El Dios que hay en ti
sigue esperando que despiertes
Fray Marcos (Rodríguez)
INTRODUCCIÓN
Estamos en el día de Año Nuevo de la liturgia. Comenzamos con el Adviento, que no es solamente un tiempo litúrgico, sino toda una filosofía de vida. Se trata de una actitud vital que tiene que atravesar toda nuestra existencia. No habremos entendido el mensaje de Jesús, si no nos obliga a vivir en constante Adviento.
Lo importante no es recordar la primera venida de Jesús; eso no es más que el pretexto para descubrir que ya está aquí. Mucho menos prepararnos para la muerte (segunda venida), que sólo es una gran metáfora. Lo verdaderamente importante es descubrir que está viniendo en este instante.
Todo el AT está atravesado por la promesa y por la espera. Durante dieciocho siglos, desde Abrahám hasta Jesús, el pueblo judío ha vivido esperando que Dios cumpliera sus promesas.
Pero fijaos bien en una cosa: Dios les va prometiendo lo que ellos, en un momento determinado, más ansían. A Abrahán, descendencia; a los esclavos en Egipto, libertad; a los hambrientos en el desierto, una tierra que mana leche y miel; cuando han conquistado las ciudades de Canaán, una nación fuerte y poderosa; cuando están en el Exilio, volver a su tierra; cuando destruyen el templo, reconstruirlo; etc., etc..
Curiosamente, Dios nunca promete ni da nada, antes que el hombre lo desee. En el AT siempre les promete cosas terrenas, caducas, transitorias, porque es lo único que ellos esperan.
Jesús apunta hacia una salvación muy distinta. "He venido para que tengan vida y la tengan abundante."
La trayectoria del pueblo judío debía hacernos reflexionar profundamente. ¿Se trata de un Dios que durante dieciocho siglos les puso la zanahoria delante de las narices o el palo en el trasero, para hacerles caminar según su voluntad? Sería ridículo. Dios nunca hace promesas para el futuro, por la sencilla razón de que ni tiene nada que dar ni tiene futuro.
Las promesas de Dios, son hechas por los profetas, como una estratagema para ayudar al pueblo a soportar momentos de adversidad, que ellos interpretaban como castigo por sus pecados.
En contra de lo que se nos ha dicho siempre, nada de lo que anunciaron los profetas, se cumplió en Jesús. Gracias a Dios, porque todos los textos están encaminados hacia una salvación material. Lo único que esperaban de Dios eran seguridades.
Claro que podemos y debemos entender todas aquellas imágenes como metáforas. ¿Las entendieron así los profetas? Iría en contra de la manera de sentir a Dios en aquel tiempo. Los verdaderos valores del espíritu y el verdadero valor de la persona humana es una absoluta novedad de Jesús, para la que no estaban preparados ni los mejores rabinos y especialistas de la Ley. Si algún profeta intuyó esos valores, fue un grito que se perdió en el desierto.
CONTEXTO EVANGÉLICO
Comenzamos el ciclo B, pero no hay ruptura con el final del ciclo A. El domingo pasado leíamos la última parábola del evangelio de Mateo. Hoy leemos lo último del evangelio de Marcos. Los dos tiene como trasfondo la última venida de Cristo, que aquellas comunidades creían cercana, y que utilizan para invitar a vivir con coherencia.
EXPLICACIÓN
La clave del relato está en la actitud de los criados. Para provocar esa actitud nos habla de lo inesperado de la llegada del dueño de la casa. Lo que nos quiere decir es que Dios está siempre viniendo. Él es “el que viene”.
La humanidad vive un constante adviento, pero no por culpa de un Dios cicatero que se complace en hacer rabiar a la gente obligándole a infinitas esperas antes de darle lo que tanto ansían. Estamos todavía en Adviento, porque estamos dormidos o soñando con logros superficiales, y no hemos afrontado con la debida seriedad la existencia. Todo lo que espero de fuera, lo tengo ya dentro.
“Mirad, Vigilad”. Para ver no sólo se necesita tener los ojos abiertos, se necesita también luz. No se trata de contrarrestar el repentino y nefasto ataque de un ladrón. Se trata de estar despierto para afrontar la vida con una conciencia lúcida. Se trata de vivir a tope una vida que puede trascurrir sin pena ni gloria.
Si consumes tu vida dormido, no pasa nada. Esto es lo que tenía que aterrarte; que pueda trascurrir tu existencia sin desplegar las posibilidades de plenitud que te han dado. La alternativa no es salvación o condenación. Nadie te va a condenar. La alternativa es o plenitud humana o simple animalidad.
“Pues no sabéis cuándo es el ‘momento’”. En griego hay dos palabras que traducimos al castellano por “tiempo”: “kairos” y “chronos”.
Chronos significa el tiempo astronómico, relacionado con el movimiento de los cuerpos celestes. “La medida del movimiento, según un antes y un después”, como diría Aristóteles.
Kairos sería el tiempo sicológico. Significa el momento oportuno para tomar una decisión por parte del hombre.
Por no tener en cuenta esta sencilla distinción, se han hecho interpretaciones descabelladas de la Escritura. En el evangelio que acabamos de leer, se habla de kairos, es decir del tiempo oportuno. Naturalmente que el hombre, como creatura material, se encuentra siempre en el chronos, pero lo verdaderamente importante para él es descubrir el kairos.
APLICACIÓN
El punto clave de nuestra reflexión debe ser: ¿Esperamos nosotros esa misma salvación que esperaban los judíos? Si es así, también nosotros vamos de culo y cuesta arriba; Jesús no puede ser nuestro salvador.
La mejor prueba de que los primeros cristianos, verdaderos judíos, no estaban en la auténtica dinámica para entender a Jesús, es que no respondió a sus expectativas y creyeron necesaria una nueva venida. Esta vez sí, nos salvaría de verdad, porque vendría con “poder y gloria”. ¿No os parece un poco ridículo? Precisamente, la médula de su mensaje está en que la salvación que Dios nos ofrece, está en la entrega y el don total, no en la gloria y el poder por encima de los demás.
En las primeras comunidades se acuñó una frase, repetida hasta la saciedad en la liturgia: “Maranatha” (ven, Señor Jesús). Vivieron la contradicción de una escatología realizada y otra futura.
“Ya, pero todavía no”. “Ya”, por parte de Dios, que nos ha dado ya todo lo que necesitamos para esa salvación. Si no fuera así, se convertiría en un tirano. “Todavía no”, por nuestra parte, porque seguimos esperando una salvación a nuestra medida y no hemos descubierto el alcance de la verdadera salvación, que ya poseemos.
Aquí radica el sentido del Adviento. Porque “todavía no” ha llegado la verdadera salvación, tenemos que tratar de adelantar el “ya”. Eso, nunca lo conseguiremos, si permanecemos dormimos.
¿Cómo podemos seguir luchando con todas nuestras fuerzas por un mayor consumismo y a la vez convencernos de que la felicidad está en otra parte? Creo que es una tarea imposible. Descubrir esa trampa, sería estar despiertos.
El ser humano sigue esperando una salvación que le venga de fuera, sea material, sea espiritual. Pero resulta que la verdadera salvación está dentro de cada uno. En realidad Jesús nos dijo que no teníamos nada que esperar, que el Reino de Dios estaba ya dentro de nosotros. En este mismo instante está viniendo. Si estamos dormidos, seguiremos esperando.
La falta de encuentro se debe a que nuestras expectativas van en una dirección equivocada. Esperamos que Dios llegue desde fuera. Esperamos actuaciones espectaculares por parte de Dios. Esperamos una salvación que se me conceda como un salvoconducto, y eso no funciona.
Da lo mismo que la espere aquí o para el más allá. Lo que depende de mí no lo puede hacer Dios ni lo puede hacer otro ser humano. Esta es la causa de nuestro fracaso. Seguimos esperando que otro haga lo que solamente yo puedo hacer.
También la religión me ofrece salvación, pero sólo puede salvarme de las ataduras que ella misma me ha colocado. Ninguna institución puede darme lo que ella no tiene. Dios es la salvación y ya está en mí.
Lo que de Dios hay en mí es mi verdadero ser. No tengo que conseguir nada ni cambiar nada en mí auténtico ser, simplemente tengo que despertar y dejar de potenciar mi falso yo. Tengo que salir del engaño de creer que soy lo que no soy.
Esta vivencia me descentrará de mí mismo y me proyectará hacia los demás. Me identificaré con todo y con todos. Mi falso ser, mi individualidad se desvanecerá. Esa experiencia de salvación transformaría radicalmente mi comportamiento con los demás y con las cosas.
El verdadero problema está en la división que encontramos en nuestro ser. En cada uno de nosotros hay dos fieras luchando a muerte: Una es mi verdadero ser que es amor, armonía y paz; otra es mi falso yo que es egoísmo, soberbia, odio y venganza. ¿Cual de las dos vencerá? Muy sencillo y lógico. Vencerá aquella a quien tú mismo alimentes.
Como los judíos, seguimos esperando una tierra que mane leche y miel; es decir mayor bienestar material, más riquezas, más seguridades de todo tipo, poder consumir más... Seguimos pegados a lo caduco, a lo transitorio, a lo terreno. No necesitamos para nada, la verdadera salvación o, a lo máximo, para un más allá.
Sin necesidad no puede haber verdadero deseo, y sin deseo no hay esperanza. Hoy ni los creyentes ni los ateos esperamos nada más allá de los bienes materiales. Dios sigue esperando.
Meditación-contemplación
“Despierta tú que duermes, y Cristo será tu luz”.
Para ver se necesita tener lo ojos bien abiertos,
pero también se necesita una buena luz.
De estas dos realidades tienes que preocuparte.
………………
No se trata de los ojos del cuerpo, sino los del “alma”.
Curiosamente, no se puede ver desde dentro
si no tienes los ojos del cuerpo cerrados
y la razón despegada de los asuntos terrenos.
………………
La luz que puede ayudarte sí puede venir de fuera de ti.
La experiencia interior de los demás
puede ser la mejor luz que ilumine tu vida.
Para nosotros, la experiencia de Jesús, será la mejor guía.
Esa vivencia está más allá de todo lo que se puede decir sobre él.
Fuente: http://www.feadulta.com/anterior/Ev-mc-13-33-37-MR.htm
Ilustración: Warren Keating.
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