lunes, 5 de diciembre de 2011

CHAVEZATO UNIVERSITAS





La universidad a $ 107 el barril
Luis Barragán


Padecemos una subcultura política que, en propiedad, es o expresa una esencial subcultura gubernamental. La dirigencia estudiantil del chavismo (expresión de un movimiento político y social), ha sucumbido a la década del chavezato (manifestación del poder y sus intereses), incluyendo la harto deteriorada y manipulada herencia de un pasado de luchas.

El precedente de Adina Bastidas, otrora vicepresidente de la República, devino doctrina. El complot interno de la UCV, no se entiende sin una conspiración decidida y urdida desde el Estado mismo.

Hay un abanico extenso de posibilidades para el simpatizante del oficialismo que puede convertirse en un activista, alcanzando las becas o empleos, u otros beneficios que dispensen las fundaciones y demás entidades públicas. E, incluso, el reconocimiento y la generosidad personales de Chávez Frías, pues, recordemos, en nombre de la supuesta democracia participativa, su muchachada protagonizó los actos solemnes de un no lejano 5 de Julio, aunque fuese – por lo menos – dudosa su representatividad, mientras que la debida atención al problemario juvenil lo remitió y remite a su peculiar Comisión Presidencial y Ministerio de la Juventud.

Quizá alguien diga de la pequeña burguesía radicalizada del oficialismo en las universidades públicas, consecutivamente derrotada – dato esencial – en todos los comicios realizados. Empero, tal radicalización es proporcional a las expectativas y beneficios conquistados, gracias a un Estado que, al abusar de su autoridad, le concede una identidad y hasta un liderazgo mediático que tiene como escenario y garantía las emisoras radiales y televisivas oficiales.

Son estas las circunstancias en las que se inscribe la reciente expulsión de un estudiante y militante del PSUV, cuya fama dice reforzar un acuerdo de la mayoría parlamentaria y los propios comentarios del jefe de Estado. Por si fuese poco, mediante un exitoso recurso de hecho, el contencioso-administrativo reordena su reinserción en la UCV, sin que demostrara el indebido proceso porque ni siquiera la universidad tuvo ocasión para motivar la medida – ciertamente – desesperada, en virtud de una escalada de violencia que promete actos en nada aislados.

Actos de impunidad, promovidos aún en contra del patrimonio arquitectónico de la casa de estudios nunca vistos. Actos que demandan una constituyente universitaria jamás explicada, intentando la entronización de sendos consejos estudiantiles que, a la luz de la fracasa reforma constitucional de 2007, serán groseros artefactos antidemocráticos de control, apenas suspendidos cuando el gobierno nacional trae al país a jefes de Estado para celebrar sus grandes mítines de palacio, ensayando una normalidad del país que es tal.

Programación que adelantan en el camino, según las circunstancias, y a la que se enganchan por acción u omisión algunos enclaves internos de origen sindical. Esto es, la mismísima vigilancia de una universidad autónoma que agarra la cola de la conspiración inaudita en procura de los beneficios que creen adivinar.

La relación de muchas décadas entre autonomía y revolución, continúa el sendero de la violencia. Relación resuelta hoy con el quiebre definitivo de la auitonomía como objetivo, además, asfixiada financieramente la universidad, en la era del barril petrolero a $ 107.

El ultraizquierdismo gubernamental, en los términos de Lenin, es el proyecto político a realizar. Añadido un pasado de luchas por la autonomía que ya no les pertenece, vistas las distancias conceptuales y de tiempo, ese proyecto pasa por la negación demagógica de toda prueba vocacional o de rendimiento para acceder a la casa de estudios, mientras nada dicen de los privilegios militares, porque esas y otras pruebas resultan indispensables para el gran filtro en el que se convierten las escuelas o academias castrenses.

Ultraizquierdismo que no es otra cosa que antipolítica, cuyo antecedente fue el llamado Movimiento ’80, ardid consumado del marxismo encapuchado venezolano y que, no por casualidad, hoy ocupa MIraflores. Acaso, resonancia de aquella campaña electoral de los estudiantes del PCV, en la UCV de 1968, reportada por Gonzalo Alvarez para la caraqueña revista Momento, muy a lo “ye-ye go-go” con su discoteca y rostro de Melina Mercouri.

Valga la digresión, tiempos estudiados por Orlando Albornoz (1972), que forzaban la unidad del PCV y MIR para derrotar a COPEI. Y éste, obviando el rico debate político e ideológico que lo caracterizó en los sesenta, tenido por una vulgar manifestación de la reacción para los analistas de la subversión, de hacer caso a los documentos compilados por Luis Vera Gómez (2006).

Convengamos, por lo pronto, en las dificultades que experimenta el movimiento estudiantil democrático que todavía no atina en un liderazgo de profundidad y también de claridad ideológica, llevándonos a los problemas relacionados con el relevo político que no logran solventar movilizaciones como las generadas por el cierre de RCTV. Digamos, por ejemplo, que en los sesenta no era fácil domesticar a la Federación de Centros Universitarios (FCU), porque en ella actuaban dirigentes como Hilarión Cardozo, Héctor Rodríguez Bauza, Joaquín Marta Sosa, Américo Martín, Abdón Vivas Terán o Juvencio Pulgar, quienes también contaban con una experiencia de partido, por muy jóvenes que fuesen.

El asedio a la universidad es el de una subcultura, ante la cual no hay respuesta. Y quizá el drama está en el mismísimo asedio a los partidos democráticos, los que pueden inicialmente responder para recuperar al movimiento estudiantil más allá del conocido estribillo de “Alto Pana” que pobló las calles con motivo del cierre de RCTV.


http://www.noticierodigital.com/2011/12/la-universidad-a-107-el-barril/
http://www.noticierodigital.com/forum/viewtopic.php?t=822894
Fotografías: Justo Molina reseña los comicios estudiantiles en la UCV. Pueden también apreciarse a Juan José Caldera y Carlos Blanco (Momento, Caracas, nr. 603 del 04/02/68).

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