Espiación y sapocracia
Luis Barragán
Posiblemente, por numerosos y variados, mutuamente interferidos hasta por motivos fútiles y personales, ha surgido una entidad capaz de espiarlos a todos. El Centro Estratégico de Seguridad y Protección de la Patria (Cesppa), anudará o pretenderá anudar todos los servicios de (contra) inteligencia del país, ordenando la participación de los amigos foráneos, para copar buena parte del tiempo disponible por el Presidente de la República, quien ha decidido igualmente el alumbramiento de un Órgano Superior en el área comunicacional.
El miedo saudí los obliga a sospechar de una colonoscopia realizada en algún precario y lejano caserío del país, o del fallido pronóstico de un avezado y cercano lector de tabaco, pues, más allá despunta la Corte Internacional de La Haya. Poco a poco, el socialismo rentista nos conduce hacia una sociedad de delatores en la que importará más el consumado gesto histriónico, abaratando el ejercicio dictatorial.
Trastocada en cultura más que en oficio de supervivencia, la delación inundará todas las avenidas, calles, veredas y callejuelas sociales, metiéndose en casa, por muy afectivo y reputado sea el vínculo familiar. La historia arroja sobradas lecciones al respecto, cotizándose mejor los colaboracionistas de una abnegada teatralidad opositora, y encumbrándose audazmente los funcionarios capaces de propinar una implacable investigación a otros de menor rango partidista.
Un organismo velará por saber todo, mientras que el otro lo hará para que no se sepa nada. Incluso, para que ignoremos la naturaleza, conformación y alcance de la Dirección Político-Militar de la Revolución Bolivariana, cuya inicial ventaja consiste en su inexistente soporte constitucional y legal.
Suele ocurrir, más adelante los sapócratas unirán su destino al de la nomenclatura importadora, dándole una real consistencia y complejidad a las nuevas relaciones sociales que se avecinan. Mientras tanto, orgullosos de sus pecados, cumplirán con las más rudas tareas de espiación y enmudecimiento que, inevitable, requerirá de un mínimo de sentido creador para inventar el delito donde – simplemente – no lo encuentre.
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