domingo, 4 de agosto de 2013

CUADERNO DE BITÁCORA

Esta mañana,  pasando de canales, nos encontramos a Ignacio Walker, Presidente del PDC de Chile, ante un panel. Entre los distintos aspectos tratados, acentuaron algunos que tienen relación con la identidad del partido,  su debilidad y aparente naturaleza conservadora en el marco de la Concertación. Obviamente, nos quedamos, ya que - a la distancia - nos preocupa la candidatura de Bachelet.

Una distinta dinámica explica a los líderes frente a la prensa, respondiendo por detalles políticos y hasta de la vida cotidiana, con tanta soltura como habilidad. De un modo u otro, si la memoria no falla, es lo que ocurría antes en Venezuela. Ahora, nuestro marcaje polarizador no admite mayores despliegues, y la política es - para unos - uso y abuso de los privilegios del poder, mientras que, para otros,  defensa constante ante ellos.

Walker abordó - compelido - del tema valórico, tildada la organización de conservadora o de derecha cuando él la insiste como una abanderada de la reforma y cambio social. Y, nos pareció acertado, regresando de los modelos (y modelos clásicos), prefiere hablar de las estrategias del desarrollo que tienen por fundamento la sensatez. Indicó varias de las importantes reformas sobre las que hace hincapié, como la económica, educativa, laboral, política y de pensiones.

Niega una pérsida de fuerza del PDC, pues es el primer partido de oposición luego de los resultados municipales y la composición del senado, al gobernar el 20% de la población. Hay un número significativo de gobiernos locales de signo democristiano.

Habló de la diversidad de los integrantes de la Concertación de inspiración de centro-izquierda, e - incluso - en el mismo seno del PDC. Por ejemplo, siendo Walker partidario sólo del matrimonio heterosexual, respeta la posición de Claudio Arriagada, quien - militante de un partido conservador, interrogó el periodista - se declaró homosexual.

Interrogado sobre la Asamblea Nacioal Constituyente, la dijo un planteamiento que él no lo ve viable. Y no pueden celebrarse iniciativas destinadas a hacerse una Constitución a la medida del caudillo, como - entre otros países - ocurrió en Venezuela. Y esto último, por cierto, se agradece porque ya hay una mejor y más comprometida percepción de la que había sobre nuestro país.

Fuímos a constatar si todavía preservamos el libro de Walker en nuestra estantería, intitulado "El futuro de la Democracia Cristiana", editado años atrás. Estuvimos tentados de sacarlo, releer algunas notas para afinar impresiones, pero otras y más urgentes lecturas ocupan nuestro día. Seguimos inquietos sobre la crisis democristiana en América Latina, y - específicamente - en este lado del mundo, donde ya sólo existen escombros. El agotamiento del mensaje se inscribe en el marco desideologizador de los nuevos autoritarismo, es cierto, y tanto como que ese agotamiento es también deliberado, interesado, acomodaticio. Sólo interesan las consignas amables y, a lo sumo, la añoranza por los viejos tiempos.

LB

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