De la cizaña estudiantil
Luis Barragán
Cercano el Día del Estudiante, síntesis de una extraordinaria tradición de luchas hoy revitalizada, también nos permitimos recordar un momento dudoso de lo que después se convirtió en importante testimonio contra la dictadura gomecista. Una aproximación histórica y hasta sociológica de los instantes que hicieron al movimiento estudiantil venezolano, da cuenta de vicios que pudieron superarse, aunque otros adquirieron la jerarquía de una virtud que hipotéticamente atribuimos a la dislocación de los valores reportada por las consabidas bonanzas petroleras.
En un sobrio y bien escrito trabajo, Willmen Ortega (“La Asociación General de Estudiantes de Venezuela”, Centro Nacional de Historia, Caracas, 2009), habla del nombramiento por el gobierno nacional de Felipe Guevara Rojas como rector de la Universidad Central de Venezuela, en 1912. El titular de la Cátedra de Anatomía Patológica, quien realizó importantes estudios en el extranjero, inmediatamente indagó en torno al resultado fraudulento de los exámenes del estudiantado de medicina, los que igualmente había inquietado al sabio Francisco Antonio Rísquez, suscitando una decidida campaña moralizadora y a la aplicación de medidas concretas para remediar el asunto.
Medidas que propiciaron una confrontación con el alumnado, deslindando al personal docente, pues, la “abrupta llegada” del nuevo rector generó malestar entre otros docentes de mayor trayectoria catedrática. Comenzando por el acto de apertura del año escolar 1912-1913, fueron varias las escenas de violencia que llevó a la expulsión de varios bachilleres y a la renuncia de Guevara Rojas, inaceptable para un gobierno que procuraba manejar la crisis con prudencia para evitar que evolucionara hacia su definitivo y masivo cuestionamiento, como ya se veía hasta que, por una parte, promovió al propio rector como ministro de Instrucción Pública, “donde realizó innovadoras reformas en el sistema educativo nacional”, y, por otra, cerró la Universidad Central, auspiciando más tarde las llamadas escuelas independientes, hasta la reapertura de la casa de estudios en 1922, bajos los extremos y rigores de un continuismo que las juventudes de entonces adversaron.
Aguja en el inmenso pajar hemerográfico, la notable periodista Ana Mercedes Pérez logró la versión de uno de los protagonistas de la denominada huelga estudiantil de 1912 que motivó la clausura de la Universidad, a la vuelta de varias décadas presidente de la Academia Nacional de Medicina: Pedro Blanco Gásperi (Élite, Caracas, nr. 2027 del 01/08/1964). Luego de reseñar un malentendido periodístico del rector que molestó a reconocidos galenos, indicó que Guevara Rojas constató y enfrentó la trampa que se hacía con los exámenes – incluso – orales, recibiendo solamente el apoyo de Luis Razetti, José Gregorio Hernández y Enrique Delgado Palacios: distintos altercados, expulsiones, añadido un desafío personal, tejieron el drama de aquellos meses previos a las grandes y decisivas maniobras políticas protagonizadas por Juan Vicente Gómez.
De la interpretación más desinhibida, directa y espontánea de Blanco Gásperi, se desprende el engañoso desempeño académico de no pocos estudiantes de medicina de entonces, aventajados por un sistema de evaluación prácticamente delictivo, deslizando la sospecha hacia aquellos que prontamente cambiaron de carrera, como Juan de Dios Celis Paredes, Mario Briceño Iragorry, Luis Ramos Sucre, Salvador de la Plaza o Juan José Márquez Iragorry. Además, con el cierre o clausura de la Universidad Central, la aparición de sendas escuelas de medicina, derecho e ingeniería, sumada la que abrió Razetti entre las esquinas de LLaguno a Bolero que duró hasta 1915: vale decir, surgió un sistema alternativo que pudo prosperar.
Así las cosas, una triquiñuela en la evaluación académica que trató de corregir Guevara Rojas, merecedor del reconocimiento excepcional que el balance histórico le ha concedido a Gumersindo Torres, en el cuadro de una dictadura siniestra, se nos antoja como la cizaña en el trigo del legítimo rechazo que consiguió el gobierno. Sin embargo, agudizado el hábito en los lustros finales del siglo XX, era difícil imponer un poco más de orden en los predios universitarios ante la protesta recurrente contra el Reglamento de Repitientes, todo esfuerzo de control y transparencia del gasto o a favor de adelantar incomprensiblemente los días de asueto que, bastándose increíblemente como demandas políticas, banalizaron las luchas estudiantiles que olvidaron las causas más profundas y sustanciales, como la de reconvertirse en una república rentista que implicaba la propia interpelación del proyecto nacional.
No por casualidad, un porcentaje considerable de los actuales elencos del poder surgió de las pretendidas hazañas del encapuchado urbano y, por ironía, cruelmente reprime a quien osa la protesta con el rostro descubierto. Lo más grave, quedan muy atrás de compararlos con los ministros de los peores regímenes que hemos tenido.
El Klindt anti-imperialista
Acotemos, Blanco Gásperi refiere la visita a Caracas del escritor argentino Manuel Ugarte, quien debió dictar una conferencia contra Estados Unidos, en 1912. Prohibida, la muchachada se dirigió al céntrico hotel “Klindt”, donde se alojaba, atenta al discurso anti-imperialista que disparó desde uno de los balcones. No es difícil imaginarse la pequeña Caracas de entonces, conmovida por la llegada de la policía y consiguiente dispersión de los estudiantes, como la salida del país de un activista que, suponemos, no lo creían un delegado de la arquidiócesis o empresario bonaerense.
El gobierno allanó el local de la Asociación de Estudiantes, abriendo caminos a La Rotunda. Entre los nombres que hicieron a aquella generación, el entrevistado cita además a F.S. Ángulo Ariza (“enconchado por varios años”, algo que no sabíamos del luego ilustre procesalista penal), Enrique Tejera, Alfredo Damirón, Nicomedes Zuloaga, Gustavo Machado, Luis Gerónimo Pietri, José Izquierdo, Eduardo Arroyo Lameda, Leopoldo Aguerrevere, entre otros.
Reproducciones: Acto en homenaje al Dr. Luis Razetti, Pedro Blanco Gásperi, F. S. Ángulo Ariza, reproducidos por la citada edición de Élite (1964). Hotel "Klindt", aviso publicitario de la época. "Segundo Centenario de la Universidad Central", posan para Avilán las autoridades universitarias juntos con las del gobierno nacional y la eclesiástica, a las puertas de la casa de estudios: Billiken, Caracas, nr. 40 del15/08/1925. Felipe Guevara Rojas y Manuel Ugarte, reproducidos en la obra de Willman Ortega.
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