sábado, 10 de agosto de 2013

A QUIEN PUEDA INTERESAR

Nos escriben en tres ocasiones, esta semana, en solicitud de un breve curriculum vitae. Sobre todo, luego de la rueda de prensa. Y, aunque le señalamos a una de las personas que puede colocar nuestro nombre y probablamente acceder a otra data en la red, insistió en que le enviásemos una muestra de declaraciones y artículos, presumiendo que tenía menos tiempo que nosotros. Hicimos una rápida selección y remitimos.

1) Protesta de la Plaza Caracas, 26/02/86. Detenidos en Cotiza. Protesta de la Juventud Socialcristiana. En la gráfica, miembros del Directorio Nacional Juvenil de COPEI (DNJ, electos por los jotarrecistas), del Secretariado Nacional Juvenil (SNJ,seleccionados por el directorio), de la Democracia Cristiana Universitarias (electos por los universitarios), de la Democracia Cristiantiana estudiantil (liceista). Hoy, pocos advierten lo organizada que estaban las juventudes partidistas, muchas veces enfrentadas a las líneas de los comités nacionales de los partidos. Con ideas, iniciativas y presencia propia. La Juventud Socialcristiana se denominaba por entonces Juventud Revolucionaria Copeyana (JRC)...

2) El Nacional - Jueves 05 de Enero de 2006 A/4
Socialismo improvisado

Luis Barragán, subsecretario general de Copei, manifestó que la democracia cristiana tiene respuestas convincentes frente al socialismo campamental “una piratería más del gobierno ultrarrentista”. Según Barragán, urge que los partidos de la oposición adquieran una sólida perspectiva ideológica. Agregó que la oposición no tendrá credibilidad mientras haga señalamientos “banales y pendencieros”, y será confiable si ofrece respuestas profundas y convincentes, y resuelve el problema esencial de liderazgo.

3) El Nacional - Domingo 08 de Enero de 2006 A/6
Esas religiones sin piedad
Armando Coll

Animan estas líneas a continuar (o subrayar, que no es lo mismo que suscribir) el argumento que en días pasados ensayara el subsecretario general de Copei, Luis Barragán, ante ese muro de los lamentos que parece ser el futuro político de la oposición democrática en Venezuela. Trataba Barragán de la necesidad de los partidos que han quedado excluidos del juego político de hacerse de “una sólida perspectiva ideológica”. Apuntaba el dirigente la impertinencia de insistir con “señalamientos banales y pendencieros” como forma de oponerse a un gobierno inconmovible ante la crítica pertinaz, incuestionable como está con tanto poderío.

No le falta razón al prominente copeyano si, como muy visto está, no hay insuficiencia gubernamental (o mala gestión) que no sea rápidamente subsanada por el excesivo carisma del mandamás; la última instancia, ese Presidente salvador que nunca se entera de lo mal que lo hacen sus funcionarios, de lo mal que van las cosas muy a su pesar, tan ocupado como anda en repartir la revolución por todo el continente, tal como asienta la creencia popular.

En un país en que ese intangible, “el carisma”, es la mayor entre las virtudes que a un político puedan adornar, donde ese intangible se eleva sobre las necesidades más urgentes de las masas (recuérdese el estribillo aquel: “Con hambre y sin empleo, con Chávez me resteo” ), pues la realidad tangible queda neutralizada como una gran banalidad. ¿Cómo contrastar las cifras de damnificados por las lluvias con ese atributo inmensurable que es el carisma del líder?
“Don gratuito que Dios concede a algunas personas en beneficio de la comunidad”, es la segunda acepción que le otorga el Diccionario de la Real Academia Española al, en apariencia inexplicable, carisma.

Y da la impresión de que es así. Haberlo sabido antes, que bastaba con ese don gratuito, esa gracia por la que ninguna deidad reclamará esfuerzo, ni mucho menos sacrificio, para que la gente se estuviera quieta y se complaciera con que todo lo que acontece a su alrededor, ese cataclismo continuado en que deviene la vida de la mayoría de los venezolanos, y tanto afecta sus miserables existencias es completamente banal. Viéndolo bien, el chavismo (como, tal vez, todo fanatismo basado en el carisma de alguien) es una suerte de gnosticismo. Recuérdese que los gnósticos, al menos en la vertiente cátara que tanto persiguieron los dominicos en la Edad Media, se resignaban a la idea de que este mundo material es el verdadero infierno y que lo bueno está en el más allá.

A estas alturas, se creerá que lo que aquí se propone es que el chavismo es una religión. Y no.

Tal vez en ese chavista ingenuo que hacía bulto en la avenida Bolívar opere la fe o algún sucedáneo; pero cabe sospechar que la nación, más que de un fervor ciego como el que animan las religiones, está a merced de una ideología, ramplona, inconsistente, oportunista y todo lo que se quiera, pero ideología al fin.

“Esas religiones sin piedad” las llamó a las ideologías el novelista Roberto Bolaño, poco antes de su muerte temprana. La explicación que los voceros del poder dan a las incesantes fatalidades que acosan a la ciudadanía no llegan a ser tan esotéricas como aquello de que “los caminos de Dios son impredecibles”.

Nada de eso: en el mundo de Chávez todas las desgracias tienen por autor el neoliberalismo, vale decir, una ideología que se opone a la de él, que se podría definir llanamente así, como lo opuesto al neoliberalismo.

Así, el caso del Viaducto 1 de la autopista Caracas-La Guaira, desde la perspectiva ideológica del chavismo podría ser una banalidad que, en todo caso, se debe a las torrenciales lluvias incitadas por el desorden climatológico que ha dejado tras de sí el imperio del neoliberalismo.

Ante los desmanes del neoliberalismo hay cosas que ya no se pueden hacer, según tal perspectiva ideológica, y se deja ver entre el establishment revolucionario cierto dejo también de resignación: “Se acabaron los veinte minutos de Caracas a la Guaira”, se solaza el ministro de Interior en el mal de muchos.

Lo que no toma en cuenta la perspectiva ideológica es el padecimiento muy concreto de los venezolanos que con resignación de cátaros ya van aceptando que su país no es sino un gran desastre continuado y sin remedio.

Barragán parece lúcido al proponer mayor consistencia ideológica a los partidos democráticos, pero ante la impiedad de la ideología del poder, ante su inapelable voluntarismo, su énfasis y su violencia, ¿podrá enfrentarse al gobierno con una racionalidad que no reconoce?
Entiéndase, la racionalidad de la convivencia democrática, que admite diferencias ideológicas.

Cabe sospechar que la nación, más que de un fervor ciego como el que animan las religiones, está a merced de una ideología, ramplona, inconsistente, oportunista y todo lo que se quiera, pero ideología al fin

4) EL NACIONAL - MARTES 8 DE DICIEMBRE DE 1998
Crisis de la renta política
Luis Barragán

Las entidades de carácter político, díganse partidos, gremios, sindicatos o asociaciones vecinales, supieron de un extraordinario -aunque desigual- vigor en décadas pasadas. El éxito de algunas expresiones en particular, era el resultado de un sostenido esfuerzo de representación y de legitimación, acortadas las distancias con las bases ciudadanas de sustentación, en razón del trabajo real y persistente de convencimiento y captación. Incluso, la imposición de un determinado lenguaje, código o imaginario, explicaba el crecimiento electoral y la conquista de importantes cuotas de influencia, clave de un patrimonio que se ha hecho inevitablemente histórico.

En perspectiva, hablamos de un pasado tenido por glorioso que dice algo de la relativa vigencia actualmente exhibida. Se encuentran en medio de los peligros de una definitiva desaparición o de un súbito relanzamiento. Ciertamente, sobreviven de la renta de ese pasado o, propiamente, de la alta credibilidad que tuvo el sistema político.


Ha habido serios, aunque frustrados, esfuerzos de cambio y actualización en esas entidades. Obligadas a la sinceración de sus tareas y propuestas, dependen culturalmente de esa renta política. Los líderes ya realizados, tupidos de tanta consagración, creen que basta con esperar en casa los resultados favorables del electorado, como ocurría con anterioridad confiados en la simple inercia de ese lenguaje, código o imaginario construido en circunstancias distintas al país que ahora tenemos.

Los tiempos cambian y el "outsourcing" ha hecho lo suyo en la gestión propagandística, publicitaria e, incluso, programática. Las fuentes vivenciales, en tránsito hacia el partido estratégico, parcialmente de cuadros, parcialmente de masas, no encuentran equivalentes en la actualidad. La lealtad personal y hasta familiar, dibuja un sentido de pertenencia muy diferente. La comunidad cotidiana de sueños e iniciativas, de propuestas y debates, de destino y de audacia, muestra un gran déficit frente a la exagerada fulanización de los proyectos políticos.

Las organizaciones que se creen novedosas porque sintonizan en un momento dado con la angustia ajena, sin más, son rentistas de un futuro supuestamente prometedor, así no expongan las ideas y realicen las tareas concretas que se esperan, salvo el provecho morboso de esa angustia sin horizontes definidos. Y lo irónico es que las llamadas "tradicionales" alcanzan tal complejidad interna que permite adivinar la aparición y resistencia de fuertes corrientes renovadoras, las que cabalgan sobre la experiencia adquirida, al lado de aquellas que se acostumbraron al éxito automático, confiando en el menor esfuerzo posible para el logro de sus objetivos. La crisis de la renta política, disminuido o inseguro el capital del pasado o del futuro, constituye la piedra angular de la gigantesca depresión de democristianos, socialdemócratas, como antes los marxistas, incapaces de reinventarse ante la furia del oleaje postmodernizador.

Y lo peor es que el golpe publicitario, el tratamiento de "shock", puede acabar con todo en la espiral de la confusión. No hay mejor ejemplo que Perú. Una parte importante de la población que votaba en favor de partidos como el Apra, le dio un bastonazo a la lámpara, aparentemente satisfecha con la era Fujimori. Respaldaron, en las encuestas y en las urnas, a las nuevas organizaciones que iniciaron su aprendizaje. Y no es que los herederos de Haya de la Torre hayan dado muestras de una inequívoca honestidad y de una inspirada realización histórica, sino que sus adversarios, organizados con prisa a raíz del golpe, no se hicieron conocer por el crecimiento sostenido de las tareas y propuestas que los legitimara y de la confianza ganada como fruto de un esfuerzo realmente compartido, de una experiencia común, de una rica agregación y composición de intereses. Por ello, la rifa colectiva que desembocó en un dictador que hizo todo lo contrario a lo que prometió.

La vigencia de una entidad política va por la calle de una radical actualización de voluntades tras las ideas que pueden, incluso, resultar incomprensibles. Lo experiencial, en definitiva. El rentismo prodigó cuantiosas cuotas burocráticas, pero ya su ilusión está cancelada. La respuesta no puede radicar en la involución de la práctica política, en su privatización. Frente a los virreyes viejos y nuevos todavía puede esgrimirse la comunidad de esfuerzos e ideales.

Lbarragan@compuserve.com

5) EL GLOBO, 03 de Marzo de 2000
Crisis ideológica
Luis Barragán

En uno de sus libros, Agapito Maestre observaba la diversa y hasta contradictoria militancia política que puede exhibir un ciudadano, pues vota por un líder que le atrae (pongamos de un partido conservador), participa de las lides sindicales en la empresa metalúrgica, es activista sabatino de una organización ecológica, rechaza doctrinariamente el ingreso de su país a un acuerdo integrador o protesta la presencia de las mujeres en la directiva de un club recreacional. Incluso, alguien lamentaba la situación de los actores que denigraban de lo “más bastardo de la industria del entretenimiento”, buscando una ” rápida legitimación en dudosos montajes teatrales o en brevísimos viajes al primer mundo”, distinguida las industrias pesada y liviana de la cultura (http: // www.geocities. com / Hollywood/ 3974/ leer/ tman0201.htm), contrastante con lo observado por Germán Uribe en relación a Sartre, a propósito de la guerra neocolonial (http://www.mundolatino.org/ uribe/polisar.htm).

En Venezuela probablemente no haya un testimonio suficiente de tal multiplicidad, pues han enflaquecido las organizaciones capaces de enmarcarla. Se evidencia un retroceso de las instituciones intermedias y frecuentemente las asociaciones vecinales constituyen un simulacro, convertidas en aparatos que nada tienen que ver con una membresía que no se mete siquiera en los problemas del condominio, el ambientalismo tiende a ser un ocasional divertimento, los gremios aparecen como un obligado descuento en los ingresos mensuales, etc. No obstante, llama poderosamente la atención que cohabiten o convivan tendencias que no se reconocen como tales y mucho menos se interpelan en el contexto de lo que es un simple ensayo de poder.

Los promotores de las intentonas de 1992, ofrecen un magnífico ejemplo. No aludimos al cada vez más incomprensible Polo Patriótico, una alianza que ha girado alrededor de sus cupos electorales, sino a la esencia de un fenómeno que –por la comodidad del término- denominamos chavismo o chavecismo. Es evidente, en el oficialismo, la presencia de individualidades contradictorias, tanto como en el contra o para-oficialismo. ¿Qué tienen en común William Izarra y el General Visconti, a juzgar por las entrevistas divulgadas a través de la prensa o de libros como el de Alberto Garrido?, ¿acaso no podemos ampliar la nómina con aquellos que, ejerciendo o no funciones públicas, miran a Jeffrey Sach y a Fidel Castro, desde los rincones de un mismo balcón?, ¿no es curioso, al menos?.

Es posible que la doble, triple o cuádruple militancia responda a una postura ética esencial que requiere de la reinvención de los parámetros ideológicos capaces de darle una coherencia eficaz en el terreno político, lejos de la asfixiante uniformidad que tantas calamidades trajo en el pasado. Hay un pragmatismo sano que permite la fluidez de la convivencia social, todavía faltante de una dimensión que le conceda una trascendencia globalizadora, pero también lo hay el enmascarado que poco resiste a las definiciones que tarde o temprano, inexorable y a veces desafortunadamente, impone el ejercicio del poder: se hará tarde, sufridas las consecuencias de lo que el filósofo Eudomar Santos consagró con aquello de “como vaya viniendo, vamos viendo”. Sin dudas, el indicio más sentido de la crisis ideológica.


6) EL NACIONAL, Caracas, 2 de Noviembre de 1998
¿Rayas y aros de la sensatez?
Luis Barragán

La crisis resume, reduce, expresa todos nuestros males, aún los más modestos. Las respuestas posibles, bajo la dictadura de su ecuación, alcanzan una complejidad a veces abusiva en la paradójica simplificación de los datos. Y ello crea un clima decididamente pesimista que muy bien representa Joseph Brodsky: “Tiempos horribles: nada que robar y nadie a quien robarle / Las tropas regresan con las manos vacías de sus lejanas expediciones (...) Los payasos están derribando el circo. Los elefantes se han fugado a la India / los tigres venden, en la vereda, sus rayas y aros” .

La sensatez constituye una bondad que viene recuperando su viejo prestigio en el sistema político. Hay iniciativas que lucen sencillas, adecuadas, pertinentes y catapultan a sus promotores. La opinión pública las procesa, brindándole el apoyo que aún debe conocer de un proceso que someta a prueba a esos promotores para destinos de una mayor responsabilidad.

Poner un poco más de orden en la calle, ejercer un mayor rigor en el manejo del tráfico automotor e inmediatamente sancionar a los infractores, equivale a la rápida destitución de quienes toleraron, aceptaron o fueron indiferentes ante las dificultades o fallas que provocaron el incidente aéreo con Estados Unidos y contemplaron, a distancia, el incendio en un ferry en las costas orientales. Estas medidas tan elementales, razonables y, en definitiva, sensatas, posible comienzo de toda una política pública destinada a solventar los problemas que presentan campos tan disímiles, constituyen, en la Venezuela postrentista, todo un precedente y, así, es posible explicar la popularidad o credibilidad de quienes las adoptan.

No obstante, esta primera sensatez ha de acompañarse por otras si hay aspiraciones a meterse de lleno a otros problemas. Ciertamente, las cosas no salen como queremos y es difícil, como toda creación, alcanzar la sociedad de nuestros sueños así hayan fórmulas portátiles que lo pretendan. La privatización, por ejemplo, no puede a rajatabla considerarse como una entrega al neoliberalismo y sus alucionaciones, pues se trata de no cargar con empresas que sólo producen pérdidas y mantener aquellas que nos benefian: los tiempos no hablan precisamente de recetarios infalibles. Se trata de los abscesos estatales que no sirven para fundar el modelo que se quiere - de un signo u otro - de desarrollo. Priva, en consecuencia, la más radical sensatez que es la partera de las grandes transformaciones cuando forma parte de las demandas políticas sólidamente sostenidas.

Una reciente publicación de CECODAP (Centros Comunitarios de Aprendizaje), llamada “Voces para el Cambio. Opinión de Niños, Niñas y Adoslentes” (06 / 96, año:1, Nr. 6), trae un interesante muestreo de opinión realizado entre los muchachos que, si bien revela la que propiamente traen de sus casas, constituye un buen indicador de cómo va la cosa. Los porcentajes totales están presididos por aquellos criterios que hablan de la inflación como lo que más ha hecho el gobierno (24%), seguido por el esfuerzo de haber traído al Papa (21%) y “crear crisis” (18%); la opinión que se tiene del Presidente Caldera es que “está muy viejo” (18%); la Ex-Miss consabida nuevamente es apuntalada como posible Jefe de Estado (49%), donde Pérez Jiménez increíblemente luce todavía por encima de otras opciones (6%) y debe preocuparnos, cuestionarnos, interpelarnos que éste sea considerado como el mejor mandatario que hemos tenido (34%), seguido por Gómez (12%), apuntalando una muestra que comprende a muchachos entre los nueve y diecisiete años y perteneciente los estratos B-C-D-E. Es demasiado obvio que no vivieron ambas dictaduras.

Ahora bien, mejorar la educación se convierte en una prioridad (31%) como tarea de gobierno, al igual que atender a los niños de la calle (41%). Dicen, respecto a la democracia que “no sabemos utilizarla” (27%), aunque es la riqueza (puede leerse el Midas Petrolero) lo que los hace más orgullosos de ser venezolanos (23%). El principal problema detectado es la inflación (36%), seguido por la educación (33%), la corrupción (31%), la pobreza (24%), la delincuencia (21%).

Hay que hacer lo que hay que hacer, dice un amigo. Y está en lo cierto.

7) EL NACIONAL, Caracas, 3 de Septiembre de 1999
La evidencia de lo obvio
Luis Barragán J. *

Son diversas las perspectivas que llevan a la verdad. La tolerancia es el camino esencial de los cambios que se reclaman sinceros cuando la realidad es asediada por la imaginación, salvaguardándola de los desmanes retóricos que, en el fondo, los niegan.

La institución parlamentaria también es parte del país de los errores y de los aciertos en los que hemos incurrido, incluidos aquellos que se dicen portadores de la verdad absoluta desde el Gobierno y que no admiten la más mínima disidencia, aun de los inocentes seguidores tan atrapados, como los demás, en la recesión, el desempleo y la amenaza inflacionaria. Institución que jamás temió a la protesta de la gente ante sus puertas, ha sabido del ejercicio crítico y autocrítico de todo un sistema cuya transformación no encuentra en el oficialismo las ideas necesarias, la esperanza fiable y la audacia que sólo un proyecto histórico sobrio, coherente y de gran aliento puede dispensar.

El desempeño de la razón, el pluralismo y la controversia, resulta necesario para no traicionar, además, las intenciones de cambio. Un mínimo de protección siempre es urgente para que se manifieste una perspectiva de la verdad, la política, con la libertad deseada y bien puede aproximarse un estudiante que apenas incursiona en el derecho penal, a la naturaleza, sentido y alcances de la inmunidad parlamentaria.

La fragilidad de lo obvio reside en la incomprensión misma de la inmunidad. Muchos lo suponen un privilegio, una carta de nobleza, una patente de corso, cuando se dice de un beneficio procesal temporal y paremos de contar todo lo que la doctrina ha volcado sobre la institución. No obstante, sobran quienes, diciéndose consumados revolucionarios, creen necesario destruirla, pulverizarla, liquidarla, lo que equivaldría a un intento de criminal uniformidad de los espacios públicos, sin inventar la más mínima y debatible fórmula sustitutiva. El empeño de descalificación del Congreso pasa por las súbitas ocurrencias de quienes rinden un exagerado culto a las consignas, sin averiguar cuáles son los antecedentes y propósitos de aquello que nos permite tener un destino común.

La palidez de lo obvio radica en la imposibilidad de evaluar, escrutar, escudriñar lo que dice el Gobierno, aunque contemos formalmente con las herramientas parlamentarias. En otros tiempos, en los deleznables 40 años precedentes, podíamos saber de denuncias e investigaciones parlamentarias que dieran con el fondo de lo ocurrido, fuesen casos como los de Alberto Lovera, las fragatas, la Ibáñez, la partida secreta, los bonos globales. El secuestro de los pasajeros de Avior o el espionaje en el Ejército, admiten una única versión: la oficial. Estas indagaciones no las puede hacer la Asamblea Constituyente, a menos que abandone la construcción de una nueva superlegalidad, aceptado silenciosamente el proyecto presidencial, amén de la innegable y ciega adscripción de la casi totalidad de su membresía. ¿Para qué hablar de la cada vez más urgente Ley sobre el efecto 2000 o de los índices delictivos que antes de la vigencia del Código Orgánico Procesal Penal muestran sus fauces?

La evidencia de lo obvio está en el radical desconocimiento de la misión parlamentaria y la efectiva represión, rechazo y persecución de quienes tocan a las puertas del Capitolio, nada más y nada menos que para ingresar a su lugar de trabajo. Las turbas tarifadas que desde el 23 de enero rodean sistemáticamente el Congreso, constituyen la más excelsa expresión de la transición revolucionaria, mientras que la acción cívica de los parlamentarios y trabajadores que acudieron a su sede natural el viernes 27 de agosto, lo peor: un discurso que ya muestra sus debilidades y flaquezas, acentuando superlativamente la crisis.

Lo obvio está allá y está aquí. Tan sólo tenía que hacerse frágil y palidecer hasta evidenciarse.
* Secretario de la fracción parlamentaria del partido socialcristiano Copei

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