sábado, 17 de diciembre de 2011

INFORME METEOROLÓGICO


EL NACIONAL - Sábado 17 de Diciembre de 2011 Papel Literario/2
La nube de Menena Cottin
Su medio no es la prosa poética que nos seduce, pero que fi nalmente puede llegar a empalagarnos, sino el lenguaje directo y sencillo de la existencia cotidiana que gira con humor para convertir la vida en sus detalles
AXEL CAPRILES M.

La novela que hoy aquí nos reúne, La nube de Menena Cottin, termina con una nota aclaratoria de la autora sobre el origen de su escrito. Pocos días antes de la muerte de Tomás Sanabria, Menena fue a visitar a su tío y le relató, con gran emoción, un viaje a las alturas portentosas de Los Andes que ella y Manoleón Cottin, su marido, acababan de realizar. El arquitecto de las emblemáticas obras caraqueñas, como el Hotel Humboldt o el Banco Central de Venezuela, le pidió que escribiera sobre el viaje, que se lo prometiera. Menena asintió. Al año siguiente, la autora relató con similar efusividad a unos amigos las peripecias de un viaje a La Habana, y sus amigos, al igual que Tomás Sanabria, le pidieron que escribiera sobre ello. Nuestra autora es, evidentemente, una mujer obediente porque así lo hizo. Cumplió sus promesas.

De los dos viajes surgió una historia que entrelaza vidas y geografías distintas, una novela que hila caracteres y parajes umbríos de las alturas montañosas de Los Andes con los de las tierras bajas salpicadas por las aguas cálidas del mar de las Antillas.

Uno no sabe, sin embargo, si la nota final de la autora es tan sólo una excusa, una especie de licencia para escribir, un justificativo para la creciente vocación de la fina diseñadora e ilustradora de libros para niños y ahora novel escritora. La nota me lleva a preguntarme si Menena es realmente una chica obsecuente que sigue fielmente las sugerencias de familiares y amigos o si más bien obedece un mandato que le viene de muy adentro, una orden subjetiva que la obliga a construir y a contar historias. Porque así conocí yo a Menena Cottin, a través de Historias ajenas, su primer libro, título tomado del nombre de uno de los cuentos en que Sonia "acostumbrada a inventar historias ajenas para sus lectores se distraía imaginando la aventura" amorosa que esa vez ella iba a tener y a vivir literalmente, pero que en lugar de trenzar el idilio con el hombre concreto y real que tenía enfrente se interesó en la narrativa del vecino, se vio tomada, fascinada, atrapada, como por un mandato inconsciente, por la historia de los comensales de la mesa de al lado. El cuento, la vida novelada, es más seductora que la realidad.

Me parece que Menena es una narradora bajo el dominio del arquetipo del contador de cuentos, del relator en el sentido antiguo de la palabra, como el cuentista con chilaba y turbante desteñido que rodeado de desdentados oyentes en la plaza Djemaa el Fna de Marrakech urdía las historias que llegaban con las caravanas y los viajeros provenientes del desierto, para tejer una colcha novelada con hilos de relaciones y sincronicidades. Menena no es la narradora que nos envuelve con reveses, preciosismos y giros del lenguaje, con reflexiones e ideas. Es el relator de Canterbury o de Las mil y una noches, el narrador de historias personales cuyos vértices coinciden para convertirse en novela. Su medio no es la prosa poética que nos seduce, pero que finalmente puede llegar a empalagarnos, sino el lenguaje directo y sencillo de la existencia cotidiana que gira con humor para convertir la vida en sus detalles. A contracorriente del poeta enamorado que emula a Mario Benedetti, Carlos Eduardo Sosa Benedetti declarará su amor con un sencillo "¿te quieres casar conmigo?", bailando, como tantos de nosotros, al son de la canción Je t´aime, moi non plus, de Serge Gainsbourg vocalizada por Jane Birkin.

A pesar de su frescura y humor, La nube es, no obstante, una apasionada protesta, una crítica cortante de un sistema político que penetra en los más remotos resguardos del ámbito privado para destruir la libertad y la consciencia individual. Es una denuncia del comunismo cubano. Si hay un mensaje insistente y reiterado en La nube es el sin sentido de la revolución fidelista.

Muchos acostumbramos a criticar el régimen dictatorial de Fidel Castro con argumentos políticos, con declaraciones de principios, con estadísticas económicas, número de perseguidos, presos y fusilados. Menena lo hará con demoledoras imágenes de la vida cotidiana.

Nos convertirá en testigos de pequeños actos que revelan la voracidad del afán de mando, las perversiones que produce el control sobre el comportamiento del común. No serán los grandes gestos los que desnuden la maldad oculta por la retórica revolucionaria sino los hechos de todos los días, las acciones con que se manifiesta el amor, la amistad, la esperanza. "Por ejemplo, Vicky y yo queríamos un carro. Entonces el cuento es así: una tía de Vicky enviudó y el marido le dejó un carro en herencia, pero la señora no sabía manejar y ya estaba muy vieja para sacar la licencia. Ahí llegó nuestra oportunidad de comprar el carro. Para eso, Vicky y yo teníamos que divorciarnos para que yo pudiera casarme con la tía; luego la tía y yo nos divorciamos para que ella dejara el carro como bien del matrimonio; por supuesto que yo le pagué a ella por debajo de cuerdas. Ya con el carro a mi nombre, Vicky y yo nos volvimos a casar y ahora tenemos carro". Una peripecia adquisitiva que como la operación de contrainteligencia para comprar y usar un blue jean desdice con sarcasmo de la dignidad que tanto pregona la revolución. Porque el cubano aparecerá en las páginas de La Nube como un fugitivo que se ve obligado a enviar a un gay a conquistar a su novia para poder reunirse con su amada, como un superviviente amenazado por el miedo, obligado, una y otra vez, a sacrificar su integridad y a vivir de la astucia para poder disfrutar de los más elementales recursos de la vida contemporánea. "Revivió en su memoria la noche en que escapó junto a su novia de una fiesta y el primo Bebo les prestó su cuarto por una hora con la condición de que mientras usaban su cama, le dejara ponerse el blue jean".

La presencia cubana en Venezuela, en las misiones, en los registros públicos, en el sistema nacional de identificación, deja de ser un acto político para convertirse, también, en una forma de palpar y expresar los deseos y ansiedades de la más fundamental existencia humana. En esa injerencia que ha suscitado diversas reacciones adversas de los venezolanos, y que poco a poco se ha ido convirtiendo en abierto rechazo a los cubanos, Menena descubre el desamparo y los anhelos privados de esos funcionarios inermes ante el poder que ven todavía a Venezuela como un vehículo para la libertad.

La ficción, producto del encuentro de la realidad con la función fantástica, es un medio que permite la conexión empática para penetrar en el universo subjetivo de los otros. Por eso, parafraseando a la autora misma, creo que Memena Cottin permanecerá atada al arte de escribir "en un abrazo tan lejano como el pasado, tan cercano como el presente, tan intenso como sus recuerdos, tan irreal como La nube" que la envuelve.

Nota: Este texto fue leído durante la presentación del libro.

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