miércoles, 7 de julio de 2010

De la containerización simbólica (en clave de telenovela)



En el curso de una larga telenovela
Luis Barragán


La programación matutina de Venezolana de Televisión, mientras no comenzaron los actos oficiales con el propio Chávez Frías como protagonista en vivo y directo, con motivo del Día de la Independencia, dijo distraernos un poco más. Transcurre la programación con la publicidad continua y exagerada contra la legítima y democrática oposición, sin derecho a réplica como tampoco ocurre con la versión paradisíaca de la gestión gubernamental.

Secuela de una larga escolaridad a corregir, la reportera aseguraba que el 5 de Julio de 1811 fue escenario de la firma del acta de independencia. No habría problema ante el gazapo tradicional e involuntario, pero ocurre que los comentaristas históricos de la planta suele ser o hacerse rigurosos con fechas, actores y acontecimientos que – no faltaba más – sirven para los espuelazos actuales del poder.

El noticiero meridiano mismo, ideal para el tesista que busca temas, es un compendio de temerarios dardos políticos, mas no ideológicos según una limpia acepción del término. Por ejemplo, el canciller Maduro refirió en instantes que la secretaria de Estado Clinton tiene una obsesión con el régimen venezolano y, en lugar de fundamentar el ataque, esquivándolo con consignas, declara desde una mansión que perteneció a la familia Zuloaga, aunque – obviamente – no dirá jamás de otra que, al parecer, expropiada, sirvió de lugar de recreación a un ex – alcalde metropolitano. Sin embargo, inexperto en estas lides, la del simbolismo que tanto exaltara la jefa del gobierno del Distrito Capital y, por fin, llegado el presidente Correa a los predios para el evento central, no deja de sorprendernos el tratamiento de Manuela Sáenz.

En efecto, discursantes, periodistas, comentaristas y opinadores de los que llaman “de a pie”, ilustrados televisivamente, coincidieron una versión que es nada más y nada menos que de la telenovelística venezolana de décadas, incluso, anteriores al fenómeno cultural – como se le conoció – que pudo salvar la industria. Ella viene a encontrarse con Bolívar para, más allá de la muerte, consumar el amor que se hizo leyenda, acaso exclusivo y fiel, reivindicando a la revolución y a su propio comandante supremo.

Opera así una intensa tarea psicológica que, al ascenderla a generala, redondea la militarización de una sociedad que ahora desubica la agenda de los actos fundamentales de la memoria. Digamos que el tradicional desfile de Los Próceres puede hacerse con mayor prestancia los días 4 de cada febrero, esparciéndose a través de innumerables actos menores en el año, pero no el Día de la Independencia, pues ésta – consecuentes con el discurso patriotero en boga – parece dudosa a juzgar por la masiva e impúne importación de alimentos putrefactos que dicen enaltecer la soberanía alimentaria del país (y, claro está, independencia del país), por no mencionar que los mandatarios de Argentina o Ecuador son los que se dirigen desde el parlamento venezolano en las magnas conmemoraciones.

El jefe del Estado conoce muy bien del inmenso calibre simbólico que manipula a discreción, proveído por el Estado que sirve la escena. Un romance de tan altos quilates, en clave de telenovela de militarizado lenguaje, culmina por la intercesión de Chávez Frías.

Fuente:
http://www.noticierodigital.com/2010/07/en-el-curso-de-una-larga-telenovela/
http://www.noticierodigital.com/forum/viewtopic.php?t=669225

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