de sentido práctico: ``restauraremos la dignidad, la unidad, la familia, la religión, el nivel y calidad de vida, la seguridad. Contra los enemigos de nuestros valores, impondremos castigos, lucharemos con las armas, aplastaremos los opositores que atentan contra la recuperación nacional''. Como dijera José Antonio Primo de Rivera: ``el Estado liberal nos ofreció la esclavitud económica''. ``Soy candidato, pero candidato sin fe y sin respeto (por el sistema democrático)''.
Es necesario entender el fascismo para poder reconocer su resurgimiento engañoso y siempre posible. Cuando vemos nuevos movimientos que manipulan el lenguaje y los símbolos del fascismo, tenemos que estar alerta. Cuando nos percatamos de hombres que promueven las virtudes militares como las más aptas para el liderazgo político, con visiones de su misión personal y su indispensabilidad, que reclaman el retiro de los que fueron elegidos legítimamente, que no rechazan la violencia como táctica, y no ven soluciones en las instituciones actuales, estamos en presencia del método fascista. Y estamos en grave peligro.
Una de las debilidades principales del liberalismo es su ingenuidad frente a las amenazas. Dedicado al principio de la tolerancia, es capaz de dejarse arrollar por los oportunistas que perciben con claridad su flanco débil. Pero el liberalismo también tiene armas poderosas de autodefensa: el mismo derecho de palabra le permite luchar en igualdad de condiciones con sus enemigos. La vigilancia requiere que recordemos que los fascismos no han dado sino miseria a los pueblos que los han abrazado. No hay fascismo histórico que no haya violado la confianza de los ingenuos, no haya degradado a los Derechos Humanos y no haya conferido sino vergüenza a sus hijos.
Composición gráfica: Erik Johansson.

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