De un peligroso particularismo
Luis Barragán
El culto a la personalidad presidencial, la del extinto y la del sucesor que seriamente dice ser su hijo para la construcción del relato correspondiente, cuenta con una inversión propagandística y publicitaria formidable, en todos los niveles en los que el oficialismo propone y dispone de los recursos públicos. Sin embargo, fatigados los estudios de opinión, no logra arraigarse para explicar la propia identidad nacional, según la meta.
Otrora movimiento político que ha dado cuenta, esgrimido y aprovechado el lejano imaginario subversivo de la década de los sesenta del siglo XX, intentando el más remoto aún de la Guerra Federal del XIX, apela a todas las manifestaciones culturales que les son posibles para arraigarse en el alma nacional, incluyendo las de cuño mágico-religioso. Al respecto, se ha escrito bastante en torno al fenómeno que ha tenido por base a Bolívar y, paradójicamente, la versión bolivariana del guzmancismo y el lopecismo.
Socialismo de muy rara factura, amparado por la renta petrolera, curiosamente no goza del apoyo ni de la atención de los sectores obreros ni juveniles que desea domeñar, excepto trate (y sólo trate) del desarrollo de un clientelismo insostenible. Por ello, harto contradictorio, prefiere reemplazar la lucha de clases – según el canon – por los choques reales y supuestos que el resentimiento racial, por citar un ejemplo, pueda suscitar en beneficio de la confusión que sostiene la alianza cívico-militar, mas no la tradicional de proletarios y campesinos de acuerdo a las conocidas consignas.
Preocupa que, al fracasar tamaño esfuerzo de refundación cultural, más allá de lo político y a tono con los tiempos globales que vivimos, la tarea desemboque en un novísimo particularismo capaz de generar algo más que una recurrente guerra civil en procura de mantener el poder a cualquier costo, inventando una identidad – por supuesto – artificial y artificiosa. La reescritura – preferiblemente heroica – de la historia, la explotación de cualesquiera prejuicios que la crisis pueda multiplicar y la neta voluntad de preservar el poder, constituyen indicios que el lenguaje pertinaz del régimen asoma.
Mary Kaldor en su “Las nuevas guerras. La violencia organizada en la era global” (Tusquets, Barcelona, 2001), expone un interesante capítulo en torno a los particularismos que soportan las nuevas conflictividades, sumadas las debilidades del poder administrativo y de los ejércitos centralizados y formales que caracterizan al Estado Nacional. Particularismos que, además, se inventan, en el ámbito nacionalista, étnico, religioso, racial, lingüístico, etc., procurando las extremas diferencias, como ingredientes del otro belicismo que, por un lado, se apoya en la economía paralela (de guerra, mercado negro, crimen organizado, tráfico de drogas y órganos, etc.); y, por el otro, en distinciones prefabricadas y exacerbadas, como ha ocurrido en África o en la Europa post-soviética.
Experimentamos un prolongado gobierno que insiste en una representación social que legítimamente no tiene, por su desenvolvimiento o gestión real, evadiendo el más humilde cuestionamiento a través de una estridente confrontación. En las postrimerías de la campaña presidencial de 1998, a Herbert Koeneke le inquietaba el afán de transformación, legándonos una severa advertencia: “ … Si el triunfador en las elecciones de diciembre quisiera introducir cambios radicales en la cultura, sí como en la identidad nacional y política del venezolano, tendría no sólo que impulsar modificaciones profundas en las estructuras del país, sino también embarcarse en procesos ambiciosos y sistemáticos de resocialización, los cuales, por lo general, resultan muy raros o excepcionales en regímenes democráticos” (en: “II Simposio Venezuela: tradición en la modernidad. Los rostros de la identidad”. Equinoccio Ediciones/Universidad Simón Bolívar – Fundación Bigott, Caracas, 2001).
Imposibilitados de dar el paso al “madurismo”, el “chavismo” agota sus mejores esfuerzos por convertir al “chavismo” en una diferente particularidad de múltiples encajes (sociales, religiosos, étnicos, etc.), que ya ni siquiera se molesta en decir que gobierna para todos. Una secta, cuyo carácter masivo únicamente es concedido por la violencia y los sospechosos resultados electorales, pero no por la calle que suele abstenerse o inmovilizarse ante el llaado desesperado y tremendista del ahora mandatario nacional.
Fuente:
http://www.noticierodigital.com/2014/10/de-un-peligroso-particularismo/
http://www.noticierodigital.com/forum/viewtopic.php?t=1058236
Fotografía: Guerra Civil en Bosnia-Herzegovina: http://1.bp.blogspot.com/-9HUZMU3ekCw/TwebCV6gGxI/AAAAAAAAZKs/CmwV7_mNc44/s1600/Bosnia.jpg
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